La Carpa Universitaria ha vuelto a dejar huella en Pamplona
Nuestros universitarios –espero sinceramente que no todos– convirtieron durante varias horas una parte de la ciudad en un auténtico estercolero
Pasada la resaca de la Carpa Universitaria un año más, creo que conviene realizar algunas reflexiones necesarias sobre lo ocurrido.
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Como viene siendo habitual, esta fiesta universitaria, celebrada en las instalaciones del CD Amaya y sus inmediaciones, ha vuelto a dejar huella en nuestra ciudad, y no precisamente positiva. Bastaba con darse un paseo por el parque de la Media Luna a las cuatro de la tarde para contemplar con estupor cómo el suelo del lugar quedaba cubierto de botellas, plásticos, vasos y cristales rotos. Todo ello sin mencionar las faltas de respeto hacia los viandantes que tuvieron que sufrir los excesos de algunos asistentes.
Nuestros universitarios –espero sinceramente que no todos– convirtieron durante varias horas una parte de la ciudad en un auténtico estercolero, en un lugar inhóspito, impropio del nivel cívico que se espera en una sociedad como la nuestra.
Si “tú ensucias, tú limpias”
Esta situación merece una reflexión seria a varios niveles. Por un lado, sobre el comportamiento incívico de esos jóvenes que consideran que divertirse implica hacer lo que les apetece sin que nadie ponga límite a sus excesos. ¿Por qué tenemos que soportar los ciudadanos que un grupo se apropie así de la ciudad? ¿Es acaso necesario ensuciar y degradar el entorno para que haya diversión? Quizás haya llegado el momento de recordarles claramente que si “tú ensucias, tú limpias”.
Por otro lado, observé con asombro cómo el Ayuntamiento tuvo que desplegar medidas excepcionales para limpiar la basura generada, con brigadas de limpieza que trabajaban frenéticamente detrás de los asistentes, mientras estos, sin inmutarse lo más mínimo, seguían ensuciando delante de quienes limpiaban. Estos recursos, no lo olvidemos, son públicos y proceden de los impuestos de todos nosotros. ¿Por qué la administración local debe compensar con sus medios extraordinarios la falta evidente de educación y civismo de quienes, siendo universitarios, deberían haber aprendido desde la infancia valores básicos como el respeto a los demás?
¿Medidas ecológicas?
Además, conviene destacar una contradicción preocupante respecto a las supuestas medidas ecológicas: la entrada al recinto estaba plagada de vasos reutilizables abandonados. Y esto ocurría porque, paradójicamente, sólo podían utilizarse vasos adquiridos en el propio evento, forzando a los asistentes a abandonar los que llevaban consigo para comprar otros nuevos. Muy poco ecológico, ciertamente.
¿Para qué sirve tanta educación ambiental en las aulas, tanto énfasis en cuidar el planeta, si al primer evento masivo todo queda olvidado y prevalece la irresponsabilidad más absoluta?
Espero que estas líneas sirvan para abrir un debate serio sobre el modelo de eventos que queremos para nuestra ciudad y para fomentar una verdadera cultura del respeto y la sostenibilidad entre nuestros jóvenes.