Hace ocho años, un nuevo consejero de Sanidad fue nombrado para recuperar, según sus propias palabras, una sanidad eficaz y eficiente. Este nuevo consejero, Fernando Domínguez, inauguraba la legislatura poniéndose como objetivo la reducción de unas listas de espera “escandalosas”, lograr un “sistema sanitario centrado en el paciente y garantizar la calidad integral de la asistencia”. En sus medidas anunciaba un Plan de Acción Integral sobre dichas listas con el que iban a “racionalizar la demanda”, “corregir los cuellos de botella” y “desarrollar mecanismos de autorregulación”. En la misma presentación, el nuevo consejero iba a “recuperar los servicios privatizados” y a asegurar la prestación de la atención con la “redistribución de los recursos y vaciando las bolsas de ineficiencia existentes”, sea esto último un triple giro lingüístico que encaja bien en un discurso prometedor. A este consejero no le pilló la pandemia, sus cuatro años al frente de la legislatura terminaron como acaban los de todos, con parches, medidas poco valientes, incremento de listas de espera, de sobrecarga laboral y de agravios comparativos.

Ocho años después, el señor Domínguez ha retomado el cargo con un sistema sanitario tremendamente debilitado, decisión valiente donde las haya, ¡eso es innegable! Debilitado no sólo por la pandemia sino también porque, cada legislatura que acaba sin los cambios realmente necesarios sólo trae acumulación de problemas: económicos, laborales, de personal, de pacientes, de obsolescencia, de listas de espera, etcétera. Y retoma un cargo anunciando, ojo, medidas para reducir, de nuevo, las “históricas” listas de espera. Medidas que se reducen a horas extra y derivaciones a la privada. Algo que se viene haciendo desde siempre, aunque lo quieran vender ahora como “medida extraordinaria para una situación excepcional”. Que muy excepcional no es si llevamos más de ocho años con este asunto en cada discurso de investidura.

Damos por hecho que su Plan de Acción Integral no sólo no tuvo ningún efecto durante su primera legislatura –si es que no se quedó únicamente en el título–, sino que tampoco su predecesora e integrante de su equipo durante los años que fue consejero, lo aplicó. También ha anunciado, de nuevo, una sanidad centrada en el paciente, cambio de modelo, accesibilidad, etcétera, etcétera.

Promesas trilladísimas que nunca se cumplen porque, para hacerlo, hay que enfrentarse a un establishment arraigado y una estructura sanitaria anquilosada, hormigonada y miedosa. Porque no es cuestión de mover los “recursos” (dígase más honestamente, el personal) sino de aprovecharlos de la misma forma que se aprovechan todos. Podría ser, por ejemplo, adecuando las jornadas y turnos en todas las categorías, en lugar de –y atentos al revoltijo lingüístico del día– “utilizar la auto concertación con personal propio”, evitando así un derroche incalculable de millones en horas extra.

Desde SATSE, esperamos que la misma valentía que ha tenido el señor Domínguez al coger una consejería hecha unos zorros, la tenga para poner las necesidades del paciente por delante, pero de verdad, renovar un sistema sanitario extremadamente medicalizado, dar prioridad a los cuidados en una población envejecida y con problemas crónicos e invertir en autocuidado, prevención y educación en la salud. La necesidad de cuidados de larga duración es un reto político y sanitario, en una sociedad donde hoy, casi un cuarto de la población es pluripatológico, con un incremento notable de enfermedades mentales, enfermedades crónicas, y de los que un alto porcentaje no necesita un médico sino cuidados de enfermería.

La autora es secretaria autonómica de SATSE Navarra