olvemos a un escenario conocido: el de la lucha encarnizada por la permanencia. Por primera vez en dos años y medio con Arrasate en el banquillo, Osasuna asoma por el alcantarillado que absorbe a los equipos que entran en parálisis de competencia y objetivos. No es la primera vez que el entrenador llama la atención al detectar cierto acomodamiento, entendiendo como tal no una actitud de brazos caídos, sino la asunción errónea de querer sobrevivir con lo que traes de atrás y olvidar la exigencia de ser mejor en cada partido y durante los noventa minutos. Un reproche que también cabe lanzar sobre el responsable de la plantilla, metido ahora en un problema que no había conocido durante su estancia en Pamplona y multiplicado por la plaga de lesiones que afectan a jugadores que tienen atribuido un papel protagonista. También por el bajo rendimiento de otros importantes. A expensas de que el calendario haya colocado en un mes a tres rivales con empaque y mayor potencial deportivo, lo inquietante es el rendimiento, el no sostener la capacidad de competir que exhibió Osasuna la pasada temporada tanto frente a los rivales más cualificados como ante quienes manejan parecidos objetivos. Me preocupa que en el resumen del 4-0 de ayer en boca de quienes siguen al Barcelona hablen de "el partido más plácido del año" para los azulgrana. Y todo ello sin pasar por su mejor momento, sin ser el grupo avasallador de otros tiempos. Equipos de similar entidad a la de Osasuna le han puesto en apuros o, si han perdido, han sido más atrevidos. Esa imagen del Osasuna que mira como circula el balón y no reacciona, que recula hasta meterse en su área, que apenas comete faltas porque no disputa, parecía desterrada, más cercana a los tiempos de las goleadas que sufría con Mendilibar, y muy alejada del carácter descarado e irreductible del pasado curso. Todo esto no puede taparse bajo la manta de que el rival era el Barcelona y había poco que perder y mucho que ganar. La imagen del equipo fue muy pobre; es más, la decena de remates a puerta, las ocasiones de Budimir, Torres y Barja hablan de un Barcelona poco consistente atrás y al que no se le puso en más aprietos Pero siendo lo de ayer inquietante en el contexto de un equipo que ha sumado un punto de los 12 últimos en disputa, que no ha marcado gol como visitante en los cuatro últimos partidos, lo es más esta secuencia de resultados negativos, de confusión sobre cómo debe responder el equipo, lo que pasó en la primera parte ante el Huesca, vaya. También Arrasate parece moverse en otros parámetros, condicionando el estilo de Osasuna al rival, limándole al suyo la personalidad; ayer, con 2-0 en la primera parte, no modificó tras el descanso el dibujo con los tres centrales y los cambios que iba introduciendo parecían ir más orientados al próximo compromiso de Liga que a un intento de cambiar la fisonomía del equipo y del partido.

Estamos ante un nuevo escenario que hay que gestionar con tanta serenidad como determinación por parte de plantilla y entrenador. En la pasada campaña Osasuna vivió cómodo sin caer nunca por debajo del puesto 13 y con una holgada ventaja de puntos sobre el descenso. Lo de ahora es algo que tenía que llegar atendiendo a los márgenes en los que se mueve Osasuna y repasando la historia. La dificultad añadida es que deben arreglarlo solos porque no tienen el comodín del público. Vamos a ver cómo se retrata cada uno.