Ahora que abandona el cargo, y recordando algunas conversaciones que mantuve con él, me queda la impresión de que Miguel Archanco nunca fue el presidente del Osasuna que él imagino, de que siempre le pesó mas la herencia del pasado que el legado de sus proyectos; que intentó sacudirse lo que no le gustaba (y perdió un tiempo precioso en hacerlo) más que introducir de inmediato las medidas correctoras objetivas; que por todo ello justificaba más que proyectaba, y de que, en fin, aquella mochila con la que, en una entrevista en agosto de 2013, dijo que cargaba desde el día de su elección le hubiera lastrado hasta el agotamiento, hasta sus últimos días en el club, hasta ayer mismo. En esas charlas siempre aparecía en la conversación un documento extraviado en un cajón, una factura insospechada o un compromiso adquirido que, aseguraba, él desconocía pese a su larga trayectoria como directivo en el club. Ponía sobre la mesa Archanco las dudosas adquisiciones de Martín González, pero no valoraba sus fichajes rentables; desvelaba compromisos no cumplidos del contrato de Nekounam, pero no conseguía llegar a acuerdos para liberarse de algunos altos salarios de su plantilla profesional y del Promesas. El perfil más cercano a ese modo de actuar en el que siempre sacaba a colación la carga del pasado (el montón de millones y algunos más que él desconocía de deuda con Hacienda) en un intento de deshacerse de culpas lo ofreció ante la prensa la tarde del descenso, cuando dijo, ante la sorpresa general, que no era responsable de nada y señalaba a los jugadores, con los que no llegó a hablar en grupo en las semanas previas, cuando tan importante era hacer piña en todos los frentes del club.
Archanco no ha podido con el peso del pasado, que es el de Pachi Izco y el suyo; sin embargo, han sido las decisiones tomadas en el último año las que le han llevado a no completar ni la mitad de su mandato. Porque hay que recordar que salió ovacionado en su primera asamblea, allá por septiembre de 2012, sobre todo cuando levantó la voz para denunciar el doble juego que algunos partidos políticos hacían (y siguen haciendo) a costa de las ayudas públicas que recibía Osasuna. Y cuando anunció que serían los socios quienes redactarían los estatutos, con la supervisión del club. Pero su caída de popularidad ha sido meteórica; todo le ha penalizado: no destituir a Mendilibar cuando la sentencia de la afición y la crítica eran unánimes; despedir a una persona respetada por la afición como Martín González; dar las atribuciones del área deportiva a Txuma Peralta, al que el osasunismo ha mirado siempre con recelo; enfangarse en explicaciones nada claras sobre el inesperado (para los socios, no para Hacienda) incremento de la deuda con el fisco; su rechazo tajante al borrador de estatutos que le empujaron a una asamblea que casi termina a golpes... Y el último mes ha sido de traca, negando informaciones de las que había apoyo documental, abrazando a un entrenador al que criticaba en privado, cambiando de opinión de un día para otro. Un directivo le abandonó bajo amenazas, otro le corrigió en público, el principal patrocinador dijo que con él en la presidencia no seguía, quien había elegido como entrenador para controlar otro flanco de críticas también se borró y los empleados no cedieron a su presión para que le entregaran su apoyo. Así las cosas, llegar a la asamblea del 16 de junio en este ambiente enrarecido era un riesgo (incluso físico) para él. Irse ha sido lo más sensato.
¿Y ahora qué? La celebración y el desenlace de la asamblea era el momento señalado por quienes manejan los nombres y las posibilidades de constituir una candidatura. Hay más de uno en ello. Posiblemente, quienes más vueltas le han dado y tienen una idea más clara para Osasuna son los que no han aparecido en los mentideros. De todas formas, hace falta mucho valor para ponerse al frente de un club al que ya le llegan los embargos y que tendrá que acogerse, tarde o temprano, a la Ley Concursal. Y algo tendrá que decir también el Gobierno foral, principal acreedor que, sin querer entrometerse en los asuntos del club, debería procurar que el presidente fuese un hombre capaz, con credibilidad y que concitara la mayoría de apoyos en el osasunismo. Alguien que no venga a servirse del cargo, pero que si tiene que dedicarse full time a ello quizá debiera tener una remuneración porque el trabajo se antoja largo, duro y desagradable. No en vano el futuro presidente también va a tener que cargar con la mochila de Archanco.