EL partido tenía su punto pero ni el tiempo ni la hora acompañaban. Por eso a la afición le costó entrar en harina. Lo hizo con el triple remate de Soriano a los quince minutos y con el jugadón de Nelson, que nuevamente el 20 de Osasuna no supo materializar. La explosión, sin embargo, llegó con el golazo de Kike Sola, que el de Cascante celebró en nuestro córner. Tal fue la emoción que a Marta se le rompió por la mitad el bocata de tortilla de patata que le había preparado su abuela Mariasun. El gol y el buen juego de Osasuna hicieron que la grada se acordara del extécnico rojillo. "Mira y aprende, Camacho, mira y aprende", coreó. Un nuevo cántico que no volvió a sonar. La alegría duró ocho minutos. Y el empate nos pilló despistadas. De hecho por un momento me encontré esperando a ver la repetición, como si lo estuviera viendo por la tele. Un privilegio que sí tienen en algunas zonas del Reyno. Llegó el momento más esperado, el del bocadillo. Siempre sabe bien, pero si es de casa del Jesusmari, aún mejor. En la segunda parte pasó de todo. Remontada de los rojiblancos (ayer de azul), dos penaltis, una expulsión y una merecida bronca a Fernández Borbalán, con bolsada incluida. Algo había que hacer con las bolsas de los bocadillos ¿no? Juanfrán salió ovacionado, aunque alguno se acordó de su madre, y a Puñal, algún otro, le quiso mandar a la Meca. Pero sin duda el protagonista fue el de negro, el que nunca lo debiera ser.