No deja de sorprenderme e indignarme a partes iguales el empeño de ciertos sectores político-mediáticos de dividir en tres bloques estancos el espacio político navarro: derecha, izquierda y nacionalismo. Desde la derecha tradicional hasta la autodenominada izquierda alternativa o transformadora estatal se insiste recurrentemente en ello obviando, por una parte, la existencia de un importante nacionalismo español tanto entre las derechas como en las izquierdas y, por otra, soslayando que hoy en día prácticamente ningún actor político se define únicamente por uno de los ejes de conflicto que nos atraviesan. Trataré de profundizar en ambas ideas.

En lo relativo al primer punto, parece que hay cierta incomodidad o vergüenza en el reconocimiento de su propio nacionalismo, acusando al resto de serlo… como si cualquier nacionalismo cívico, democrático y respetuoso con la pluralidad y con los derechos humanos no fuera perfectamente saludable para la sociedad donde se desarrolla. Mucho más, sin duda, que la identidad navarra única y excluyente que algunos, todavía hoy, siguen impulsando.

Por lo que respecta al segundo aspecto, en una sociedad donde la clase, el género, la raza u origen migratorio, la orientación sexual, la edad, el lugar de residencia (urbano o rural), el idioma que utilicemos y un largo etcétera de factores se entrecruzan constantemente, interactuando entre sí y configurando este precioso crisol que supone nuestra querida Nafarroa, pretender que hay partidos políticos que responden solo a uno de los ejes mencionados –en este caso, el identitario– simplemente no tiene sentido. Realizar ese tipo de burdas afirmaciones responde, por tanto, a otros intereses o necesidades. Seguramente, electorales.

En este contexto, resulta especialmente penoso el intento de huida hacia adelante que está protagonizando el Partido Socialista de Navarra en el ámbito municipal, negándose a comprometerse con gobiernos progresistas con la excusa de no favorecer gobiernos “de derechas” ni “nacionalistas”. Como si habláramos de términos que pueden ponerse en el mismo plano, y como si en la práctica su anunciada decisión de votarse a sí mismos no fuera a suponer otra cosa que la llegada al poder de las candidatas y candidatos de UPN, histórica y previsiblemente los más votados en ciudades como Pamplona-Iruña, Barañáin, Egüés, Burlada o Estella, por citar unos pocos ejemplos.

Con la incoherencia añadida de que lo que sí parece servir para el Gobierno de España y de Navarra, es decir, una unión entre las fuerzas de izquierda, no sea válido para los ayuntamientos. De nuevo nos encontramos ante una preocupante falta de valentía de quien, en la práctica, está anunciando que volverá a permitir gobiernos de derecha a través de su negativa a pactar alternativas viables con otras fuerzas progresistas.

Cuando la candidata al Ayuntamiento de Iruñea, la señora Saiz, afirma solemnemente que “Pamplona no es independentista ni conservadora” o cuando la candidata a la presidencia del Gobierno de Navarra, la señora Chivite, quiere presentarse como la única alternativa “frente a una Navarra dividida entre la derecha y el nacionalismo” están, en primer lugar, tratando de imponer una visión reduccionista del adversario político, al que limita a una sola dimensión. Pretendiendo ceñir a una bandera toda nuestra riqueza y posicionamiento político e ideológico. La realidad, afortunadamente, es mucho más rica que lo que algunas pretenden transmitir.

Pero, sobre todo, cuando las candidatas del PSN lanzan esas y otras falacias, están eligiendo. Porque no hay ninguna necesidad de contraponer el nacionalismo (vasco, por supuesto) al resto de ejes que nos configuran y, sobre todo, porque esta exclusión interesada supone, en la práctica, relegar los asuntos sociales a un segundo plano. El PSN eligió en 2019, y amenaza con volver a hacerlo en 2023, a UPN para llevar el timón de las principales alcaldías navarras, priorizando su bandera (no sé si la nacional o la partidista) ante otros asuntos nucleares para el grueso de la población navarra, como la política de vivienda, el Servicio de Atención a Domicilio, el ciclo educativo 0-3, los servicios comunitarios de infancia y juventud, la movilidad sostenible, la relación con los concejos (paradigmático, en el sentido negativo, es el caso de Egüés), las políticas de igualdad, el acogimiento de las personas más vulnerables en albergues municipales… y un largo etcétera de medidas que, por lo visto, merecen pasar a un segundo plano. Quizás ha llegado el momento de poner el foco en el nacionalismo de partido, en la priorización, subordinación y pleitesía a las siglas bajo las que algunas se presentan, a los intereses del partido en Madrid, frente a causas sociales mucho más loables.

Porque, no lo olvidemos, anteponer lo identitario –y lo partidista– a otros aspectos sociales tiene consecuencias directas en los servicios públicos que recibe la ciudadanía. El último ejemplo es bien reciente: la decisión del Ayuntamiento de Pamplona –regido por UPN– de romper el convenio con la sociedad pública Nasuvinsa por el que se construirían cientos de viviendas públicas de alquiler social y alta eficiencia energética, para en su lugar vender al sector privado la veintena de parcelas municipales donde se ubicarían estas viviendas. De nuevo, política de derecha pura y dura: apuesta exclusiva por el libre mercado en un sector que –lo hemos comprobado suficientemente– necesita de la regulación y el impulso público para limitar los precios abusivos a los que estamos tan tristemente acostumbrados. No podemos pasar por alto que esta decisión, llevando la firma de UPN, solo es posible gracias a un PSN que ha sostenido a Enrique Maya en el poder. Aprobándole, incluso, los presupuestos municipales.

En Geroa Bai tenemos claro que necesitamos seguir impulsando un cambio profundo en todas las instituciones navarras. Un cambio construido entre diferentes, que atienda a la pluralidad real de nuestra comunidad, en el eje territorial, generacional, de género, lingüístico, de clase… y también en el identitario. Sin reduccionismos que no son más que trampas al solitario e intentos (baldíos) de engañar a la sociedad.

Por ello, nuestra interpelación al PSN es clara: apostamos por ampliar a todas las instituciones donde la ciudadanía nos dé la mayoría pactos que coloquen en el poder a fuerzas políticas de izquierda. Solo de este modo se podrá implementar realmente, de manera integral, una agenda progresista que redunde en el bienestar de toda la ciudadanía, especialmente de quien más lo necesita. Lo contrario supondría, de nuevo, priorizar la agenda partidista antes que la social, algo que la ciudadanía difícilmente entendería.

Como señala el filósofo Daniel Innerarity en su magnífico libro La libertad democrática: “Tiene poco sentido considerar que por un lado están los problemas que tienen que ver con la identidad y por otro los que tienen que ver con la redistribución. Que atender a unos impide hacer caso a otros”. En esta línea, podemos y debemos convertir en fortaleza, en seña de identidad navarra, nuestra capacidad de conjugar diversidad y cohesión social. Que nadie dude de que, allá donde esté en nuestra mano, los hombres y mujeres de Geroa Bai seguiremos trabajando por conseguirlo.

El autor es parlamentario foral de Geroa Bai