ola personas, ¿bien?, me alegro. Esta semana el paseo ha sido cultural. La semana pasada lo dedicamos a la cultura del cuerpo y esta se lo dedicamos a la del espíritu: mens sana in corpore sano. Pues eso. Al turrón.

El escenario de hoy lo he visitado muchas veces y ha sido protagonista de muchos ERP, y los que quedan, me estoy refiriendo a la Catedral de Pamplona. Qué pelma, diréis alguno, otra vez a vueltas con la Catedral, pues sí, soy un pelma, lo sé, pero esto es lo que hay.

En esta ocasión se debió a una iniciativa de la Peña Pregón que organizó una doble visita. Por un lado, un recorrido por el claustro y el sobreclaustro de la mano del arquitecto Leopoldo Gil, uno de los responsables de la profunda restauración que sobre sus góticas formas se ha llevado a cabo, y por otro la visita a la exposición que se ha montado en la capilla Barbazana con motivo del 75º aniversario de la coronación de Santa María la Real, acompañados convenientemente de las explicaciones del comisario de la misma David Ascorbe.

Nuestro cicerone nos recibió a la entrada del templo con algún comentario, no sobre el claustro que era el asunto mollar de la visita, sino sobre la fachada y la labor de quien estuvo a pie de obra durante su construcción y que en definitiva fue el padre de la criatura. Por más que su diseño se deba a los lápices de Ventura Rodríguez, quién realmente fue el artífice de nuestra neoclásica portada catedralicia fue el arquitecto vizcaíno Santos de Otxandategui, y el apunte que nos ofreció nuestro guía no fue exactamente sobre la fachada sino sobre la forma en que se ligó al viejo templo y de qué manera este recreció su nave con un cuerpo más con su arquería, bóvedas, ventanales y vidrieras góticas, imitando a la perfección lo existente. Se puede decir, por tanto, que Otxandategui fue el primero en levantar algo neogótico.

Tras este previo pasamos al claustro y en él Gil nos fue explicando los entresijos, pormenores, vida y alma de la piedra. Lo que más me gustó fue la vehemencia y el sentimiento que demostraba tener sobre su labor. A todo le ponía la pasión del enamorado. Lo primero que nos dijo fue que él a la hora de atacar una obra de restauración de algo que lleva tantos siglos en pie, lo primero que se plantea es el éxito de la labor encomendada desde el respeto, hizo suya la frase de Muñoz de Pablo que afirma que en estos sitios cuando se interviene hay que hacerlo "sin quebranto", ahí está la clave. La intervención ha de ser lo menor posible, en este terreno menos es más.

En primer lugar nos explicó que absolutamente todo el claustro era policromado y que ese aleonado color que hoy vemos era un auténtico arco iris, nos hizo ver en los rincones que se forman entre las molduras de la piedra y entre aquellas partes de las rocallas donde no ha llegado la mano del hombre, los restos de azules, rojos y amarillos; nos hizo mirar hacia arriba y ver en las vegetaciones que rodean la puerta del Amparo el verde que aún conservan. Dicha policromía no se limitaba a las partes de piedra más trabajada, más labrada y ornamental, sino que se extendía a lo largo de todas las paredes perimetrales del claustro, así como a los arcos, maineles y tracerías que forman el bonito cerrado del jardín. Los sillares que ahora nos gusta ver, en el gótico no eran mostrados, sino que se enfoscaban con revoque y color, dejarlos a la vista se hubiese considerado un trabajo a medio hacer, como si ahora dejásemos los ladrillos sin lucir.

Nos hizo ver anteriores restauraciones que se han respetado en la actual como por ejemplo parte de los nervios de piedra que el tiempo deterioró hasta su desaparición y fueron sustituidos por unos apaños de madera, o trozos donde se empleó piedra artificial. La última actuación ha repuesto ciertos elementos que, aunque parecen puramente ornamentales, tienen también su parte funcional como los pináculos que rematan los contrafuertes o algunas de las gárgolas. Han sido realizados en piedra tallada por el cantero Valeriano Jaurrieta que ha conseguido unas piezas calcadas a las originales.

La visita continuó pasando una puerta en la que no hace mucho estaban los servicios que usaban los visitantes, ¿este tío nos lleva al WC?, pensé yo, pero quiá. Veamos los avatares de esta pequeña área. A principios del siglo XX el cabildo decidió cubrir un patio que se formaba en un lateral del exterior del ábside entre la nave, la capilla del Santísimo y la sacristía rococó para poner allí unos servicios que diesen calma a sacerdotes y adláteres que pasaban sus horas en la sacristía de los canónigos. Unas filtraciones de humedad vistas en esta última intervención aconsejaron retirar las higiénicas dependencias y sanear la zona. Al excavar encontraron tres importantes piezas de la época románica pertenecientes a la catedral que se desplomó en el 1390: un sepulcro reposado sobre tres maravillosos capiteles, la base del ábside y la entrada a la cripta, tapiada y oculta por el relleno que ahora se ha retirado. Donde estaban los excusados ahora una escalera desciende y nos da paso a todo ese hallazgo. La cripta ya fue descubierta en las restauraciones del 92-94 y estuvo a punto de ser rellenada de grava y ser condenada a formar parte del suelo catedralicio, pero un golpe de suerte le trajo el indulto a última hora y fue salvada para los restos. Para su acceso se habilitó una trampilla en el suelo de la nave en el lado de la epístola y ahí quedó todo. La nueva restauración ha contado con la suerte de encontrar su entrada natural y posibilitar su visita.

Salimos del claustro para subir al sobreclaustro empleando para ello la maravillosa escalera de caracol que tantas veces había visto desde abajo y tantas veces me había quedado con las ganas de recorrerla al encontrar el consabido letrero de "Prohibido el paso". Es una maravilla en su construcción y en su decoración, podrían ser las escaleras al cielo de Led Zeppelin. Una vez arriba vimos, escuchamos y aprendimos. La bajada la hicimos por otra escalera de caracol que tiene la torre lateral de la capilla Barbazana y que tampoco había utilizado jamás. Leopoldo nos siguió explicando temas como las nuevas pinturas que ayudados de técnicas informáticas habían recuperado en el sepulcro del obispo Sánchez Asiain y junto a la puerta Preciosa y un montón de cosas más que mi espacio limitado me impide pormenorizar.

La segunda parte de la visita será sustento del paseo de la semana que viene, no os la perdáis que vale la pena.

Besos pa tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

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