con los ecos de los homenajes lamentables a excarcelados de ETA con delitos de asesinatos y secuestros, ha pasado desapercibida una buena noticia en clave penitenciaria que supone una iniciativa novedosa y esperanzadora para la reinserción de muchos presos comunes. Antes de entrar en el detalle, hay que recordar la audacia que supuso poner en práctica la Vía Nanclares, el proyecto de reinserción al que se adhirieron una treintena de presos de ETA que decidieron dar una serie de pasos hacia el final de la violencia, entre los que se incluían la petición de perdón a las víctimas o el compromiso de repararlas mediante el pago de la responsabilidad civil por el daño causado. Lamentablemente, esta vía fue boicoteada a pesar de los resultados.

Ahora, Instituciones Penitenciarias prepara un proyecto similar de encuentros restaurativos aprovechando aquella experiencia para aplicarlo con presos comunes. Quedan fuera, por el momento, los condenados por violencia de género y los delincuentes sexuales. El objetivo es que la víctima del delito vea reparados los daños que sufrió, en lo que se pueda, a la vez que se facilita la reinserción del preso porque sigue siendo un objetivo prioritario en la legislación penitenciaria, a partir del artículo 25.2 de la Constitución; ambas cosas. El antecedente cercano es el llamado Programa Diversidad que el pasado octubre se puso en marcha, también con escaso eco social, para autores de delitos de xenofobia, homofobia y demás delitos de odio con el objetivo final de la justicia restaurativa.

Se pretende dar un paso más con la puesta en marcha de estos encuentros entre el victimario y sus víctimas. Serán los presos comunes que estén preparados para el inicio de dicho proceso, previa autorización del órgano judicial responsable de la ejecución de la sentencia, que es quien autorizará el inicio del proceso. A partir de aquí, se contactará con la víctima para exponerle los objetivos del encuentro y concretar su participación en el mismo con la participación de un mediador cualificado.

Que la víctima pueda explicar en persona al recluso cómo vivió el daño recibido y las secuelas que quedaron de aquella vivencia. Y que el condenado se responsabilice de su acción con la posibilidad de pedir perdón a su víctima; y esta se lo acepte, si así lo decide. El doble objetivo es que pueda sentirse de nuevo miembro de la comunidad y reducir el riesgo de reincidencia. Es importante el carácter voluntario de la participación en este encuentro restaurativo, y que tanto la persona afectada como el delincuente podrán decidir en cualquier momento no seguir adelante. Y todo ello llevado de forma confidencial.

Estamos ante una excelente noticia a la que el único lastre que veo es la opinión extendida contra este tipo de iniciativas porque no pocos las entienden injustas por favorecedoras para el delincuente, sin percibir que cualquier acción restaurativa beneficia también a la víctima y a la sociedad. Lo que prima es la voluntad de condena y, por qué no decirlo, de cierta venganza oculta tras la petición de la llamada prisión permanente revisable, que no es otra cosa que la cadena perpetua, olvidando los beneficios de una reinserción exitosa frente al coste del delincuente que se pudre en la cárcel, además de los beneficios que puede obtener la víctima del victimario.

Resarcir a las víctimas implica hacer justicia, es una manera radical de paliar el dolor causado. Este es el ideal de nuestro sistema penitenciario. Sin embargo, una parte considerable de la sociedad no suele tener esta idea de justicia y ello lleva frecuentemente a reprobar este tipo de medidas alejadas del castigo puro y duro. Esto crea a su vez sentimientos de resentimiento y desconfianza hacia la justicia penal en la sociedad. Demasiadas personas prefieren aislar al delincuente con el argumento de protegerse, antes que invertir en la reinserción. Pero una sociedad en la que se olvidan los fines humanitarios de la pena implica la voluntad tácita de que el criminal no se recupere nunca, con lo que esto significa.

Quizá sea esto una explicación de la falta de escándalo ante la injusticia legal -y humana- que supone el elevado número de delincuentes que no se recuperen nunca. Por esta razón, iniciativas como esta, suponen aire fresco y esperanza de que una parte del colectivo penitenciario pueda encontrar una ventana sin rejas a su reinserción.