Osasuna se llevó la victoria con demasiado sufrimiento en un encuentro en el que hizo muchas cosas bien, supo competir y estuvo a la altura de su rival y de la exigencia del partido. También pasó apuros, porque los depósitos de confianza hay que llenarlos y eso se hace a base de resultados. No podía ser de otro modo en un partido trascendental para los dos equipos, en el que ambos demostraron la urgencia de maneras distintas. Osasuna fue concluyente y tenaz por las bandas, y el Girona se atragantó con su propio fútbol de mil pases.
El VAR le arrebató al conjunto catalán dos goles anulados por fuera de juego, mientras que Osasuna encontró en su goleador Budimir y en el oportunismo de Pablo Ibáñez la recompensa a un gran esfuerzo colectivo. El gol en el tiempo de descuento del Girona desató el terror en la grada, que ha visto en demasiadas oportunidades a su equipo desmoronarse al final. Tenía que haber de todo.
El equipo de Vicente Moreno dio la cara en un partido tenso e importante, y se llevó el triunfo con la emoción que se suponía en este tipo de compromisos con carga ambiental añadida. Si el Girona lamentará la interferencia del VAR, Osasuna también se tira de los pelos por los fallos de puntería en jugadas clarísimas. Todo cuenta y todo se echa en falta en este tiempo de precariedad de puntos.
Osasuna cortó la racha sin ganar y dio un salto en la clasificación, colocándose en la antesala de la permanencia. El buen tono de todos los jugadores engalana el partido en el que lo único importante era la victoria, y por eso es de sobresaliente.
Hubo sus tiempos antes del triunfo definitivo. Más allá del resultado parcial, Osasuna hizo una muy buena primera parte. La talla del Girona, con manejo de balón y pegada, elevó la categoría de la pelea de los rojillos, que salieron ganadores al descanso con buen juego y comportamiento a tono con la necesidad. Osasuna supo replegarse y sufrir, y también encontró recursos para golpear.
Fue una buena noticia para Osasuna que sus dos mejores jugadores, Budimir y Aimar Oroz, se encontraran en la jugada del primer gol. El centro del segundo fue fantástico y la ejecución de cabeza del primero, incontestable. El gol de Osasuna llegó cuando el estadio tenía el corazón desbocado. El Girona se había adelantado, pero el VAR anuló el gol por fuera de juego de Danjuma. Fue un alivio. No el último.
El Girona no cambió su plan tras el descanso y siguió sobando el balón, pero Osasuna no sufrió gracias al repliegue que permitió las andanzas de sus laterales, Areso y Bretones, sin romper la solidez de los tres centrales. El sistema de cinco defensas parece consolidarse. Aimar Oroz, a su aire, cambió el rumbo con su talento diferencial. El canterano hizo un partidazo de altísima escuela.
El gol de Stuani anulado por fuera de juego terminó por replegar a Osasuna, que reformó su disposición para no mostrarse tan hundido. Así estaban las cosas cuando el equipo de Vicente Moreno se sacó un gol de la nada: saque de banda de Areso, toque de Budimir y zurdazo de Pablo Ibáñez. A veces, el camino al gol parece sencillo.
Ni por esas respiró Osasuna, porque en el minuto 96, Asprilla sembró el miedo en El Sadar. Fueron solo unos instantes. El miedo pasó y los puntos se quedaron.