Como es sabido, dado que ya se han publicado diversas reacciones muy críticas al respecto, el pasado día 4 el señor Zabalza Arregui, director general de Memoria y Convivencia, se ha mostrado en un artículo de prensa favorable a la resignificación del Monumento a los Caídos, ratificando la postura expresada en diversas ocasiones por su partido en el Ayuntamiento de Pamplona. Y lo ha hecho esgrimiendo argumentos del crítico de arquitectura Robert Bevan, sacando a relucir el ejemplo de un bajorrelieve de Mussolini ubicado en Bolzano y tildando de forma estridente a quienes apoyamos el derribo del edificio carlofascista pamplonés como iconoclastas, localistas y socialmente y políticamente minoritarios. No se sabe si, en esta última cuestión, el señor Zabalza considera dentro de la mayoría cosmopolita e ilustrada a UPN, PP y Vox, que nunca han verbalizado la realidad de lo sucedido en Navarra tras julio de 1936.

La postura actual de Zabalza y de otros representantes de su partido (más importante la de aquel por el cargo que ocupa) fue anticipada por otros miembros del mismo en 2017. Entonces, el arquitecto Javier Torrens Alzu, candidato del PSN diez años antes a la alcaldía de Pamplona, fue uno de los firmantes de una propuesta que planteaba la resignificación del Monumento de los Caídos para albergar en su interior un museo de la historia de Pamplona. Consideraban que la desacralización del Monumento a los Caídos y la retirada de “los restos de quienes habían sido inhumados” (en referencia a los golpistas Mola y Sanjurjo y a los requetés que les acompañaban en la cripta) representaba, a su juicio, una “despolitización” que permitía, con un nuevo uso, la conservación del edificio, del que se elogiaba su valor artístico y arquitectónico.

Otro de los firmantes, Francisco Javier Zubiaur Carreño (exdirector general de Cultura, exdirector del Museo de Navarra e hijo de José Ángel Zubiaur Alegre, responsable este en buena medida de la simbología de la que se dotó al edificio en 1940-1960 y subprior en aquella época, y también en 2002, de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, la entidad carlofascista que organizaba los actos y misas franquistas en la cripta hasta hace pocos años) señaló en una entrevista en Diario de Navarra en abril de 2017 que el derribo del Monumento sería algo propio de bárbaros talibanes y que, si bien el simbolismo del mismo era “grande” y su iconología estaba cargada de “un cierto tono épico”, con los años había ido “perdiendo ese valor simbólico”. Esos argumentos, como es obvio, olvidan de que los máximos talibanes de la historia de Navarra fueron los carlofascistas que, tras la masacre que impulsaron en nuestra tierra, impusieron a la ciudadanía no solo monumentos y rituales de exaltación de un régimen en el que fueron ellos los máximos beneficiados durante décadas, sino también formas de vida tridentinas y un modelo educativo nacionalforalcatólico coercitivo y censor que laminaba la posibilidad de lectura de muchísimos autores y pensadores contemporáneos esenciales.

Por aquellos días, el expresidente del PSN/PSOE, y exconsejero de Educación y Cultura, Román Felones, también se manifestó en contra de la posibilidad de demolición del Monumento añadiendo a los argumentos subjetivos ya aludidos de su valor arquitectónico y de la pérdida de “todo significado de exaltación del régimen franquista”, el de la necesidad de asumir la guerra civil “en su totalidad, tratando de situar los acontecimientos en su contexto”. Esa memoria integral, nunca plasmada institucionalmente ni por el PSN ni por UPN, sería la base del memorial cívico que debería construirse allí para recordar los hechos más significativos.

También hay que recordar que el PSOE, en unión de Unidas Podemos, se negó a aceptar en el proceso de negociación de la Ley de Memoria Democrática de 2022 las enmiendas presentadas por un grupo de asociaciones memorialistas navarras que planteaban calificar al Monumento de elemento contrario a la memoria democrática, así como acciones subsiguientes de eliminación. Aquellos mismos partidos consiguieron, asimismo, que EH Bildu retirara una enmienda en el mismo sentido. También votaron en contra, ya en el Senado, de enmiendas similares presentadas por el senador Koldo Martínez. Y finalmente conformaron una redacción del artículo 35.1 de aquella ley completamente amoldada al espíritu de la resolución del TAN de 2008 que afirma que el edificio, al ser tapados algunos de sus símbolos y leyendas por el Ayuntamiento de UPN, dejaba de ser un símbolo franquista, complementándolo con un artículo 35.6 que lo vuelve a blindar por motivos de protección arquitectónica.

De cualquier forma, volviendo a los argumentos esgrimidos por el señor Zabalza, estos obvian muchísimas cuestiones.

Los esquemas resignificacionistas son una traslación al ámbito simbólico de la impunidad del franquismo y de sus victimarios, protegidos ante la ley por los tribunales mediante una interpretación abusiva de la Ley de Amnistía de 1977 al impedir, incomprensiblemente, la realización de investigaciones judiciales. El proceso amnésico/amnistiador del Estado español es una anomalía en occidente. Otros países, además de castigar a los victimarios de mayor nivel, enjuiciaron también a los de estratos inferiores, si bien con tardanza y con vacíos. Además, la indulgencia judicial española se ha extendido también, a causa de la hegemonía cultural y política de la derecha, al ámbito académico, ya que son muy pocos los historiadores que osan retar al establishment e indagar en los victimarios de la limpieza política registrada.

Además, cómo se va a confiar en una resignificación de ese edificio, tan inequívocamente carlofascista y franquista, en orden a la conformación de un pretendido espacio que explique el pasado, cuando las significaciones de los lugares de memoria ubicados en fosas comunes o en centros de detención reconocidos por la Dirección General de Memoria y Convivencia del Gobierno de Navarra no han adoptado una memoria integral al olvidarse sistemáticamente de mencionar quiénes fueron los victimarios. Con lo que se podría sospechar que esa pretensión resignificadora reincidiría en un relato desmemoriado y amnistiador de quienes sembraron la muerte, el dolor y la desolación en nuestra tierra.

También llama la atención que se maneje, plagiando de un artículo publicado en eldiario.es en 2017, el ejemplo resignificador de un símbolo arquitectónico italiano exaltador de Mussolini. Sin duda, Zabalza no ha leído a Scurati. Si lo hubiera hecho, sabría que la implementación de una violencia salvaje de los escuadristas contra la izquierda fue un elemento clave para la llegada al poder del fascismo en Italia en 1922. En la práctica de esa violencia sobresalió, con su maza de hierro, Italo Balbo, interlocutor en marzo de 1934 de los requetés navarros representados por Antonio Lizarza para la consecución de armas, entrenamiento, asesoría, financiación y otras cosas. No, Zabalza, el espejo mussoliniano no es un buen ejemplo.