Osasuna completó el viaje en la Liga que le pone a las puertas del partido definitivo de la semifinal de Copa con un punto más en su casillero -llega a 35- en un encuentro malo de solemnidad, en el que los rojillos se quedaron otra vez sin marcar a pesar de disponer la ventaja de jugar con uno más durante 25 minutos. Ninguno de los dos equipos fue capaz de soltar el enorme nudo que resultó el partido, con pocos espacios, enredo generalizado en el juego, defensas gigantes y delanteros minúsculos, tropiezos en pos del balón y desastre general. Osasuna no anduvo fino, el Mallorca ofreció todo lo que tiene y en este duelo entre grises no hay dudas de que el empate resultó lo mejor.

La producción ofensiva del equipo de Arrasate sigue siendo escasa y ante el Mallorca solo en los minutos de descuento llegó a crear peligro. Abde, el gran agitador, probó al meta local en el minuto 90 y en la acción siguiente fue Moncayola el que obligó de nuevo a Rajkovic a una estirada. El equipo de Aguirre se quedó con un futbolista menos a los 24 minutos del segundo tiempo y, a pesar de que ello le llevó a incrementar su presencia cerca del área rival, Osasuna sigue con las luces apagadas en cuanto cruza la línea mágica y real en la que se deciden los partidos. Arrasate ya sabe por dónde se debe mejorar.

La primera parte fue muy discreta, horripilante para el espectador neutral, con algo más de picante por el lado del Mallorca, que nutrió con centros al área y llegadas por las bandas un fútbol tosco, del que es capaz de crear algunos aprietos al rival, pero que no es sinónimo de clarividencia, ni de efectividad, ni de peligro real. Dos disparos altos a cargo de Maffeo y Muriqi quedaron registrados como tentativas más firmes en la búsqueda del gol en los minutos más animados del equipo balear. En el lado de los rojillos, una falta taponada por la barrera, ejecutada por Rubén García, y un lanzamiento desviado de Kike Barja fueron las únicas apariciones firmadas con alguna intención. Muy poco, casi nada. Es decir, un desierto en Palma.

Siguió la sequía y el horror en el segundo tiempo, quizás por miedo a perder o por pura imprecisión. El Mallorca acertó a enviar un balón sin fuerza a las manos de Sergio Herrera para marchar su estadística de remate entre los tres palos -había pasado más de una hora de partido-, pero el meta rojillo no disfrutó de una noche para la acción, un test de nivel para el encuentro en San Mamés. 

El partido cambió cuando echaron a Copete. El defensa local retuvo a Rubén García cuando se marchaba solo hacia la portería. El futbolista del Mallorca había fallado en la pugna previa y fue un torpe cuando quiso poner remedio a la huida del rival. Con uno más, con los cambios de refresco, Osasuna pasó a dominar el partido de arriba a abajo pero sin la habilidad suficiente en los últimos metros. Hubo numerosos centros pero sin picante y tampoco brillantez para buscar un último pase frente a un rival subido en la empalizada, pero con uno menos.

La doble oportunidad final fue lo mejor de un Osasuna que anda con dudas cuando se trata de terminar. El mínimo botín en un partido muy malo es mucho.

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1x1 de Osasuna ante el Mallorca en Son Moix DIARIO DE NOTICIAS