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JUEZ DE LÍNEA

Real Sociedad-Osasuna | Bryan, pero también Torró

Mejores imágenes del Real-OsasunaJuan Herrero/Rubén Plaza

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Hay equipos que se construyen en torno a dos o tres futbolistas emblemáticos; equipos en los que a las estrellas les auxilian peones que les llevan el balón y que corren hacia atrás para que sus compañeros creativos no hagan esfuerzos defensivos. También hay equipos que crecen como un edificio en obras, ladrillo a ladrillo, piso a piso; no comienzan la casa por el tejado aunque su jugador más desequilibrante, el que carga con todos los elogios, el que con dos pases de gol encarrila un partido, el que va a la selección, habite en la parte alta, allí desde donde el paisaje siempre es más deslumbrante para los aficionados. Nos engañaríamos si pensáramos que este Osasuna gravita sobre Bryan Zaragoza o que vive de su inspiración.

Algo de eso hay, pero no es todo. Ahora mismo observamos una columna vertical que vertebra el proyecto de Vicente Moreno y con la que en encuentros como el el de ayer se hace impermeable el terreno que defiende. Me refiero a Sergio Herrera, Catena y, sobre todo, Torró. Mientras los focos alumbraban a Bryan, el pivote iba y venía, sombreaba a Brais Mendes, su cabeza era la referencia en los saques largos del portero para prolongar el balón, auxiliaba a los laterales, se colocaba entre los centrales, metía la pierna con fuerza y superado el minuto 80 saltaba al campo de la Real para hacer una falta táctica y abortar el contragolpe. Además de todo esto, volvió a marcar por segunda vez consecutiva en una jugada a balón parado: me parece el más feliz reencuentro de esta temporada con un futbolista que cumple el sexto año en la plantilla.

No sé qué influencia ha podido tener en este renacimiento la lesión de Iker Muñoz, pero algo ha influido. Torró, a ojos de buena parte de la hinchada, pasaba a un segundo plano este curso tras la aparición estelar del joven canterano, con el que formó un doble pivote a principio de temporada que no parecía encajar bien. El alicantino se quedó solo en esa posición y no hizo buenos partidos, sobre todo por las pérdidas de balón, hasta que Aimar Oroz ha ganado presencia en el medio campo y la tarea de sacar la pelota, guardarla y orientarla por el buen camino haya sido asumida por el 10. Para Torró no conducir la pelota es un alivio; el juego que le hace importante es el de un solo toque, con el pie o con la cabeza, despejando o rematando.

El centrocampista es la antítesis de Bryan Zaragoza; el malagueño levanta al público, genera expectativas de momentos importantes, posee la fantasía que rompe ese fútbol muchas veces mecánico, esclavo del big data. Bryan, hasta ahora, no ha sido delantero a jornada completa; tiene mucha presencia en los primeros cuarenta y cinco minuto pero se va diluyendo en las segundas partes. Aunque se va aplicando cuando toca defender, parece también obsesionado con el gol y no toma en cuenta a compañeros mejor plantados para terminar la jugada. Pero, ay amigo, un futbolista como este no deja de ser un lujo tanto por lo que hace como por lo que parece que en cualquier momento puede hacer. Sobre todo si a su espalda tiene a un tipo como Torró sosteniendo sus sueños.