Hace unos meses, al calor de las movilizaciones del campo navarro y del campo español, la izquierda navarra señalábamos en el Parlamento Foral que el mayor peligro que acechaba al sector primario era su continua neoliberalización. Por entonces, pese a los intentos de instrumentalizar políticamente sus legítimas reivindicaciones, e incluso, de pervertirlas totalmente, afirmábamos que la contradicción no se encontraba entre la agricultura y las políticas verdes como algunos negacionistas pretendían hacernos creer. Afirmábamos que la contradicción se encontraba entre los fondos de inversión y los agricultores; que la contradicción se encontraba entre la agroindustria y el modelo social y profesional de la agricultura; que la contradicción se encontraba entre las distribuidoras y los productores, y que la gran contradicción se encontraba principalmente entre el capitalismo y el propio campo.
Hoy, meses después, al calor de las noticias que nos llegan sobre el nuevo el Acuerdo de Libre Comercio entre la Unión Europea y Mercosur (bloque económico del que forman parte Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, como miembros de pleno derecho, y Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Panamá, Guyana y Surinam como estados asociados), debemos volver a señalar con la mayor de las contundencias que el capitalismo y las políticas neoliberales son la mayor amenaza existente para el campo navarro y para el campo español.
Tras más de veinte años de negociaciones entre la UE y Mercosur, estas podrían culminar con un acuerdo de libre comercio fuertemente criticado por los agricultores y por la izquierda europea. El tratado supondría un desmantelamiento de aranceles ya que Mercosur liberalizará el 91% de sus importaciones (91% de líneas arancelarias) y la UE liberalizará el 92% de sus importaciones (95% de líneas arancelarias). Esta eliminación de aranceles afectaría a productos agroalimentarios, al sector industrial (automóvil, bienes de equipo, productos químicos, farmacia, textil o calzado) y al sector servicios (financieros, telecomunicaciones y transporte marítimo). En un contexto de repliegue proteccionista estadounidense con la victoria de Trump y de creciente presencia china en América del Sur, la UE quiere establecer un mastodóntico tratado de libre comercio con Mercosur que pone al sector agrícola y ganadero europeo, y por ende al navarro, concretamente al modelo social y familiar, a los pies de los caballos. Los tratados de libre comercio establecen unas reglas del juego de las que se beneficia solo la agroindustria, en manos de multinacionales y fondos de inversión, en perjuicio de la agricultura ligada al territorio, conformada por agricultores profesionales como los que dan vida al medio rural de nuestra comunidad.
En la actualidad, existe una creciente concentración de poder en cada uno de los eslabones de la cadena alimentaria en favor de grandes empresas, así como una creciente concentración de tierras en pocas manos. Este tratado ahondaría aún más en ese proceso de concentración de poder en favor de los oligopolios de la agroindustria. De nuevo, Europa sacrificaría a sus agricultores y ganaderos en beneficio de la potencial expansión del sector industrial y del sector servicios a un nuevo y enorme mercado. El problema se encuentra en que la destrucción de la agricultura social y profesional no se compensa con el crecimiento de otros sectores económicos porque el papel que juega es estratégico para transitar hacia la soberanía alimentaria europea.
Tanto las comunidades campesinas de los países de Mercosur como los agricultores profesionales europeos están en riesgo de extinción, y con ellos, unas prácticas agrícolas más respetuosas con el medio natural, así como un medio de vida que arraiga a la población al territorio. Nuestro mundo rural depende de la agricultura con agricultores, pero un sector agrícola dominado por la agroindustria solo augura la uberización del campo y el continuo despoblamiento del medio rural. Es una absoluta contradicción que el acuerdo haga referencia a la lucha contra la deforestación, la sostenibilidad o el Acuerdo de París cuando pretende que consumamos productos, aquí y al otro lado del Atlántico, que dejarán una huella de carbono descomunal en su transporte. Lo que sí va a ocurrir es que los productores europeos van a sufrir el dumping social y ambiental de grandes multinacionales que a su vez también despojan de tierras a las comunidades campesinas latinoamericanas. Que el acuerdo sería perjudicial para la agricultura socialmente necesaria en Europa es tan evidente que la propia Comisión Europea prepara ya un fondo de compensación para los agricultores.
Por todo ello, en estos momentos se están produciendo movilizaciones en toda Europa en las que se plantea que la línea a seguir debe ser la contraria a la diseñada por el acuerdo entre la UE y Mercosur; poner fin a la competencia desleal consustancial a los tratados de libre comercio; añadir a la lista negra de la directiva sobre prácticas comerciales desleales la compra de productos agrícolas por debajo de los precios de producción; regular los mercados para garantizar precios mínimos de entrada de importaciones y regulación del volumen; y garantizar un presupuesto y redistribución de la PAC para una transición hacia la agroecología protagonizada por la agricultura social y profesional. Este es el camino para transitar hacia la soberanía alimentaria que no es, ni más ni menos, que decidir qué llevamos a nuestra mesa y cómo lo producimos por encima de los intereses de la agroindustria.
Por el futuro del campo europeo, este tratado hay que pararlo. Francia, con un potente movimiento campesino, está en contra del acuerdo, al igual que lo están también Austria, Polonia y Países Bajos, pero juntos, estos países no suman el 35% de la población europea, por tanto, son insuficientes para bloquearlo en el Consejo de la Unión Europea. Navarra y el conjunto del Estado Español tienen que oponerse con la mayor de las contundencias a este acuerdo tan lesivo para nuestro mundo rural y para la estrategia de adaptación a la crisis climática. El futuro del campo navarro, como el del conjunto del campo español, no puede ser moneda de cambio de un neoliberal acuerdo de libre comercio.
El autor es coordinador general de Izquierda Unida de Navarra y portavoz parlamentario de Contigo Navarra-Zurekin Nafarroa