En la Nochevieja de 1982, la emisora Radio Paraíso y la revista Cuatrovientos organizaron una gran fiesta en el frontón Labrit que incluía un concurso de disfraces.

Cada 31 de diciembre, Pamplona cumple con esta tradición que le distingue del resto de ciudades y que parecía que iba a perdurar en el tiempo para siempre.

Sin embargo, la Nochevieja ha evolucionado y parte de la fiesta se ha trasladado de las calles del Casco Viejo a hoteles y discotecas que, cada año, celebran cotillones multitudinarios.

“Antes, la gente salía disfrazada por los bares y nos costaba atraer a los jóvenes. Ahora, la fiesta se ha diversificado y las discotecas hemos cogido mucha fuerza”, señala Carlos Tabar, propietario de Canalla. 

A dos semanas para el 31 de diciembre, las discotecas están a punto de colgar el cartel de completo. En Indara, con un aforo que ronda las 1.000 personas, solo quedan una veintena de entradas a 40 euros.

Vamos viento en popa. La gente sigue con esas ganas tremendas de fiesta que había justo después de la pandemia. Aún así, me extraña que se venda tan rápido con la que está cayendo. La inflación y los sueldos no suben al mismo ritmo”, comenta Patxi Arriada, propietario de Indara. 

Javier Muruzabal, gerente de Zentral, sala con un aforo de 1.255 personas, asegura que “andamos muy cerca del sold out y seguro que colgaremos el cartel de completo porque la gente tiene ganas de salir” y Canalla, a mediados de noviembre, ya había vendido el 80% de los 800 tickets.

“Tenemos mucho tirón. Los jóvenes apuestan por Canalla porque disfrutan de la noche al completo. Nosotros abrimos hasta las ocho y media de la mañana, son siete horas y media de fiesta; mientras que la oferta de otros locales se queda a medias porque en Nochevieja se sale tarde. Habrá gente que empiece en los bares del Casco Viejo y termine aquí. Cerrar más tarde nos permite captar más público”, subraya Tabar.

Reservados por 500 euros

El precio de las entradas oscila entre 25 y 40 euros –un poco más caro que un sábado noche–, incluyen una o dos consumiciones y en algunos casos no se puede acceder más tarde de las tres de la madrugada. “El 50% están condicionadas a que se entre antes de esa hora”, indica Tabar. Además, estas tres salas de fiesta ofertan reservados que van desde los 60 hasta los 500 euros.

“Como novedad, hemos sacado dos zonas vips para 16 personas. Están ubicadas en el escenario, a ambos lados del DJ y la fiesta se ve desde otra perspectiva”, apunta Javier Muruzabal.

“Algunas cuadrillas quieren disfrutar de la fiesta sin molestias ni empujones. En Canalla ofrecemos espacios privados y tranquilos, pero no te pierdes nada del jolgorio. Muchos reservados están en mitad de la pista de baile, al lado del DJ, y vives la fiesta desde dentro”, incide Tabar. 

El público general ronda los 23-25 años y algunos salen disfrazados y otros visten de etiqueta. “Hay gente que no se acerca al jaleo del Casco Viejo y viene a primera hora con trajes y vestidos. Después, llegan disfrazadas las personas que han estado de bares”, explica Tabar.

El 30% viene con disfraz y el 70% viste elegante. No se pone el vaquero y la camisa de todos los sábados”, comentan desde Indara.

En Zentral, en pleno Casco Viejo, “aparece todo el mundo disfrazado. Igual toda la gente no te viene de lagarto, pero es una noche especial en la que te pones algo diferente, aunque sea artículos de cotillón”, ahonda Javier.

Cotillones en hoteles

Otro síntoma de que las cosas están cambiando en Pamplona es que cada vez más gente celebra la última noche del año en hoteles que organizan cenas especiales y cotillones.

Cada año, la lista de espera es mayor y las plazas disponibles se agotan más rápido. Después de la pandemia, se ha producido un cambio. Enseguida nos lanzamos a reservar”, expresa Gorka Berraondo, director del Castillo de Gorraiz Golf&Spa. 

Esta Nochevieja, el hotel organiza un cotillón para 350 personas y más de 100 se han quedado fuera. “Tenemos muchísima demanda. Recurriremos a la lista de espera si hay cancelaciones de última hora”, adelanta Gorka. El perfil que opta por estos eventos son parejas, cuadrillas y padres con sus hijos.

“También es una fiesta familiar. Los adultos con niños disfrutan de la cena y se van para casa después de las uvas”, concreta. Incluso se anima gente de Barcelona, Madrid o Euskadi que se quedan a dormir en el hotel. “Solo nos quedan 15 habitaciones y las vamos a llenar seguro”, confía.

Por 159 euros por persona, el Castillo de Gorraiz ofrece un aperitivo –croquetas, ostras, navajas, zamburiñas, queso parmesano o jamón ibérico– y un menú compuesto por cocotte de huevo de caserío con hongos de Ultzama, bogavante asado, lubina a la parrilla, solomillo de ternera de Baztan, pantxineta con helado de cuajada de Ulzama y turrones navideños. También incluye barra libre, dj hasta las cinco de la madrugada y autobús de ida y vuelta desde Merindades. 

El Tres Reyes organiza un cotillón para 200 personas y el hotel colgó el cartel de completo a finales de noviembre. “Otros años la gente no reservaba con tanta antelación. Hemos tenido muy buena acogida”, asegura Lorea Esparza, del departamento de Eventos del Tres Reyes.

Por 159 euros por persona, el hotel incluye una “cena de gala” y tres horas de DJ con barra libre. “Antes de las campanadas, les damos una bolsa de cotillón que incluye antifaces, matasuegras, gafas, collares, gorros, diademas...” , detalla. El perfil predominante son cuadrillas y familias de 50 años “para arriba”. 

El Hotel Maissonave prepara una cena especial para 80 personas. Los comensales, por 100 euros, pueden degustar ensalada de bogavante, cardo de Peralta, zamburiñas gratinadas, lomo de rape a la brasa o solomillo de vaca con foie. “Estamos completos. Es una cena que casi ni anunciamos porque enseguida se llena con los clientes que se quedan a dormir”, señala Leyre Alemán, directora del Maissonave.

Este año, el hotel acoge a un grupo de 21 turistas que vienen en un viaje organizado y a una cuadrilla de Francia. “También vienen familias y parejas de Pamplona que no se alojan. Mitad y mitad”, detalla Leyre. 

Sin embargo, el hotel Maissonave nunca celebra cotillón porque “siempre estamos llenos y priorizamos que haya silencio para que los clientes puedan dormir. La cena se termina con las uvas y una copa de cava y quien quiera sale de fiesta por los bares y discotecas”, finaliza Leyre.