En memoria de 'Chato' Galante

espertar una mañana de mayo con la noticia de que tu torturador, ése que conociste en persona un frío día del invierno de los años 70, cuando te sobresaltó el frenazo de un Seat 124 negro y de él salió a gran velocidad ese siniestro personaje, te trae diferentes sensaciones.

No deseo en este tiempo de madurez la muerte de nadie, tampoco de él, para él lo que deseaba era que viviera muchos años, pero después de ser enjuiciado por sus delitos y, desde luego, sin las medallas que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias prometieron a sus víctimas que quitarían. No ha sido así, y realmente como militantes de la izquierda durante más de 50 años duele, duele hasta lo más profundo de tu ser.

No voy a relatar mi experiencia personal con este siniestro personaje, porque ya lo he contado en numerosa ocasiones y porque hoy no toca personalizar demasiado. Pero sí recordar a mis compañeros/as víctimas de su perversidad. Porque Billy no era un policía profesional ligado al régimen de aquel momento, era un perverso que disfrutaba con el mal que infringía a los demás. No te interrogaba para conseguir información, que supongo que en la mayoría de las veces ya sabía, sino para gozar dañándote, torturándote, degradándote, humillándote.

Al cabo de los años he reflexionado sobre mis horas en sus manos y he llegado a la conclusión que entendía a esos miembros de la BPS, que los había probablemente la mayoría, que estaban cumpliendo con su deber, que entendían de manera profesional que éramos sus enemigos con los que debía de acabar. O nosotros o ellos, supongo que se dirían. Incluso podría decir que les respeto. Pero a Billy no, a Billy no porque recordar sus ojos llenos de odio, inyectados en sangre intentando doblegarme, hacerme daño, eso no lo perdonaré nunca, jamás.

La violencia es deleznable la ejerza quien la ejerza, pero la tortura supone la máxima degradación de un ser humano. Es más canalla el que tortura que el que asesina y soy consciente de lo polémico de esta afirmación. Me da lo mismo que quien lo haga sea de extrema derecha, de izquierdas, o de extrema izquierda.

Una de las cosas que más me ha avergonzado en mi larga vida de actividad política fue ser consciente de que los míos, incluso los míos, míos, también practicaron en algún momento la tortura. Porque en ese instante fui consciente de que la degradación no tiene ideología, que forma parte del ser humano sea este de izquierdas o de derechas. Esa conclusión en un momento de mi vida me generó contradicciones profundamente dolorosas. Ahora Billy el niño, Juan Antonio González Pacheco, martillo de luchadores antifranquistas de la Universidad de Madrid, torturador, miembro insigne de la temible Brigada Política Social se va, después de dejar su impronta en las salas y calabozos de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol de Madrid. Cuántas veces me he estremecido al pasar últimamente en mis visitas a Madrid por allí. Se va sin que sus víctimas, después de largos años de gobiernos de izquierdas, nos reconfortaran haciendo justicia. Reconozco que esta vez pensaba que sí, que Pedro y Pablo iban a ser capaces al menos de quitarle sus inmorales medallas. Pero no, no ha sido así. ¿Cobardía? ¿Tibieza? ¿Falta de decisión? Un nuevo bofetón a quienes luchamos a brazo partido por traer la democracia a este país. Una nueva afrenta a sus víctimas que, al menos a mí, me deja dolorido, frustrado y decepcionado. Resulta vergonzoso que se vaya sin juicio y con medallas.

Las crueles paradojas de la vida nos han traído que se lo ha llevado el coronavirus, ese que hace apenas unos días se llevó también a otro de sus insignes torturados, José María Chato Galante. Pero éste se fue dando la cara, con la dignidad y gallardía del luchador inquebrantable, mientras que Billy lo hace con la huida del cobarde.

Escribo estas líneas como homenaje a las decenas de personas que le sufrieron, con el recuerdo de aquella época cruel pero romántica, donde la izquierda era poseedora de valores que, lamentablemente, hemos ido perdiendo por el camino. Con el compromiso de mantener erguida esa bandera hasta el final de mis días.

Mirarnos Pedro y Pablo. Mirarnos y aprended. Veremos€

El autor es exparlamentario y concejal del PSN-PSOE