Llegan las fiestas patronales y la cultura popular se sobreexcita. Algunas expresiones muy manidas llenan la boca (y las pancartas) de todos aquellos que hacen del orgullo patrio la seña de identidad, convirtiéndolo por breves días, en cultura popular. Así, expresiones de: “somos los mejores, aquí nadie es forastero” se convierten en la seña de identidad de cualquier población de nuestra piel de toro. Las similitudes en la gran mayoría de las poblaciones superan a las diferencias. En este aspecto la temperatura ambiental domina sobre la temperatura interna en cuanto a los aditamentos con que, especialmente los jóvenes por edad o por corazón, acompañamos las actividades de ocio nocturno. Si a ello le sumamos las actividades laborales de nuestros progenitores, obtenemos el traje a medida de la cultura popular.

En el caso de Vitoria, provincia que hasta su despegue industrial era eminentemente dedicada al cultivo de la patata y a ser tratantes de ganado, más de un tipo que de otros, cuando llegan las fiestas, los grandes protagonistas son los jóvenes. La uniformidad es algo común, casi cuestión de fe el ropaje con que nos aderezamos. La expresión de que hay que ser diferente con los diferentes lo abandonamos para la charla de café invernal. Las cuadrillas tienen un signo de identidad y este es el uso de la “blusa”, una especie de camisón hasta la cintura, sin botones, abierta por el centro y anudado en la parte inferior. El color predominante es el negro, aunque los hay de otros colores, más alegres. La televisión autonómica sale a la calle, hace entrevistas y a la pregunta de la uniformidad de la blusa, qué representa para el pueblo, responden henchidos de orgullo que eso es muy típico, que es un homenaje a sus abuelos (a la profesión de sus abuelos, aclaran) y que ello forma parte de la cultura popular. Lo dicen con orgullo patrio y también aclaran que a las cuadrillas les llaman popularmente “Los Blusas”, que es un honor pertenecer a ellas y que son el alma de la fiesta.

En el caso de Teruel, con temperaturas muy similares a las de Vitoria, también se celebran las fiestas patronales en fechas cercanas. Tiene alguna particularidad en la celebración de pruebas deportivas, como torneo de pelota, de los más antiguos de España, con más de 80 años de trayectoria. El traje de fiesta es similar al sanferminero de última generación. Pero en cuanto a la cubierta exterior, ambos vitoriano y turolense, son muy similares. Utilizan una blusa prácticamente idéntica que cumple la misma función, tanto para protegerse del frio como ser nexo de unión entre los miembros de la cuadrilla. Estos últimos también nos dicen que es un homenaje a sus antepasados, que siempre los han utilizado, como si les diera cierto reparo, un poco avergonzados de mantener intacto el folclore. A estas blusas, mayoritariamente negras, en Teruel les llaman “gorrineras”, nombre muy apropiado y que hace honor a la profesión de sus ancestros.

La antropología social comparada indiciará que tanto unos como otros utilizan los mismos ropajes aunque la denominación que utilizan es muy diferente, casi antagónica, pretenciosa en un caso y labordetiana en el otro. Han estado tan solos, otra noche y otro día, que casi les duele la compañía, aunque no se amargan. Es lo que tiene el ser de posibles o defender que Teruel también existe, abandonada incluso por sus más cercanos allegados; aunque anodina, es sencilla a carta cabal. Cada cual es cada cual.

El polígono industrial y el torico (miniaturizado) representan las 2 realidades; el altavoz del orgullo de pertenencia y el silencio montaraz, para no molestar.

Con frecuencia creemos ver caras en objetos; y estas visiones se potencian cuando utilizamos los términos que las definen. La cotización de la palabra usada es el reflejo de su futuro y este es más triste que una tarde de domingo.