n el Acta de la Comisión Permanente del Consejo de la CAN de la reunión del 9 de diciembre de 1921 se lee lo siguiente: "Semana inglesa. El consejero Don Alejo Eleta propone que las señoritas empleadas en la Caja deben tener libres las tardes de los sábados, fundándose en que la mujer no debe nunca desprenderse del hogar y esas tardes les son muy necesarias tanto para cumplir deberes familiares como religiosos".

En el Acta del Consejo de Administración, celebrado el 3 de enero de 1922 se puede leer lo siguiente: "Se acepta el tema de la semana inglesa para las señoritas escribientes con mismo redactado que en la Comisión Permanente pero se deja en manos del Subdirector-interino la eficacia de la medida en función de las necesidades «siempre que él crea que no es imprescindible el trabajo de la señoritas en esos días".

Desde esa fecha, las señoritas escribientes gozaron del privilegio de no trabajar los sábados a la tarde para poder así cumplir con sus deberes familiares y religiosos, mientras que los empleados varones trabajaban, al menos, desde las cuatro hasta las seis de la tarde. Y, algunos de ellos tenían que trabajar en festivos, porque desde el Consejo celebrado el 29 de noviembre de 1922: "A propuesta de la dirección y con objeto de fomentar el pequeño ahorro infantil y obrero se acuerda abrir las oficinas los domingos y días festivos de 10 a 12 para operaciones de imposición y reintegro en libretas ordinarias".

En la reunión de la Comisión Permanente (Resalto lo de permanente porque dicha Comisión formada por 3 miembros del Consejo más mi abuelo como secretario/director se reunía cada dos por tres. El nombre le venía al pelo) del 6 de junio de 1924 se acuerda: "Contestar a Estella no a la implantación de la semana inglesa en esa sucursal por no haberse establecido ni en la Central ni en todos los Bancos de la localidad".

Es en la reunión de la Comisión Permanente del 1 de agosto de 1924 cuando por fin "se acuerda, en imitación a todos los Bancos de la Plaza, implantar la semana inglesa a partir del próximo sábado".

Hoy en día la semana inglesa se ha establecido en el medio mundo que llamamos occidental y, además, se ha ampliado al viernes a la tarde. Eso sí, los trabajadores de hoy han de resolver, cada día, tantos asuntos como antes en una semana. Además, los horarios -por eso del trabajo a destajo o como falsos autónomos- resulta que no se cumplen nunca, y de ahí que se hayan inventado los ansiolíticos y la palabra estrés. ¡Claro que en el otro medio mundo están todavía peor: la gente sigue trabajando 60 horas a la semana y además a un ritmo frenético pues su condición de esclavos de las grandes compañías no les permite otra cosa!

En la España de Felipe II, allá por 1593, se estableció que todos los obreros de las fortificaciones y las fábricas trabajarán ocho horas al día, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde... Pero ya se sabe que "del dicho al hecho, hay un trecho". La historia real nos dice que la lucha por conseguir la jornada laboral de 8 horas duró más de 100 años, desde 1810, cuando la inició Robert Owen en la industrial Inglaterra, hasta 1919 en la que todos los países occidentales la fueron implantando. La Caja, desde su inicio, la fijó en 39 horas semanales y el trabajo era algo más arduo que el de funcionario.

Entonces se iniciaba en Europa la época del trabajo decente para evitar revoluciones como la acontecida en Rusia. En estos 100 años transcurridos desde entonces la productividad laboral se ha incrementado exponencialmente y sin embargo no se han reducido los horarios laborales. ¿Por qué? La respuesta nos la dio Aristóteles hace 2.300 años cuando, en su Política, se refería a cómo mantener las tiranías: "Empobrecer a los súbditos para que estando ocupados en procurarse los medios diarios de subsistencia, no tengan tiempo para conspirar".

El autor es promotor de la re-fundación de la CAN, notario jubilado y nieto del director-gerente de la CAN desde 1921 a 1950