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1.000 partidos oficiales

46 años de acontecimientos que arrancan el 17 de septiembre de 1967

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QUINCE días después de los festejos inaugurales, sin himnos, sin Zaragoza ni Vitoria de Setúbal, sin agua de hisopo regando el césped (esta vez el capellán, José María Ariz Elcarte, puso voz en off y rezó un responso por los altavoces por su fallecida madre), sin la poca o mucha parafernalia que Osasuna se podía permitir en aquellos días, El Sadar acogió su primer partido oficial. El primero de los mil que el estadio conmemora mañana (en Copa ante el Málaga) jugados por los rojillos (acogió en 1970 un Oberena-Rayo y en 2001 un Real Sociedad-Celta). Un escenario que durante los últimos 46 años guarda la memoria de hazañas inolvidables y de frustraciones que pasan tan rápido como las temporadas. Un proyecto que sacó el fútbol del centro de la ciudad para mandarlo al extrarradio; la obra, en fin, que hipotecó al club durante años porque el presupuesto se disparó hasta los 51 millones de pesetas (unos 307.000 euros).

El Sadar, nombre que la directiva presidida por Jacinto Saldise eligió por unanimidad en lugar de Landaberri ( "que significa campo nuevo y lo que hoy es nuevo mañana dejará de serlo", argumentaron ante los periodistas para justificar su decisión), recibía por calendario, el 17 de septiembre de 1967, en la segunda jornada de Liga, al Sporting de Gijón. La joven plantilla de Osasuna (la falta de experiencia fue uno de los numerosos handicap de aquella campaña) apenas había pisado el césped para jugar los dos compromisos del triangular del estreno ante Vitoria de Setúbal (3-1) y Zaragoza (0-3). La hierba quedó maltrecha por tres encuentros consecutivos y hasta el 14 de septiembre los rojillos no entrenaron en su estadio (durante un tiempo lo siguieron haciendo aquel curso en San Juan).

El césped no era el único contratiempo. Los socios manifestaban quejas por los horarios de las taquillas del estadio; los conductores, por los aparcamientos y los embotellamientos a la salida; los periodistas por el acceso a la sala de prensa. El único que miraba a El Sadar con satisfacción era el Ayuntamiento de Pamplona que, a base de impuestos al club, había descubierto una nueva fuente de ingresos: el torneo inaugural reportó al consistorio pamplonés unas 200.000 pesetas (unos 1.200 euros).

Del partido con el Sporting también recaudó porque hubo buena asistencia, aunque como escribió un periodista local "llenar el estadio del Sadar es muy difícil". Hasta noviembre de 1969, en la visita del Espanyol (entonces Español), no se rozó el llenó, algo que sería habitual, incluso llegando al overbooking en varias ocasiones, en el retorno a Primera División.

En aquel traslado de San Juan a El Sadar, Osasuna lo primero que intentó trasplantar como equipo fue el carácter, las señas de identidad. Una de las más reconocidas es la que define a un grupo que sale a los partidos en tromba (cosa que unas veces pasa y otras, no) y que saca petróleo de las jugadas a balón parado. Ese domingo de septiembre lo primero que vio el osasunismo fue un equipo que en minuto y medio, según las crónicas, botó tres saques de esquina y que para el minuto 4 ya ganaba 1-0 al rematar de cabeza Joaquín Jordana una falta botada por el capitán Joaquín Not. Luego, Osasuna también sacó su peor versión: fallando ocasiones de gol, permitiendo el empate (1-1), yendo de más a menos... Un partido sin otra historia que la de ser el primero de mil.

estadios de acogida

Cinco clausuras... y media

La primera victoria no llegó hasta el 22 de octubre (1-0 al Castellón en Copa y quedando eliminados). Luego, ese recinto que los chistosos de la época definían como "un campo de primera, para un equipo de segunda, con accesos de tercera", quedó varado lejos de las grandes rutas hasta que el 7 de septiembre de 1980 se estrenó como estadio de Primera división.

Y mientras sumaba encuentros, donde hubo promociones de Tercera a Segunda y viceversa llegaron las competiciones europeas; donde hubo un pequeño muro levantaron vallas y los asientos sustituyeron a las localidades de pie; colocaron una red de protección en uno de los fondos y el marcador simultáneo pasó a la historia; llegó la televisión y un año hasta desaparecieron las siempre imprescindibles emisoras de radio. Salvo Pelé, Di Stéfano y Cruyff, aquí han jugado los más grandes: Maradona, Zidane, Messsi, Cristiano, Iniesta, Bergkamp, Kempes, Romario, Ronaldo, Ronaldinho...

También llegaron los altercados y las clausuras del estadio, que en cinco ocasiones no pudo albergar a su equipo en tres partidos de Liga y dos de copa en los que Mendizorroza, La Romareda y Tajonar hicieron de hogar de acogida. Además. Osasuna viajó a Zaragoza para reanudar el partido con el Real Madrid suspendido en enero de 1989.

Mañana, ante el Málaga, sumando ligas y copas, promociones y competiciones europeas, serán 1.000 partidos, mil historias todas distintas porque para cada futbolista que jugó y cada espectador que lo vivió quedaron como instantes diferentes e intransferibles. ¿Habrá otros mil más?