madrid. El último día de José Mourinho al frente del banquillo del Real Madrid, el de su despedida del público del estadio Santiago Bernabéu, sacó a la luz una última herencia que refleja una fractura en la afición blanca, dividida a favor y en contra del técnico portugués.

El verdadero plebiscito de Mourinho, no aquel que escenificó en el partido de Liga ante el Atlético de Madrid con menos de 10.000 espectadores en el campo, lo vivió el luso en su último día al frente de un club en el que ha pasado tres cursos.

Antes del pitido inicial, Mourinho se encargó de dejar para el recuerdo una última travesura: hizo jugar a Jesús y sentó a Adán en el banco. Con esa última decisión, todos los argumentos estaban encima de la mesa para el juicio final del técnico luso. Sus tres títulos -Copa, Liga y Supercopa-, una última temporada huérfana de trofeos importantes, e innumerables actuaciones más que criticables en las que cargó contra entrenadores, instituciones, jugadores y todo lo que se le pudiera ocurrir, servirían para dictar sentencia.

Se hizo por partes. La primera, llegó cuando por megafonía se cantaron las alineaciones. El último en ser nombrado fue Mourinho. Fue bastante más pitado que aplaudido. Los partidarios y los contrarios se esforzaron en intentar hacer prevalecer su criterio. Ganaron a los puntos los más críticos.

Antes del segundo capítulo, un momento de unión. Cristiano, fuera de la convocatoria, bajó al césped para recoger una placa. No se escuchó ni una sola crítica. Solo hubo aplausos, una ovación cerrada.

Inmediatamente empezó el partido y la zona de los ultras sur coreó el nombre de José Mourinho. Una pequeña parte del estadio madridista apoyó a los hinchas más radicales. El resto del público, la mayoría, silbó. Y mientras, Mourinho aparecía muy tarde por el banquillo. Entonces, la prensa gráfica, con el partido en movimiento, se arremolinó en torno al portugués. El árbitro tuvo que parar el duelo mientras los fotógrafos fueron dispersados por la seguridad del estadio.

Tras el pitido final, cerca de 10.000 espectadores esperaron un nuevo saludo de su entrenador. Lo consiguieron. Mourinho salió quince minutos después del final del partido y volvió a saludar. Siete ultras bajaron al banquillo para abrazarle y hacerse fotos con él. Ese fue su final, junto a los radicales. Pero la realidad es que este año se fue en blanco, con pocos títulos en tres años y dejando una herencia preocupante: una afición fracturada.

no habló tampoco karanka El Real Madrid cerró la temporada sin que ninguno de sus entrenadores compareciese ante los medios de comunicación. Mourinho decidió no despedirse y tampoco ocupó su lugar en esta ocasión su segundo, Aitor Karanka. La última comparecencia de Mourinho fue el 17 de mayo, tras perder la Copa.