cada verano tiene lo que los entendidos llaman “serpiente informativa”. Es ese tema recurrente en el que los medios (y, por tanto, la sociedad) pone sus ojos... porque no hay otros asuntos de interés. En este periodo estival, una de las serpientes iniciales fueron los llamados “ongietorris” (más homenajes que bienvenidas) a expresos de ETA. Pero la serpiente final en Navarra ha sido la presencia de dos parlamentarios de UPN en un acto de exaltación tradicionalista a su primera víctima “en la Cruzada”.

Participantes de unos actos y del otro pueden sentirse ofendidos al ser comparados. Sin embargo, a nuestro juicio, tienen un punto en común. Y es que, si bien no es humanamente reprochable asistir a actos privados de bienvenida o de recuerdo de sus allegados, estos actos pasan a ser algo muy diferente cuando se elevan a la categoría de actos públicos, de actos políticos. En ellos, se ensalza a la persona precisamente por los actos que ha cometido, y por las órdenes o consignas que seguía. El punto común entre los ongietorris y el homenaje de Leitza es que se ensalza a los homenajeados por un acto de violencia ilegítima del que no se arrepienten ni los homenajeados ni los homenajeadores. Al final, en ambos casos se convierte en héroes a victimarios -personas dispuestas a matar a quien piensa diferente para derrocar un sistema-.

El acto de Leitza es un homenaje a quienes, desde el primer minuto de la existencia de la República, se alinearon con un golpe de Estado para derrocarla. Este año ha contado con la asistencia de dos parlamentarios de UPN, partido que este verano ha tratado de erigirse en guardián de las esencias constitucionalistas y de la memoria de las víctimas de ETA. Y la presencia de estos parlamentarios marca políticamente a UPN, sirviendo para recordar su origen y trayectoria como partido: contrario en origen a la Constitución, contrario en origen a la actual bandera de Navarra, y refractario a las políticas de Memoria. Por todo ello, muchas víctimas del Franquismo y de la Guerra del 36 consideran que dicho partido tiene una notable deuda con ellas.

Efectivamente: aunque ahora se intitule como guardián del “constitucionalismo”, UPN nace por desacuerdo con la Constitución del 78. Es un hecho ya conocido. Tres años después, en 1981, uno puede comprobar en el diario de sesiones del Parlamento Foral la postura del partido cuando se decidía la bandera oficial de Navarra. El acta de la sesión nos muestra al portavoz de UPN exigiendo que no se retirara la laureada de la bandera oficial de Navarra por ser una condecoración “que unos navarros supieran ganar con valor físico y moral”, y que su retirada “sería considerada como una provocación”. Como se ve, aunque UPN se intitule también máximo defensor de los actuales símbolos forales, prefería otro escudo de Navarra en sus inicios.

Por cierto que la respuesta que en aquel debate dio el entonces portavoz del PSOE fue contundente: “En Navarra, bajo no sé qué pretensión de mayor o menor navarridad, UCD y UPN en esto son más franquistas que nadie. Y éste es el problema, de franquismo o antifranquismo”. Quizá en esa respuesta encontremos claves para actuaciones posteriores.

Porque, arrancando ahí, y en línea con sus fundadores, UPN mantuvo una historia turbulenta con las cuestiones de Memoria Histórica en sede parlamentaria. De hecho no votaron la Resolución de 2003 aprobada por el resto de partidos para honrar y dignificar a las 3.000 personas navarras asesinadas por sus ideas. Una Navarra, no lo olvidemos, sin frente de guerra; y donde aquellos asesinatos se cometieron bajo una cadena de mando institucionalizada e identificada.

El fichaje de Iñaki Iriarte por UPN supuso el debut del partido en Memoria Histórica. De la abstención o el voto negativo irreflexivos, se esperaba pasar a reflexiones de nivel. Sin embargo, en su intervención parlamentaria de 2016 acerca de la cuestión, Iriarte demostraba que su posicionamiento utiliza el falso comodín del “empate a violencia entre dos bandos”. Un comodín torticero, porque en Navarra hubo instrucciones reservadas de una cadena de mando (una sola) para asesinar y anular las libertades. Una cadena de mando -insistimos- institucionalizada, autónoma y perfectamente identificada. Iriarte, además, se topó hace unas semanas con la realidad de sus nuevos compañeros de viaje en Navarra Suma (y de muchos compañeros de su propio partido). Y es que, buscando una “tercera vía” sobre Memoria en Navarra, Iriarte reconocía en un artículo de prensa los abusos del Franquismo. Lo hacía para denunciar un presunto “pago de precio” del PSN a Geroa Bai a cuenta de la conocida como Ley de Violencia Policial. Aquel artículo se tituló, de hecho, El precio de una abstención. Pues bien: por si acaso aquel paso adelante de Iriarte marcaba posición de partido, Ignacio Palacios Zuasti (PP) le respondió con otro artículo titulado Colaborando en el relato. Y, efectivamente, le acusaba de colaborar “a que otros puedan reescribir el relato de lo sucedido en los años de plomo”, puesto que -para Palacios- hablar de “crímenes y abusos” por parte de quienes tenían el deber de defender a los españoles (así lo escribía Iriarte) daba “pie” a que “se puedan justificar asesinatos” como los del comandante Imaz u otros de la misma época. Nadie podrá asegurar que aquel toque de atención tenga que ver con la asistencia al homenaje en Leitza de esos dos parlamentarios de UPN por Navarra Suma: Patxi Pérez y el propio Iriarte, que luego se disculpó... cuando se descubrió su presencia. Pero lo cierto es que, 38 años después de las palabras de aquel portavoz de UPN sobre la laureada (“una condecoración que unos navarros supieron ganar con valor físico y moral”), Iriarte y Pérez acudían al homenaje al primero de los “caídos” bajo la misma laureada. 38 años y 5 presidentes de UPN después, los líderes y representantes de esta formación volvían muy gráficamente a la casilla de salida. ¿Lecciones de la derecha sobre “constitucionalismo”, sobre defensa de los “símbolos oficiales de Navarra” o sobre la “ética ante la violencia de origen político”? Las justas, por favor, señoras y señores dirigentes de UPN.

Firman este artículo: Juana García, Koldo Martínez, Jabi Arakama, Mikel Armendáriz y Pello Salaburu, miembros de Zabaltzen, asociación integrada en Geroa Bai