El pasado martes 17 de junio, sobre las 22:30, una enfermera del servicio de Observación del Hospital García Orcoyen (Estella), fue víctima de una agresión brutal por parte de un paciente. No fue un altercado más, sino un episodio de violencia extrema en un entorno donde, durante el turno de noche, una sola enfermera atiende a todos los pacientes.
El agresor sujetó a la profesional por las muñecas, intentó empujarla al suelo –donde él mismo había orinado– y trató de humillarla mientras ella intentaba zafarse. La persiguió fuera de la habitación, agredió también a una médica –que pasaba de manera fortuita por el servicio y pudo dar la voz de alarma– y a un vigilante de seguridad. Solo la intervención de cinco agentes de Policía Foral y un técnico de ambulancia permitió reducirlo.
Durante el episodio, el resto de pacientes ingresados quedaron completamente expuestos, sin posibilidad de defensa ni atención médica adecuada, en una situación de auténtico peligro y teniendo que evacuarlos a boxes contiguos sin la monitorización necesaria.
Para entender el contexto en el que ocurrió la agresión, es necesario conocer cómo se organiza el personal durante el turno de noche. Los servicios de Observación y Urgencias comparten supervisión y personal; aunque no comparten espacio físico, sí están situados de forma contigua en la misma planta. En el servicio de Observación, sólo trabaja una enfermera para atender a seis pacientes, sin el apoyo fijo de una TCAE, ya que esta se comparte con el servicio de Urgencias. Cabe destacar que en el resto de Observaciones de hospitales de Navarra, y del resto del país, lo habitual es contar con una enfermera y una TCAE por cada seis pacientes (número de camas con las que cuenta el servicio de Observación de dicho hospital).
En Urgencias, durante la noche, históricamente han habido tres enfermeras: una para cubrir la Observación, una para cubrir las salidas de UVI móvil (y que por tanto, en cualquier momento se puede ir a un aviso) y una para cubrir toda la Urgencia (triaje, urgencias vitales y pacientes en boxes). Dado que cuando la enfermera de UVI móvil se iba, la tercera se quedaba sola, este pasado enero se añadió una cuarta enfermera para evitar esos momentos de vulnerabilidad y riesgo en el servicio de Urgencias. En algún momento se decidió colocar a esta nueva enfermera el papel de “apoyo observación”, volviendo al problema de origen: dejar, cuando se va la enfermera de UVI móvil, funciones tiempo-dependientes, propias de Enfermería, al descubierto.
La respuesta de Gerencia ante dicho escenario ha sido: ausencia total de respuestas a los correos de los profesionales preocupados, interrogatorios a las enfermeras presentes en Urgencias durante el incidente, la instalación de un timbre únicamente en el box donde ocurrió la agresión (al que, con suerte, se puede llegar mientras te están atacando) y la orden directa de movilizar de forma continua a la segunda enfermera añadida el pasado enero, de Urgencias a Observación.
Esta última medida, lejos de resolver el problema, deja a Urgencias de nuevo en una situación de riesgo, confiando, al parecer, en la omnipresencia como nueva competencia profesional.
La solución, aparte de evidente y en armonía con el resto de servicios de Observación de la comunidad, es mucho más sencilla y lógica que esperar que una enfermera se divida en dos: la contratación y presencia continua de una TCAE en el turno de noches. Por un lado, porque la mayoría de labores a realizar durante la noche en dicho servicio son competencia propia de TCAE (acompañamiento, cambios posturales, higiene básica y movilización de pacientes), y por otro, porque quitar una enfermera de Urgencias para cubrir la Observación, vuelve a dejar a una enfermera sola cuando se va la UVI móvil para cuestiones tiempo-dependientes como son el triaje o las urgencias vitales, además de atender correctamente a los pacientes, tanto adultos como pediátricos, que se encuentran en los boxes y que no olvidemos, en cualquier momento se pueden complicar.
Por todo lo expuesto, se considera imprescindible la asignación estable y permanente de una TCAE durante el turno de noche en Observación en vez de volver a dejar la Urgencia expuesta. Sin su presencia, la enfermera debe asumir estas funciones además de sus propias responsabilidades de vigilancia clínica y tratamiento, lo que aumenta la carga laboral, disminuye la eficiencia y compromete la seguridad de pacientes y profesionales.
Este grave incidente debería ser el impulso definitivo para atender esta demanda histórica. Porque la verdadera solución al miedo no es tapar dos cabezas con un solo sombrero, sino garantizar los recursos necesarios para una atención segura, digna y de calidad, tanto para los profesionales como para los pacientes a su cargo. l
La autora es enfermera del servicio de Urgencias del Hospital García Orcoyen*