En apenas medio año Osasuna ha perdido a dos de sus capitanes, dos referentes en el vestuario, dos futbolistas con el suficiente bagaje para hacerse respetar y escuchar por el grupo, dos osasunistas que tenían memoria de la vida, miserias y milagros del club en este siglo XXI. La marcha de Oier y Roberto Torres es, más allá de la emotividad que envuelve un final de trayecto, un asunto relevante porque cambia el orden jerárquico en la plantilla y aumenta la cuota de responsabilidad entre quienes en menos de un año se han visto empujados a salir de la zona de confort. Es algo natural pero no por ello menos trascendente. Colocarse a la cabeza de una veintena de profesionales que comparten espacio, objetivos y obligaciones, empuja a retratarse dentro y fuera del campo; supone estar siempre ante el foco en lo bueno y también en lo malo; ser la imagen y referencia del club y del equipo; explicar a los recién llegados qué es el osasunismo y personificarlo durante las 24 horas del día. Hay muy buenos ejemplos recientes con ese perfil: Cruchaga, Puñal… Gente con mucho carácter que no solo encarnaban el espíritu de Osasuna sino que lo manifestaban en el terreno de juego tirando de los compañeros y fuera del estadio motivando a la afición ante las citas a cara o cruz.

La marcha de Torres posiciona ahora –incluso antes– a David García como líder: es el jugador con más partidos, se ha criado en la casa, es titular indiscutido, es reconocible por los adversarios y por los árbitros, es un futbolista no solo elogiado lejos de Pamplona sino cotizado. El orden natural le señala a él. En este contexto, habría que desterrar el hábito de compartir con Unai García, que debutó antes, el brazalete de capitán: por mucho que se quiera defender una bicefalia, la capitanía se entiende una e intransferible. Sea como fuere, ese núcleo duro, del que formarían parte también Barja y Moncayola, debe cargar ahora con el peso de ser los referentes y los protectores de la identidad osasunista en un vestuario que presume de ser una familia (símil este usado, sobre todo, por los jugadores foráneos).

Por otro lado, habrá quien señale como líder de este equipo a Jagoba Arrasate y tampoco le faltarán argumentos. El peso del entrenador en el grupo y en el proyecto es indiscutible; Osasuna es un equipo de autor y su autoridad en la toma de decisiones es máxima: sirve como ejemplo que no le ha temblado el pulso a la hora de desprenderse de dos pesos pesados como Oier y Torres. Sin embargo, la continuidad de los entrenadores es efímera la mayoría de las veces, están sujetos a los resultados y los futbolistas tienden a perdurar más en los clubs y sostener así esa línea de continuidad en lo que debe ser Osasuna.

Ese liderazgo de David García parece lo más razonable, pero queda por resolver, en fin, si el líder nace o se hace.