La herencia política que la alcaldesa Ibarrola ha recibido de su inmediato predecesor se resume en dos conceptos: marrones y ocurrencias. Como buena discípula, se ha mostrado eficaz a la hora de incrementar el elenco con notables aportaciones propias. No es momento de hacer recuento, pero hay un caso en el que marrones y ocurrencias aparecen imbricados en lujuriosa coyunda: la plaza de la Cruz.

Lo último en el azaroso proceso de la desdichada plaza y la colindante calle de Sangüesa es la consulta popular que el equipo de Ibarrola se ha sacado de la manga y que, en su planteamiento y concreción revela, bien el afán de justificar a posteriori una decisión ya tomada, bien una ignorancia absoluta de lo que significa la participación ciudadana. Esta se contempla habitualmente (véase, por ejemplo, UN-Habitat) como el medio para construir consensos, fortalecer la interacción entre ciudadanía y gobierno (municipal, en este caso) y proporcionar legitimidad al proceso de planificación y al plan en sí mismo. Eso requiere deliberación, debate e interacción en las dos direcciones, para proponer soluciones, identificar objetivos e intercambiar información. Por tanto, la participación va más allá de la propia votación y precisa información accesible y completa sobre, por ejemplo, los detalles del proyecto que se debate, posibles alternativas, análisis de impactos ambientales y de otro tipo, de costes y beneficios privados y sociales (con su metodología) y discusión de dicha información con los grupos afectados de una manera u otra (stakeholders). Evidentemente, tiene un coste: los procesos se alargan y es necesario dedicarles recursos humanos y materiales. A cambio, cuanto mayor es la difusión de información y la implicación social en la discusión de proyectos, menor será el coste político y social de su puesta en práctica.

La administración puede usar estos procesos participativos para atender y apoyar demandas ciudadanas o para manipularlas, rechazarlas o despreciarlas, que es lamentablemente lo más habitual. La consulta que plantea el equipo de gobierno municipal parece estar, una vez más, más cerca de lo último que de lo primero. En primer lugar, no tiene nada que ver con lo que significa la participación ciudadana en proyectos urbanos. Se trata más bien de una iniciativa de arriba abajo para legitimar lo ya decidido. Las consultas de este tipo constituyen, junto con la simple difusión de información, las formas más antiguas, y toscas, de participación ciudadana. Una modalidad que podemos denominar pasiva, en el sentido de que no hay contacto directo con los responsables del proyecto ni participación interactiva con otras partes involucradas. El control ciudadano es muy limitado y no hay garantías de que sus opiniones sean tenidas en cuenta y de qué forma. Un lacónico lo tomas o lo dejas. De acuerdo con una socorrida escala de formas de participación en función de la intensidad y la influencia del público en la decisión final, por encima de la consulta está la implicación ciudadana, la colaboración y el empoderamiento. La consulta por sí misma es una mera anécdota: útil si se enmarca en un proceso participativo y transparente; artificio cosmético si lo que se pretende es, por el contrario, hurtar la voz y la información a la ciudadanía y generar una apariencia de escucha.

En un proyecto de la trascendencia del que nos ocupa, apenas conocemos el pliego de condiciones de la concesión del aparcamiento y algunos aspectos muy generales del proyecto de reurbanización. Está por ver, en el primer caso, si se cumplen los requisitos de viabilidad económica para iniciar las obras y las responsabilidades patrimoniales en que se pudiera incurrir. En cuanto a la reurbanización, veamos un ejemplo que puede ser ilustrativo: el documento informativo del Ayuntamiento habla de bancos y jardineras de acero. Podemos pensar que se quiere configurar un espacio público amable y habitable. Concretamente, dice que se instalarán “diez bancos tradicionales de madera, así como bancos metálicos curvos”. ¿Saben cuántos bancos hay hoy en la plaza? Cuarenta y seis, banco arriba, banco abajo. Hay razones fundadas para sospechar que el objetivo es despejar la plaza de lo que pueda inducir a su disfrute ciudadano como ámbito de convivencia y transformarla en lugar de paso o de consumo, en la estrecha y depredadora lógica del neoliberalismo urbano.

Son dos muestras de una información insuficiente y sesgada para una consulta que no es tal, sino que se pretende, como decía, ratificadora de una decisión ya tomada. Manipulación y desprecio de las demandas ciudadanas. No ha habido debate ni información. Únicamente una sesión pública para explicar los detalles de la consulta que dejó mucho que desear. En cuanto a la consulta en sí, la primera manipulación se produce en la unión tan interesada como injustificada del aparcamiento en la calle Sangüesa y la reurbanización de la plaza de la Cruz. Unión que, por cierto, puede generar algún quebranto a las arcas municipales, como bien sabe el equipo municipal de UPN. Se intenta colar un proyecto que se intuye impopular y oscuro (en su génesis, intereses a los que sirve, viabilidad y resultado final sobre la asignación de plazas de aparcamiento) como un triste plato de lentejas envuelto en el celofán de la reurbanización de la plaza, idea esta que (a falta de conocer los detalles concretos) sí puede suscitar un considerable consenso.

La otra pata de la aludida manipulación es un cuestionario que cabría presumir una chapuza de aficionados, si no fuera porque sirve perfectamente a los intereses pretendidos (puede verse en la página web municipal). Las preguntas 1 (“¿Estás de acuerdo en reurbanizar la plaza de la Cruz y las calles adyacentes manteniendo el arbolado central de la plaza?”) y 2 (“¿Estás de acuerdo con la construcción de un aparcamiento subterráneo de la calle Sangüesa?”) parece que van dirigidas a un pronunciamiento claro sobre ambas obras. Sin embargo, esto se tuerce en el momento en que las respuestas posibles no son sí o no, sino que se les añade la coletilla “en cualquier caso”, que admite diversidad de interpretaciones. Por otra parte, ¿qué significa “manteniendo al arbolado central de la plaza”? ¿Qué es el arbolado central de la plaza? A la pregunta 2.1 (coincide en su enunciado con la 2: “¿Estás de acuerdo con la construcción de un aparcamiento subterráneo de la calle Sangüesa”?) se presentan cuatro opciones, de las cuales la b es: “Sí, si se lleva a cabo la reurbanización de la plaza de la Cruz y esta conlleva la pérdida de plazas de aparcamiento en superficie”; y la c: “No, si no se reurbaniza la plaza de la Cruz”. Habida cuenta de que en la escueta descripción que se proporciona de la urbanización queda claro que se reducen plazas en superficie, ambas respuestas son equivalentes.

La única pregunta clara es la tercera: “¿Tiene usted coche o moto?” (lo mismo te tratan de tú que de usted). Las respuestas, sí o no. La duda es qué pinta esa pregunta, si no es para proporcionar grados de libertad adicionales en la interpretación de unos resultados difíciles de formalizar.

Dice el equipo de Ibarrola que desea conocer la opinión de la ciudadanía. Seguramente hay modos y técnicas mejores que la consulta. Pero, en todo caso y a la vista de cómo se plantea, no parece que sea ese el interés que lo mueve.