a toro pasado todo parece tener solución; todo parece más sencillo, más fácil de resolver, pero el caso es que a toro pasado ya es tarde. Patxi, a toro pasado, podría estar de vuelta en su puesto de trabajo, en casa con la familia, pensando en la siguiente salida en moto. Podría? podría; pero ya es nuevamente tarde para todo ello. Sobre el papel, un siniestro se divide en varias fases. Para aquellas personas e instituciones que nos dedicamos a la seguridad vial solo nos queda lamentar nuestro mal obrado trabajo e instintivamente siempre nos ponemos manos a la obra de nuevo, analizando datos, reconstruyendo escenas, etc. Y de este modo siempre regresamos al comienzo de todo; la base de la seguridad vial fundada en la educación, concienciación y prevención para poder atajar el problema de raíz, para poder construir la casa desde los cimientos. Independientemente de todo ello, en este desgraciado suceso en el que Patxi perdió la vida en moto este pasado domingo a quien compete solo le queda revisar la infraestructura en ese punto en concreto (que es lo mínimo que se podría hacer, aunque parezca fútil) y el resto hemos de volcarnos por otro lado en recordar con más ahínco si cabe en la verdadera importancia de regresar a casa en cada salida para, de nuevo, volver a planificar la siguiente excursión que en definitiva es el objetivo del ocio. Los motoristas hemos de ser plenamente conscientes de esta situación y actuar consecuentemente, aunque de forma evidente, siempre habrá inevitables infortunios que trunquen nuestros planes como por desgracia les ocurrió a varias chicas motoristas hace unas semanas donde un vehículo se cruzó temerariamente en su camino. En todo esto hay parte de suerte, pero la mayor parte está en nuestra mano.

En cambio, existe otra parte en la que hay una norma que dicta nuestra forma de desenvolvernos en la carretera, y es la que dirime que hemos de adaptarnos a la misma. Patxi se ha golpeado contra una señal en una salida de vía y esa parte, se puede a toro pasado corregir; porque es lo mínimo que se podría hacer. En cambio, y no me canso de repetirlo e insistir en ello, la entrada a la capital donde fallecieron el comisario de la Policía Foral y su pareja por impacto contra una farola nunca ha sido modificado y ahí está, sin remedio ni solución. Bajo esta perspectiva donde todos tenemos algo y mucho que ver, es evidente que ni es sencilla la solución, ni es un asunto baladí pero lo que es evidente es que todos, absolutamente todos, tenemos mucho que hacer y que poner por nuestra parte.

Evidentemente todo este proceso conlleva un coste económico, y es ahí donde reside el principal impedimento. El dinero es el consabido argumento para justificar que no se pueden salvar más vidas o si lo decimos de otro modo, no se puede hacer más de lo que ya se está haciendo. ¿Cuánto cuesta un fallecimiento?

Pensemos. ¿Cuál es la valoración de una indemnización por fallecimiento? ¿Cuánto cuestan lesiones permanentes? ¿Cuánto cuestan las bajas, hospitalizaciones, traslados, medicación, rehabilitación? Y por qué ya no, puestos a cuestionar, ¿cuánto cuesta la carga emocional, el sacrificio moral, el desgaste psicológico tanto en fallecimiento como en secuelas permanentes o en periodos cortos? Por un siniestro, son muchas las personas afectadas, no es únicamente el titular de un lunes, no es una cifra en una estadística, es un compendio de actitudes, de emociones, sensaciones, es un entramado de personas que una vez deshecho, cuesta más reparar que enfrentarse al problema.

El autor es representante de la Asociación Mutua Motera en Navarra