He esperado hasta hoy para poder comprobar si se cumplían mis pesimistas presagios. Y estos se han cumplido. El lunes 30 de enero el Pleno del Ayuntamiento de Tudela aprobó, por 18 votos a favor de los grupos municipales de Navarra Suma e IE y 3 en contra del PSN, la moción presentada por el primero de aquellos para solicitar al Gobierno de Navarra la creación de una mesa de trabajo para iniciar los estudios pertinentes que reactiven la puesta en marcha del regeneración del edificio conocido como Sementales con la intención de crear ahí un hub audiovisual. En dicha mesa de trabajo estaría Gobierno de Navarra, Ayuntamiento de Tudela y el estudio de arquitectura de Moneo. Paralelamente, fue desestimada la moción presentada por el PSN por la que solicitaba el compromiso del Ayuntamiento de Tudela para la construcción, impulso y desarrollo de una casa de cultura en ese edificio.

Lo asombroso es que, tras haberlo rastreado en Internet, solamente el PSN se ha referido a la relación de Sementales con la memoria histórica de Tudela en particular y de la Ribera en general. Y lo hizo a mediados de diciembre para manifestar su rechazo a que sea un lugar de memoria histórica, posibilidad que la consejera Ana Ollo había planteado en una charla aquellos días, pero para la que ponía como condición que hubiera una solicitud al respecto, tal y como prescribe la ley correspondiente. Sea como sea, ni el PSN ni Izquierda-Ezkerra, ni tampoco otros grupos sin representación municipal, han hecho mención alguna, ni ahora ni en los años anteriores, del significado memorialístico de dicho edificio en un ejemplo de cultivo del olvido.

Y es que, tal y como narramos en nuestro libro Sin Piedad y tras haber localizado y trabajado los estadillos de los allí encarcelados correspondientes en el Archivo Municipal de Tudela, que dormían el sueño de los justos, sin que nadie hubiera advertido su existencia, Sementales ubicó el centro de detención más importante que hubo en la Ribera tras el golpe de Estado de julio de 1936. En dicho libro publicamos como anexo la relación de los detenidos en dicha cárcel, lo que ha servido para que varias personas hayan podido saber de sus familiares, tal y como me lo hicieron constar.

Durante los trece últimos días de julio fueron 301 los ingresados, la mayoría, 267, entre el 18 y el 21. Con los 84 de agosto, estaríamos hablando de 385 detenidos en el primer mes y medio. Posteriormente, a excepción de la elevada cifra de encarcelados de octubre, de 182, en los demás meses el número de ingresos totales osciló entre los 20 y los 30 en cada mes. El 39,5 por ciento de los detenidos en julio fueron asesinados, siendo el porcentaje de los encarcelados en agosto del 19 por ciento. Aunque los encarcelados a partir de septiembre también fueron siendo objeto de sacas y fusilamiento en los dos sitios, el mayor número de asesinados entre los presos de las primeras semanas hace pensar que dichas personas eran objeto de arresto y anulación prioritaria sobre otros objetivos que irían siendo detenidos posteriormente. Sobre el origen de los allí presos, hemos reconocido 81 tudelanos, 61 corellanos, 25 de Villafranca, 23 de Cadreita, 17 cascantinos, 16 de Ribaforada, 13 fiteranos, 10 de Cintruénigo, 8 murchantinos, 7 de Castejón, 5 de Arguedas y otros de otros pueblos de la merindad por debajo de cinco en cada caso, faltando solamente de Cortes y Buñuel.

También hemos podido saber quién tomaba las decisiones. Según declaró el requeté Román Añón, en las reuniones que se celebraban en la Comandancia Militar tudelana, y a las que aquel fue invitado en los primeros días, “para seleccionar a la gente, para ver quién era bueno y quién era malo”, “había varios militares, unos falangistas, guardias civiles y también algunos carlistas”. En varios expedientes se menciona a determinadas personas como autores de las sacas al ser quienes recogían a los presos, transportando las “órdenes de libertad”, para asesinarlos después. También constatamos documentalmente el miedo de los familiares. Según un testimonio de 15 de agosto de 1977 aportado a Jimeno Jurío, “Pilar y esposo” solían ir a visitar a un tío encarcelado en la prisión de Tudela y “el mes de noviembre, en la cárcel de Tudela, aquel mes de noviembre fue horroroso”. “Les daban libertad, y abajo estaba el camión. Y todos al camión. Los que estaban adentro, que estaban asustaus, les dijeron a los que salían: si no os pasa nada, en el puente encender una cerillica. No la encendieron; los mataban a todos!”. “Los que mataron aquel mes ¡fue horrososo! Todos los de la cárcel, asustaus, y todos los que íbamos a la cárcel estábamos asustaus. A quién le habrá tocau”. Todo lo anterior, así como lo sucedido en Tudela en relación con otras cuestiones también vinculadas con la gestión de la memoria histórica de la limpieza política de 1936-1937 y de la religión política franquista, me suscitan diversas reflexiones.

En primer lugar, me resulta tremendamente llamativo que, a excepción de la fosa de Valcardera, no haya ningún lugar de memoria oficialmente declarado en la Ribera tudelana, constituyendo aquella salvedad algo en rigor perteneciente a la memoria pamplonesa y navarra puesto que sirve como recordatorio de la masacre colectiva registrada el 23 de agosto de 1936 y planificada por los golpistas y por la Iglesia católica bajo la dirección coreográfica de Eladio Esparza, subdirector de Diario de Navarra y delegado de Prensa de los carlistas, que diseñó en paralelo un acto de comunión litúrgica de todas las fuerzas involucradas en la sublevación en Navarra en la procesión multitudinaria que salió de la catedral a la misma hora en que los que iban a ser asesinados eran obligados a montar en los autobuses que los trasladaron.

La circunstancia expresada me hace sospechar que existen reticencias en Tudela y en la Ribera, a pesar de haber sido espacios sumamente victimizados, para una gestión mínima, relacionada con el honor de las víctimas (¡para qué hablar de los victimarios siquiera en el plano del mero relato sin consecuencias!) de la memoria histórica de la limpieza política de 1936-1937 y del franquismo. Como si la cuestión se interpretara como fuera de los marcos mentales correctos, y rentables, políticamente para la izquierda.

De hecho, en consonancia con ello, quiero recordar que el logro más importante de la alcaldía del cambio en Tudela, en la legislatura 2015-2019, la del cambio de denominación de las calles del barrio de Lourdes, tuvo una intrahistoria peculiar. Presente como reivindicación de pasada ya en los primeros plenos de la Transición y también en la eclosión memorialística posterior al año 2000, no hubo iniciativas serias patrocinadas por partidos o por el ayuntamiento de cara al análisis de la cuestión para configurar un soporte argumentativo. El firmante de estas líneas contribuyó a desbrozar el terreno en artículos de prensa y de su blog ya en 2013, describiendo el significado de los homenajeados en aquel callejero y, sobre todo, su ilegalidad de fondo, aspectos que serían ratificados luego en el estudio posterior que, a petición del ayuntamiento en respuesta a una solicitud de AFFNA-36, realizó el Archivo Municipal con gran esfuerzo por su parte.

Además de todo lo anterior, quiero llamar la atención sobre otro aspecto. Desde el año 2020 me he referido en varias ocasiones a cierta personalidad tudelana, con calle y con honores en Tudela y en Navarra, que participó, desde la dinámica de la incautación de documentos relacionados con la identificación de desafectos a castigar, de los engranajes de la inmisericorde represión franquista, tal y como se puede corroborar fácilmente en Internet. No he observado que los poderes públicos ni los grupos parlamentarios o municipales navarros y tudelanos se hayan sentido concernidos sobre la cuestión que entra absolutamente dentro de los parámetros establecidos en las leyes de memoria española y navarra. ¡Cúmplanse ambas, por favor! Aunque no lo digan ni la UPNA ni la SER...