Si lo analizas fríamente (algo que es casi un oxímoron cuando hablas de Osasuna, que no se explica sin pasión de por medio), un empate en casa ante un recién ascendido es un mal resultado, y aún peor si el motivo es una pésima primera parte, sin alma, ni ideas, ni un fútbol reconocible. Pero llega la segunda mitad, Osasuna vuelve a ser Osasuna y, para colmo, nos brinda el debut triunfal y espectacular de Bryan Zaragoza, una adquisición que le va a dar un gran mordiente al ataque rojillo (si llega a entrar su tiro a la escuadra, se deja bigotito media plantilla osasunista y buena parte de la grada). Sí, el punto final se queda corto y es una flojita manera de empezar la temporada, pero la reacción de la segunda parte apunta bastante más alto. Si tenemos que elegir, preferimos creer que el de ayer fue un empate de botella medio llena.