ace unos días, el alcalde de Pamplona, Enrique Maya, hizo unas declaraciones en relación con los Sanfermines 2021. Después de matizar las palabras con las que la presidenta de Navarra, María Chivite, había anunciado unas horas antes la probable cancelación de los mismos, Maya afirmó que su objetivo es que "sea posible celebrar corridas de toros en esas fechas" y que, en caso de que así fuera, "todo serían ventajas". Añadió que "si en cualquier ciudad donde no existen unas fiestas de ese calado se pudieran celebrar corridas de toros en la fecha que coincide más o menos con los Sanfermines, por qué vamos a renunciar en Pamplona". A continuación, expresándose con la misma sintaxis pedestre de esas primeras frases, remató el razonamiento diciendo: "No puede ser una penalización que del 6 al 14, si no hay Sanfermines, no haya nada".

Pero la cosa no terminaba ahí. Seguramente porque él mismo se dio cuenta de que su exposición del asunto estaba siendo vaga y de poco peso, fue acercándose al verdadero motivo de ese objetivo municipal a través de nuevos argumentos del tipo: "Podríamos dar un impulso al mundo taurino, a la ganadería, las cuadrillas... que falta les hace", o de otros aún más populistas como: "Hay circunstancias favorables como es que el beneficio sería para la Casa de Misericordia, que, como presidente de la Meca, falta nos hace". Llegado a ese punto de su explicación, el máximo responsable del Ayuntamiento se quedó más tranquilo. Y es que, aunque su dialéctica seguía siendo torpe, por lo menos había mencionado un término pacífico, un lugar querido por todos los pamploneses, esa institución sin ánimo de lucro que ayuda a los mayores desfavorecidos y una de cuyas fuentes de financiación es la gestión de la plaza de toros. En realidad, lo que hacía Maya al apelar a esa razón era establecer un silogismo demagógico. En vez de idear una manera de vincular el destino de la Meca a los beneficios de cualquier empresa de futuro para que deje de ser cautiva del universo taurino, desplegaba en su cabeza el siguiente juego de premisas y conclusiones: los ingresos de las corridas los percibe la Casa de Misericordia; la Casa de Misericordia es una institución positiva; por tanto, las corridas de toros son algo positivo.

Pero tampoco ahí residía el porqué del propósito del alcalde. El clímax de su intervención todavía no había llegado. Por fin, después de todo ese galimatías lingüístico impropio de un gobernante, éste acabó refiriéndose al fondo del asunto, terminó confesando que "me encantaría que hubiera corridas de toros".

Claro, eso es. El objetivo mencionado por el señor Maya, ese proyecto tan retrógrado y tan poco edificante para la sociedad como son las corridas de toros, tiene su origen en un deseo personal. Todo se reduce a una cuestión de gustos y aficiones de este señor. Y la cosa no tendría más trascendencia si el aficionado fuese únicamente el individuo Maya. Sin embargo, resulta que éste es el alcalde de una ciudad de casi 200.000 habitantes en la Europa del siglo XXI. Resulta que esa ciudad, Pamplona, está sufriendo como muchas otras los efectos económicos adversos de la pandemia de la covid-19. Resulta que los principales perjudicados por la misma son los hosteleros, los comerciantes, el sector de la cultura y del arte. Resulta que muchos profesionales de esos y otros gremios están aprovechando la coyuntura para renovar su oferta de productos y servicios, para mejorar sus prestaciones, para modernizarlas y adecuarlas, en definitiva, a las nuevas demandas, las nuevas sensibilidades, las nuevas prioridades, los nuevos tiempos. Y, en medio de todo eso, el señor alcalde propone para la ciudad un programa de rescate de prácticas, usos u ocupaciones rechazadas por una gran parte de la población y condenadas a desaparecer en breve por su esencia absurda y violenta.

Mientras el señor Maya reflexiona sobre cómo organizar corridas de toros en época de virus, da vueltas a la forma de limitar aforos o adoptar otras medidas para seguir ofreciendo al pueblo el espectáculo sanguinario de siempre, Copenhague desarrolla su Plan del Clima 2025 consistente en reducir totalmente las emisiones para esa fecha, Melbourne continúa con la construcción de edificios energéticamente sostenibles, Múnich lleva adelante su proyecto de autonomía energética a base de biomasa y otras energías limpias, Detroit extiende su proceso de atracción de artistas para ocupar casas vacías y evitar de ese modo la degradación urbana, San Francisco avanza con su Programa de Cero Residuos y Singapur optimiza su nuevo sistema de transporte inteligente.

Es cierto que se trata de iniciativas costosas, de planes que requieren un gran esfuerzo presupuestario. Sin embargo, el habitante de cualquier ciudad con esa clase de ambiciones está dispuesto a contribuir a ellas, porque sabe que de ese modo entrega a las siguientes generaciones un espacio mejor. Los pamploneses de 2021 no van a entender que se dé la espalda a ese tipo de proyectos, que se sigan sufragando en su lugar tradiciones obsoletas, o que pretexte falta de fondos alguien como Enrique Maya, ese personaje que hace pocos años se vio obligado a devolver 12.000 euros cobrados en concepto de dietas abusivas, percibidas de manera injustificada por la asistencia a unas reuniones de media hora en las que, según su propio testimonio, no se enteraba de nada.

Sí, éste es un tiempo para imaginar, para pensar desde perspectivas nuevas. Lo es también para Pamplona. Y dado que uno de sus puntos de interés turístico son las fiestas de San Fermín, ha llegado el momento de transformarlas en profundidad para conseguir una ciudad diferente. Así como muchas personas y entidades privadas están haciendo de la necesidad virtud en una situación tan difícil como la de hoy, las administraciones locales tienen ahora la oportunidad de emplear el paréntesis forzoso provocado por la pandemia, la ocasión de generar y desarrollar ideas que permitan a las ciudades cambiar para seguir siendo ellas mismas.

El autor es escritor

El objetivo mencionado por el señor Maya, ese proyecto tan retrógrado y tan poco edificante para la sociedad como son las corridas de toros, tiene su origen en su deseo personal

Dado que uno de los puntos de interés turístico para Pamplona son las fiestas de San Fermín, ha llegado el momento de transformarlas para conseguir una ciudad diferente