osasuna vuelve a respirar. Ayer tomó otra bocanada de aire fresco en un estadio difícil y ante un aspirante al ascenso. Incluso mereció llevarse los tres puntos y sólo uno. Hubiese sido el aldabonazo definitivo, pero un mal linier le birló el botín al estar mal situado y no ver en una acción rápida que el balonazo que Nino había estrellado en el larguero en el último minuto del partido había entrado en la portería. Injusto, pero Osasuna no tiene ni tiempo para lamentaciones. Está condenado a mirar hacia adelante, a centrarse en su siguiente partido, porque le están prohibido los tropiezos.

A pesar de ello, las sensaciones que transmite este Osasuna de Martín son buenas y esperanzadoras de cara a una pronta permanencia en Segunda A. El segundo milagro está más cerca.

Ayer volvió a demostrar que la clave del éxito está en montar un bloque compacto, adiestrado en defender para luego salir al ataque en algún contragolpe y buscar ese golpe de fortuna que te permita pasar del empate a la victoria. Además, ayer se vio que este Osasuna no se viene abajo moralmente por encajar un gol, que sabe reponerse, que es más fuerte mentalmente y que con esa base la remontada puede ser más fácil.

Ciertamente el partido de ayer no fue brillante. Es lo de menos en estos momentos. El primer tiempo fue lineal, plano, con poco recorrido. Se jugó a lo que quiso Osasuna. El equipo rojillo se plantó atrás con cinco jugadores, y una línea de cuatro por delante, y con ello noqueó a un Valladolid que dominó, pero que le faltó frescura, ritmo y velocidad para romper esas líneas. Sus únicas vías de acceso a la portería de Riesgo fueron por las bandas, y las utilizó poco y cuando sorprendió por esas zonas le faltó acierto en el pase o en el remate como cuando Roger tuvo la mejor ocasión para inaugurar el marcador.

Eso sí, Osasuna estuvo demasiado centrado en defender y casi renunció al ataque, dejando todo su poderío ofensivo al albur de alguna jugada de estrategia, algún córner o alguna contra. Fue una pena porque Hervías y Nino demostraron en algunas de sus acciones y combinaciones que podían haberle hecho daño al Valladolid ya que rompieron fácil la zaga local cuando tuvieron el balón controlado. También le faltó remate, sobre todo en la ocasión más clara que tuvo Roberto Torres. Y en la segunda parte, más de lo mismo, pero con goles repartidos. Las imprecisiones y la falta de fútbol fueron las características principales de un partido sin demasiada historia y que parecía condenado al empate a cero desde el primer minuto. El Valladolid fue el equipo que lo intentó, pero Osasuna continuó con su buena estrategia defensiva, pero acusando el desgaste físico que supone jugar sin balón. Sin embargo, en la jugada más insulsa, en un balón que se llevó a trompicones Óscar Díaz, Miguel Flaño tuvo el infortunio de meterse el balón en propia puerta. El propio Miguel Flaño corrigió su error en la única forma que podía hacer gol Osasuna en la tarde de ayer, en una jugada de estrategia botada por Roberto Torres y que el de Noáin entrando desde atrás cabeceó al fondo de la red. Quizá Osasuna mereció llevarse los tres puntos por el gol legal anulado a Nino, pero el empate también fue justo. Hay que quedarse con el buen punto sumado y con la sensación de que Osasuna va tomando cuerpo de la mano de Martín, cogiendo el pulso a la categoría y pisando cada vez más firme camino a la salvación.