EL pasado lunes, día 15, Pello Egaña cumplía 80 años. Y por tercero consecutivo, el aniversario le llegaba ingresado en la unidad de daño cerebral del hospital San Juan de Dios. El mismo lunes, Andrés Fernández, fiel a sus hábitos, había ya pasado página del partido perdido en Málaga; repasó mentalmente las jugadas, observó el vídeo, analizó lo bueno y lo malo, cerró capítulo y ya estaba metido en los entrenamientos y en el compromiso de esta tarde.

Andrés, hasta el pasado jueves, desconocía quien era Pello Egaña, a pesar de compartir con él camiseta, escudo y un hito en la historia de Osasuna: ambos han disputado 69 encuentros de Liga consecutivos en Primera División. Sólo el defensa Fermín de Luis (1984-1992) está por encima de ese registro. Hoy, el joven portero superará la marca del defensa sabiendo quién fue aquel lateral robusto, azote de extremos y el único en la historia del club que ha celebrado tres ascensos (en la temporada 1952-53 no jugó pero estaba en la plantilla).

Fotos del álbum familiar de los Egaña acompañan este encuentro entre pasado y presente. Andrés observa las imágenes en blanco y negro, pero eso no completa el cuadro del personaje. Uno de los seis hijos de la leyenda rojilla (dos hombres y cuatro mujeres), Pacho Egaña, exjugador del San Antonio de balonmano, aporta los detalles y las anécdotas de un futbolista que representa como a pocos aquello de genio y figura.

"¿De qué jugaba?", rompe el fuego Andrés mientras sostiene las fotos depositadas sobre la mesa. "De defensa -responde Pacho-. Estuvo en Osasuna desde 1952 a 1963. El primer año lo pasó cedido en el Azkoyen. Entonces no era normal alargar tanto las carreras (tenía 30 años cuando se retiró). Tampoco se entrenaba tanto como ahora. Yo creo además que es el único futbolista que dejó el fútbol porque se lo ordenó su padre. Mi abuelo le pidió que le acompañara a Madrid a un viaje y aprovechó para decirle que ya valía de fútbol, que se acabó y que tenía que dedicarse al negocio familiar (Construcciones Egaña). No era amateur, pero entonces tampoco ganaban mucho dinero".

"No me imagino a mi padre ordenándome que no juegue más...", dice Andrés sorprendido por el desenlace. "¿Fue a la selección?", prosigue el portero atento a las explicaciones. "No recuerdo -reconoce Pacho- si le llamaron alguna vez para algún entrenamiento... Era un buen futbolista. Dicen que tenía buen toque de balón y que en las faltas le ponía la pelota en la cabeza a Sabino (Andonegui), quien, además de un delantero extraordinario, es uno de sus mejores amigos. Los dos compartieron tertulia durante años con otro defensa de aquella época, Manolo González, en un bar de la avenida de Bayona donde se encontraban casi a diario. Hasta compartieron negocio. Los tres están ahora delicados de salud. Otro de sus buenos amigos es José Luis Areta y también hizo una amistad muy sólida con Fusté, que estuvo aquí un año cedido por el Barcelona (1961-62) y con quien conservamos todavía una relación familiar. Ahora es asesor de Sandro Rosell".

"¿Y tu has jugado a balonmano...?", inquiere el futbolista. Y Pacho, que alcanzó la División de Honor con el San Antonio, le cuenta que la familia ha heredado el amor por el deporte del patriarca, quien, después de dejar el fútbol, fue durante una década uno de los mejores jugadores de pala (campeón de España de pala corta y larga) y formó una pareja imbatible con Santi Mendiluce.Y de ahí que su hermano Pello destacara en la disciplina y fuera medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Barcelona en paleta cuero trinquete; que su sobrino Alberto Munárriz Egaña ya ha debutado en la selección española absoluta de waterpolo y que Pello Egaña Ábrego -también biznieto del mítico remontista Jesús Ábrego, el mago de Arróniz- es campeón de España juvenil de pala corta. Mucho de lo que presumir.

Andrés se interesa por el estado de salud del octogenario; Pacho le pone al corriente y subraya también que los veteranos de Osasuna, su otra familia, acuden a visitarle constantemente.

"Bueno, cuenta alguna anécdota" tercia para desdramatizar Julio Llano, yerno del lateral y que participa en la charla junto a Gero, la pareja del portero. Y Pacho, que es un buen contador de chascarrillos, tira de repertorio. Unas se pueden transcribir y otras no. Y así trae a colación cuando un policía sacó a su padre del campo en Caracas (1958) a punta de pistola porque le habían expulsado y se resistía a las órdenes del árbitro; o aquella única ocasión en la que Gento jugó de extremo derecho "porque cuando comenzó por la izquierda, su lugar natural, en una jugada mi padre le metió el cuerpo, en una carga legal (subraya con media sonrisa), y lo estrelló contra la valla del campo. Se cambió de banda...". También se cuela en la charla un párrafo de una crónica de un Real Madrid-Osasuna (enero de 1957, 2-1) en la que un periodista madrileño escribió que "Osasuna empleó al joven Areta como repatidor de leña por toda la banda derecha del campo. Y por si la calefacción no llegaba, Egaña le sustituía atrás como maestro fogonero". O una frase que le atribuyeron y en la que afirmaba que recobraba fuerzas en los entrenamientos comiendo bocadillos de chorizo.

Con estas pinceladas del personaje, es fácil suponer que en pleno apogeo futbolístico solo una lesión le podía apartar de la alineación. "¿Qué pasó?", pregunta Andrés. Ocurrió en Zaragoza, el 11 de noviembre de 1958, después de 69 partidos sufrió un golpe feo casi al final del partido y abandonó el terreno de juego cojeando. Pero la talla del hombre y del deportista se entiende al conocer la reacción que tuvo en ese momento. Según crónicas de la época, Egaña "reapareció como extremo y cojeando. Aún hizo una arrancada peligrosa".

"Historias como las de Pello son bonitas y quizá no alcanzamos a valorarlas los futbolistas de hoy. Son muchos partidos seguidos en un fútbol quizá más duro, con menos protecciones de la que tenemos ahora. ¡Y que dejara de jugar porque su padre le obligó...!".

Como para no contarlo.