En todo el mundo la inmensa mayoría de los textiles, más del 80%, se desechan y de esta forma escapan del sistema cuando se depositan en vertederos o se incineran o acaban en el medio ambiente. Los sistemas de recogida selectiva de textiles están muy poco desarrollados y no recogen todos los textiles que se ponen en el mercado.

Tal y como se dice en la revista Residuosprofesional, en nuestro sistema textil actual, la mayoría de los modelos de negocio son lineales: se basan en grandes volúmenes de productos nuevos, fabricados con recursos vírgenes, que a menudo se utilizan durante poco tiempo y luego se tiran. Actualmente, los productos no siempre están diseñados para durar y a menudo son difíciles de reciclar.

La recogida selectiva es la única forma de evitar que los textiles acaben en el flujo de residuos o, peor aún, en el medio ambiente. Pero hoy en día, la recogida selectiva y la clasificación no son rentables. Recoger y gestionar los textiles desechados tiene un coste (más allá de los textiles con alto valor de reutilización), y las empresas de clasificación de todo el mundo experimentan dificultades de rentabilidad. Este es un obstáculo clave para lograr una economía circular de los textiles.

La Agencia Europea de Medio Ambiente (AEM), en uno de sus últimos informes describe el panorama de los residuos textiles de la siguiente manera: mucha generación de residuos y poca recogida selectiva, que significa que en una importante proporción acaba mezclada con otros residuos. El Estado español está entre los primeros generadores de residuos, con una gran proporción de desechos que terminan en el cubo de basura general y una tasa material reciclable recuperado muy bajo: un 3% frente al 12% de media en la UE.

La producción de ropa genera grandes impactos ambientales en forma de contaminación del agua, emisiones de gases de efecto invernadero y residuos. Además, la moda rápida ha provocado un gran aumento en la cantidad de ropa producida y desechada.

La industrial del textil y de la moda es una de las más contaminantes del planeta. Pero, ¿cuáles son los impactos ambientales que genera? Según la revista Residuosprofesional, se necesita mucha agua para producir textiles, además de tierra para cultivar algodón y otras fibras. Un ejemplo: para fabricar una sola camiseta de algodón se necesitan 2.700 litros de agua dulce, suficientes para satisfacer las necesidades de agua potable de una persona durante dos años y medio.

Siguiendo con los impactos ambientales, se estima que la producción textil es responsable de alrededor del 20% de la contaminación del agua limpia del mundo por los productos de teñido y acabado, y del 10% de las emisiones globales de carbono, más que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos.

El informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEM) viene a decir que el nivel de producción necesario para tener a la mano un flujo constante de nuevas camisetas a 4 euros, pantalones a 16, vestidos o faldas a 20 ha convertido a la moda en una de las mayores presiones sobre el medio ambiente: consume gran cantidad de agua, materias primas y plástico además de comerse grandes extensiones de terreno para fabricar al ritmo exigido. La fast fashion, que consiste en la provisión contante de colecciones a muy majos precios, ha hecho “estallar” según la Agencia Europea de Medio Ambiente, el número de prendas que se fabrican y, también, que se desechan.

Hay, por tanto, cada vez más cantidad y, por otra parte, de muy baja calidad que los propios recicladores, que antes podían utilizar esas fibras para otros usos, se encuentran con fibras que se deshacen o químicos que imposibilidad reutilizarlas.

Actualmente en la Unión Europea se tiran unos 7 millones de toneladas de textiles al año, que supone 16 kilos por persona. En el Estado español son unos 21 kilos por ciudadano o ciudadana cada año. Prácticamente toda esa basura se genera en los hogares –son residuos postventa– y casi toda es desperdiciada. Gestionar tal cantidad de desechos se ha convertido en una necesidad. La ley europea obligará dentro de seis meses –el 1 de enero de 2025– a que todos los Estados tengan recolección separada de prendas.

En el caso de Navarra, según datos que proceden fundamentalmente de la Oficina de Prevención de Residuos, promovida por el Gobierno de Navarra, y de Emaús Navarra, la media de recogida selectiva por generación es de un 16,48% –la segunda más alta del Estado–, cuando la media estatal de recogida selectiva de residuos textiles es de un 12,16%. Por tanto, en Navarra, se desecha el 83,52% de ropa. En nuestra comunidad, Traperos de Emaús hace una labor encomiable, de la que he hablado en este diario en otras ocasiones.

Actualmente, ya tienen un sistema de separación obligatorio funcionando en Francia, Italia, Finlandia, Bélgica, Polonia, Dinamarca y Eslovenia. En 2025 será obligatoria en todos, incluida España. Además, la norma exige que se implante un esquema de responsabilidad ampliada del productor, es decir, que sean los vendedores de ropa los encargados de recolectar los residuos para reciclarse.

Con todo, los países de la Unión Europea tienen una capacidad de reutilización y reciclado limitada por lo que una proporción grande de las prendas que se recogen son exportadas a terceros países, sobre todo de Asia y África, y en muchas ocasiones su destino es bastante dudoso en cuanto a su aprovechamiento.

Se trataría de producir mucho menos, de mejor calidad y que sea reparable. De hecho, la nueva normativa europea especifica que los productores deben promover la reutilización y la reparación porque están reconocidas como prácticas “medioambientalmente más sostenibles”, por delante del reciclado.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente