Dedicado a Txefo Landa, profesor de Filosofía

Comienza un nuevo curso escolar, y con él vuelve la reflexión de si el modelo educativo es el adecuado para el momento actual. Y si lo es, ¿nos referimos a lo social, a lo económico, al desarrollo humanista? Todo un abanico sobre la capacidad de formar y educar en los conocimientos y valores que necesitan nuestra chavalería como lo que son: personas en ciernes de convertirse en competentes y responsables. Para ello existe lo que se ha venido en llamar las “materias transversales”, alguna de las cuales ha decaído su importancia real, desgraciadamente, como es el caso de la Filosofía.

Ahora que tanto se habla de cultura, en la Declaración Universal sobre diversidad cultural de (2001), UNESCO ya señalaba que el desarrollo no puede ser entendido solo en términos de crecimiento económico, “sino también como medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria”. Es justamente esta dimensión espiritual la que entronca la cultura con la filosofía, no solo con una materia lectiva del currículo escolar. Karl Jaspers afirmaba que los niños son, por naturaleza, filósofos; por algo lo diría.

La vida escolar, cuando es demasiado conductista, lo urgente no deja espacio a lo importante, lo que Kant formula con una pregunta: ¿Enseñamos filosofía o enseñamos a filosofar? En realidad, es preguntarse por la esencia de la filosofía, el origen y el sentido de la existencia, nuestras relaciones humanas y el verdadero buen vivir. Para lograrlo, es preciso aprender a pensar por uno mismo.

Hablar de una educación más humanista es trabajar porque las personas se capaciten en normas, valores y creencias que fomenten el respeto y la tolerancia. De lo contrario, no podemos hablar de verdadera educación. Decimos que la educación comienza en casa. No lo niego, pero si el centro educativo no tiene su base práctica en el desarrollo integral de la persona, no será suficiente. Ninguna persona, da igual su extracción social, puede considerarse con un nivel de educación cualificada si no logra la capacitación en los principios éticos fundamentales. No existe la excelencia académica sin aprehender la dignidad solidaria. Es por lo que hablo de enseñanza humanista como el conjunto de ideas y conductas que expresan respeto por la dignidad, por el bien de los demás y el desarrollo propio ligado al de ellas.

Mi impresión es que hemos echado la toalla, al menos un poquito, a la vista de las enormes dificultades para humanizar a los estudiantes. Es cierto que a veces parece una utopía la formación en una ética para la vida en una sociedad tecnificada y cientificista. Pero no hay que desfallecer, y seguir centrados en el alumno y en su proceso educativo integral de desarrollo humano. Para lograrlo, la Filosofía es una herramienta fundamental por el espacio de reflexión y estímulo que atesora el pensamiento crítico en la educación escolar del siglo XXI.

Junto a los “resultados prácticos”, el crecimiento reflexivo de la filosofía ayuda a que los alumnos no se cieguen con la visión utilitarista de la enseñanza y arrinconen el desarrollo de habilidades blandas, como son la escucha activa, la búsqueda del diálogo, la capacidad de pensar y argumentar… tan fundamentales para ser sujetos éticos, críticos y autónomos. Estamos hablando también del refuerzo que supone también para la cultura de valores que atesora la democracia. No es casualidad que demasiados ciudadanos añoren los autoritarismos en sociedades con democracias que parecían consolidadas.

Además de preguntarse para qué sirve la filosofía, es necesario conseguir que los chavales aprendan a amar la asignatura. Quizá se logre mostrando la utilidad de lo inútil, hablando el lenguaje utilitarista imperante. La Filosofía potencia las capacidades cognitivas de los estudiantes, el ámbito y la actitud de búsqueda de sentido de la realidad. Los resultados en diversos países muestran que la Filosofía en la enseñanza básica desarrolla y genera mejores resultados en sus aprendizajes.

Dedicar tiempo a explicitar las posibilidades del aprendizaje filosófico: desde enseñar a los estudiantes el concepto de ética y libertad que les haga capaces de distinguir el bien del mal y lo justo de lo injusto, hasta visualizar el beneficio de hacernos preguntas sin la impaciencia de las respuestas, así como el beneficio del hecho mismo de razonar por uno mismo sin la presión del corto plazo. La Filosofía enseña también lo que es la Metafísica desde los tiempos de Aristóteles. Sin olvidar que el desarrollo de la política, unido a la historia del pensamiento, viene de la Grecia clásica. Desde entonces se construyen las enormes estructuras de pensamiento de los filósofos, necesarias para comprender la complejidad del mundo que nos rodea.

El Congreso de los Diputados, por unanimidad, decidió que la Filosofía vuelva a las aulas tras años en el ostracismo desde que el PP la eliminó del currículo académico (2013). Aprovechemos el tiempo antes que Vox les convenza para volver a las andadas.