La anunciada remodelación del Paseo de Sarasate, con un costoso presupuesto al que añadir la inversión en redes de todo tipo de la Mancomunidad, convierten la obra en una gigantesca iniciativa municipal para adecuar un espacio urbano al que una actuación más sencilla y económica permitiría que siguiese siendo eso, un paseo y un tránsito entre barrios, aun peatonalizando las dos calzadas de ambos lados, norte y sur, pero sin los bordes de acero corten que crean una barrera tan infranqueable como antiestética, haciéndolo accesible por ambos lados. Como era antes aunque, eso sí, obligando a pisar unos jardines en los que no crecía la hierba, no sé muy bien porqué causa.
Miedo da pensar en que la actual pavimentación sea sustituida por la más “moderna” de losas grises que tanto han proliferado en los últimos años por la ciudad y que tienen la virtud de quebrarse, al parecer con gran facilidad, que obliga a constantes acciones de reposición. Y risa me produce que desechada la necesidad de suprimir el arbolado, que hace unos cuarenta y cinco años sustituyó a los olmos enfermos que hubo que talar con otros miles en la ciudad, el debate se centre en el traslado de las esculturas que, sobrantes de las colocadas en el Palacio Real de Madrid, fueron definidas como de Reyes de Navarra para justificar su ubicación en tan céntrico lugar.
Dejando al margen la perspicacia del fisonomista que las declaró, me imagino que tras largos estudios sobre el aspecto físico de los auténticos, cabe pensar que la desidia que han merecido desde su instalación se ha debido más a su origen como excedentes que a su figura. Confieso que ni siquiera eran un reto para los niños de entonces y no solo porque el “japi” persiguiese cualquier intento de pisar los jardines sino por la falta de atractivo de los pétreos y sosos pedestales para tratar de trepar hasta las figuras. Tuvimos que conformarnos con el uso de los bancos como parque infantil y lo mejor, el uso de las cadenas del monumento a los Fueros como columpios.
Por eso el debate sobre el traslado de las esculturas puede ser un entretenimiento dialéctico y que le pregunten a la de la “Mariblanca”, con la experiencia de traslados que tiene, si no sienta mejor estar en un lugar tan apacible y bonito como La Taconera. Y de paso hacer unos pedestales de más “diseño” que los actuales.
Yo pienso que lo únicos reyes interesantes son ahora los de la Comparsa y a cierta distancia, los de la baraja. Porque los mandamases ya no son reyes, son auténticos amos y dan miedo.
Ver a los de China, Rusia, Corea del Norte juntos y presidiendo un desfile militar de enormes proporciones y potencial con el que nos amenazan a todos los que no comulguemos con ellos, “acojona”. Y si sumamos al de EEUU, India y otros del entorno, no pensar que los ciudadanos de a pie no pintamos nada es estar en el error por mucho que algunos que se autodefinen como líderes políticos piensen que les tienen respeto por hacerles el “rendez-vous” continuamente y presentar lo que son sus exigencias como lo que más conviene a nuestro bienestar. Y mientras tanto, se da el Holocausto de los palestinos en Gaza, la invasión en Ucrania y otras salvajadas similares sin que les tiemble a ellos el pulso y a los demás la vergüenza de su incapacidad para afrontar tanta barbaridad.
De pequeños, muchos estudiamos la historia sagrada y en ella la lucha entre David y Goliat y yo me pregunto ¿no hay nadie dispuesto a hacer de David en este panorama lleno de “Goliats”? ¿Hay que continuar con y en unos organismos que se crearon para la paz y no sirven ni para defender la democracia? ¿En que quedan las declaraciones y compromisos de los Derechos Humanos? ¿Es tolerable tanta pleitesía ante estos déspotas por muy poderosos que sean? ¿Debe la economía primar sobre principios democráticos sin menoscabo de la dignidad humana?
Ya sé que se considerará de ilusos pensar que otras políticas son posibles pero la historia está repleta de ejemplos de personas que se distinguieron en ella por su dignidad, defender y a veces lograr cambios si no suficientes, si notorios. La propia creación de muchas de las actuales Instituciones supuso ese cambio que hoy no parece hacerlas útiles pero sí lo fueron inicialmente. Y nos toca ahora devolverles la virtud con la que nacieron incluso expulsando a quienes las hacen tan inútiles.
Europa podría ser buen ejemplo para ello y aunque su papel en el mundo hoy en día parezca marginal, si sabemos sentirnos autosuficientes aunque sea a costa de que seamos más indigentes, veremos, a los tiranos de hoy, reñir entre ellos en un futuro no lejano por tratar de ser más fuerte que los otros. Y no olvidemos que los pueblos también saben reaccionar. El desmembramiento de la URSS es un ejemplo reciente, entre otros, de la reacción de los pueblos ante las dictaduras.
No corren buenos tiempos para la democracia. La política, bien entendida, ha sido sustituida por la descalificación, el insulto y el desprestigio institucional. La polarización en extremos radicales justifica situaciones inconcebibles en una sociedad formada. Hasta la justicia se ha sumado a poner patas arriba la presunción de inocencia y el rigor del procedimiento sumarial. Y una aureola de sospecha de corrupción, a veces fundada, impera en la sociedad “iluminada” por redes sociales y medios de comunicación convertidos en instrumentos de manipulación. E invitan al pesimismo ver concentraciones políticas más dedicadas a insultar al adversario que a proponer ideas y medidas.
Por eso quizás lo más acertado sea centrarse en un debate inocuo como el del traslado de unas esculturas que en profundizar en porqué están las cosas como están.
Porque dejar que piensen de los otros eso de que “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra” terminaría hoy en una auténtica carnicería.