rochapea - La voz rota de Louis Armstrong anuncia a los cuatro vientos que está “loco por su chica”. El jazz flota en el ambiente y las parejas se deslizan con fluidez por la pista de baile. Ellas visten faldas midi, hasta la rodilla, y zapatos de tacón y ellos, zapatos con cordones. En un primer momento, más de uno podría pensar que esta escena discurre en el famoso Savoy, en donde, noche tras noche, se reunían los mejores bailarines de Nueva York. Pero no, no se trata de la ciudad de la Gran Manzana, sino del barrio de la Rochapea de Pamplona. Concretamente de una sala de la escuela de baile Poise, situada en la calle Bernardino Tirapu 29. Al frente de la clase está Helios Sacristán, que junto con Andrés Usatorre alumbró Big Kick, una escuela de swing en la que aprender Lindy Hop, Balboa y Blues.
Tanto Helios como Andrés comenzaron a bailar como hobby, pero en poco tiempo su historia de amor con el baile se afianzó y echó raíces. “Comencé a organizar el ocio según los eventos y concentraciones de baile”, confiesa Helios, un ingeniero de caminos que descubrió el Lindy Hop hace cuatro años y medio en un viaje a Nueva Orleans y fue uno de los promotores de la Asociación Pamplona Swing. Mientras que la historia de Andrés con el Lindy Hop fue “un flechazo”. “Es súper gratificante. Yo trabajaba en un banco y no dejaba de recibir hostias, nadie te daba las gracias. Aquí hay gente que, al terminar la clase, te dice que había venido súper mal y que después de bailar su día ha mejorado”, explica Usatorre, que comenzó a dar clases en 2015.
En el caso de Helios, esta nueva empresa también ha significado “un gran cambio personal”. “Yo he pasado de trabajar como ingeniero de caminos en una obra para American Bridge a bailar y organizar eventos”, confiesa este bailarín que también disfruta con la parte más emprendedora del proyecto, ya que, en cierto modo, “es como hacer una carretera” que, además de la parte artística, también necesita técnica.
clases “Nosotros no enseñamos pasos, sino que nuestro objetivo es que nuestros alumnos aprendan a bailar. Que vean el baile como una forma de vida y que, como me pasó a mi, también les cambie la vida”, explica Helios, incidiendo en la importancia de que los alumnos sientan la música, a su pareja y no ejecuten pasos aislados, sino que se empapen de la esencia del baile.
Para apuntarse a las clases no es necesario cumplir ningún requisito, ni siquiera haber bailado con anterioridad. “No hay condicionamiento ni de edad, género, orientación sexual o religión. A veces es incluso mejor que la gente venga sin saber nada de baile, así no tienen vicios ni contaminan los pasos con otros movimientos”, comenta Andrés. Sin embargo, sí que es preferible acudir a las clases con pareja. “Siempre nos pasa que hay chicas que vienen diciendo que no pueden encontrar pareja, que es imposible. Pero luego, a las dos semanas, llaman diciendo que han conseguido una”, comenta Andrés entre risas mientras Helios apunta que “también viene gente suelta y, en estos casos, los apuntamos en una lista para luego ir emparejándolos”. Además, algunos alumnos, conocidos como “taxis”, además del curso al que están inscritos, acuden a clases de su nivel o inferior de forma gratuita para hacer de pareja de los que no tengan.
“En la clase todos somos un equipo, ya que las parejas, formadas por el leader y el follower, van rotando. Así, al no tener todo el rato la misma pareja, avanzamos todos a la vez. De otra forma podría darse el caso de que una pareja más adelantada aprenda más rápido y otra se quede atrás”, comenta Helios.