La Atención Primaria agoniza. Todos, más o menos, estamos de acuerdo con este diagnóstico. Aunque los factores que han desencadenado tal situación pueden ser algo diferentes entre las comunidades autónomas, el núcleo del problema es común a todas ellas. Y no, no es un problema simple que pueda resolverse con una o dos medidas aisladas; es un problema complejo, en el que intervienen multitud de determinantes.

Por su complejidad y por las graves consecuencias que esta situación está teniendo sobre la ciudadanía, los profesionales sanitarios debemos tener amplitud de miras y ser especialmente generosos en estos momentos, aparcando disputas meramente profesionales y centrándonos exclusivamente en conseguir un sistema sostenible que responda a las necesidades de los pacientes. No se trata de pescar en río revuelto y cuanto más mejor. Tampoco se trata de lanzar mensajes irresponsables de miedo a la población que, tras los titulares de los últimos meses, poco más o menos puede pensar que, si se topa con una enfermera en un centro de salud o en una ambulancia, tiene más probabilidades de morir. Se trata de intentar reconducir el sistema, o de reformularlo al completo, lo que haga falta, pero entre todos.

Muchos países, de los más desarrollados del mundo, han tenido y siguen teniendo problemas con la Atención Primaria, que se evidencian en la dificultad de los ciudadanos para acceder al sistema. El incremento de la demanda con una población cada vez más envejecida y más pluripatológica, una medicina de familia cada vez menos valorada por los médicos jóvenes responsables del relevo generacional o legislaciones que constriñen y limitan la participación de las enfermeras en el proceso de atención de los pacientes, son algunos de los principales retos a los que muchos países se han tenido que enfrentar.

Pero también hay otro denominador común en las soluciones puestas en marcha por todos ellos: las enfermeras han sido el eje central de la solución. Lo vemos también en nuestro país y concretamente, lo hemos visto también en Navarra, donde se ha apelado a las enfermeras para intentar “desatascar” el sistema de Atención Primaria. Sin embargo, si las cosas no se hacen bien y lo que es peor, no se trasladan bien, la solución puede llegar a ser contraproducente y tener el efecto contrario al esperado.

Las enfermeras han sido la solución en otros países para mejorar el acceso de los ciudadanos al sistema, entendiendo que una enfermera puede resolver con solvencia ciertos problemas de salud de la población y entendiendo que los médicos pueden y deben dedicarse a atender aquellos procesos para los que aportan un verdadero valor añadido. No podemos dejar de lado que necesitamos un buen sistema, pero sostenible. Para ello no solo se ha modernizado la regulación profesional para adaptarla a las necesidades reales y al desarrollo profesional real de las enfermeras del siglo XXI, sino que han consensuado protocolos de actuación entre médicos y enfermeras, se ha trabajado intensamente en su formación avanzada de las enfermeras, se ha trasladado a la población la confianza en ellas y en su capacidad resolutiva y se han establecido planes secuenciales de incorporación de nuevos roles para estas profesionales, con acompañamiento y con apoyo de sus compañeros los médicos, de los gestores y de los políticos.

Desgraciadamente estamos muy lejos de esto. Estamos viendo cómo la solución al problema de nuestra Atención Primaria parece que pasa solo y exclusivamente por atender las reivindicaciones laborales de los profesionales médicos (probablemente muy justas, no lo dudo). Estamos viendo foros en los que se dice que se busca la solución al problema de la Atención Primaria, pero las enfermeras, que son el grupo profesional más numeroso y factor clave de la solución en todos los países del mundo, no están llamadas a participar. Estamos viendo cómo se cambia de la noche a la mañana un sistema de trabajo en los centros de salud, sin dar ningún soporte de ningún tipo a la enfermera (formación, protocolos consensuados, ajuste de procesos y estructuras, etcétera). Estamos viendo mensajes a la población realmente injustos e irresponsables, que ponen en duda la capacidad de las enfermeras para atender ciertos problemas de salud de forma autónoma. Estamos viendo tantas cosas...

No estamos hablando de condiciones laborales, ya que por nuestra naturaleza, como colegio profesional, no nos competen. Estamos hablando de aspectos profesionales. Consideramos urgente y necesario que las enfermeras estemos llamadas a participar en la búsqueda de soluciones para la Atención Primaria y ser parte activa del cambio, máxime cuando somos actores clave de la solución. Tenemos que sentarnos, hablar, consensuar y negociar entre todos, incluyendo el resto de las profesionales del equipo, por supuesto, ya que la Atención Primaria es realmente cosa de todos.

*La autora es vicepresidenta del Colegio Oficial de Enfermeras de Navarra