Un “aúpa ahí” o “ieeeppaaa ahí” como grito de guerra inicial y 90 segundos de recetas con cachondeo para reivindicar el placer de comer. Sin chorradas. Enrique Martín, vecino de Pamplona de 37 años, abrió hace justo un año su cuenta de Instagram @Etxando.panza. Ya ha alcanzado los 130.000 seguidores, con 80.000 más en TikTok.
Cualquier receta supera con holgura las 200.000 visualizaciones, y alguna la han visto 2,7 millones de personas. “Yo estoy flipando”, reconoce sobre unas cifras que “está claro que miro, pero no me obsesionan. Hice una cuenta para hacer lo que me gusta. Y si dejo de gustar, pues dejo de gustar”, defiende.
Enrique se animó a publicar sus recetas tras la pandemia. “Vi que habían salido muchísimas cuentas de comida, todas fotocopias unas de otras. Para mí la cocina es algo de disfrute y de gozo máximo, y escuchar a una persona con una voz plana contando una receta me chirriaba tanto que dije, ‘tengo que hacer lo contrario’. En mi trabajo, los compañeros que han visto los vídeos me dicen, ‘tú no eres así’. No es un rol que haya cogido, quizá sí exagero algo. Pero era para desvincularme de toda esa marea y buscar la antítesis”.
"Para mí la cocina es algo de disfrute y de gozo máximo, y escuchar a una persona con una voz plana contando una receta me chirriaba tanto que dije, ‘tengo que hacer lo contrario’"
En sus vídeos, lo mismo se aprieta “un perol de gachas que va a ser más fácil saltarme que darme la vuelta”; que le provoca “un hambre del copón elegir qué desgraciao me va a gobernar” y se le antoja brioche con carne mechada; o se alegra de que acabe el verano “y nos dejemos de salmorejos de fresas y hostias de ese tipo”. Él prefiere “un plato de callos que se va a cagar la puta perra”.
También incluye consejos de pareja. Para una primera cita, patatas a la importancia. “Le vas a dejar claro que tienes los cojones más gordos que el caballo de Espartero y que contigo no va a pasar hambre, que al final es lo que importa”.
O la solución definitiva si tu matrimonio hace aguas “y no tienes huevos a decírselo a tu mujer”. Sardinas a la plancha –“se te tiene que olvidar poner la campana para que líes una zorrera del copón”– y en media hora te aseguras “estar en la puta calle, con el divorcio firmado y un plato de sardinas para almorzar con un chato de vino que se te quita el hipo”.
Etxando panza se ha criado entre pueblos. Es natural de Hoyo de Manzanares, en la sierra de Guadarrama, y su padre era de Montejo de Tiermes, en Soria. Siempre ha tenido claro que iba a acabar viviendo en el norte. “No sabía si en Navarra, Gipuzkoa, Asturias o Noruega”.
Hace 13 años conoció a su mujer, la pamplonesa Silvia, a la que da “las gracias por aguantarme”. Desde hace siete vive con ella en Iruña. “Uno es de donde pace, no de donde nace. Y aquí estoy más a gusto que en brazos. Me gustan las setas, me gusta pescar, me gusta comer... tenéis una tierra de puta madre”. “Tenemos”, se corrige al instante.
"Uno es de donde pace, no de donde nace. Y aquí estoy más a gusto que en brazos. Me gustan las setas, me gusta pescar, me gusta comer... tenéis una tierra de puta madre”
Por circunstancias de la vida, Enrique tuvo que dejar en el último año la carrera de Arquitectura Técnica. Más tarde realizó un módulo de Grado Superior de programación mecánica, y ahora se gana el pan en una fábrica del polígono Agustinos. Lo de las recetas en redes lo vive como un pasatiempo.
Le gusta cocinar “porque siempre me ha gustado comer. Y si me apetecía comerme esto o lo otro, era o ir a un restaurante bueno a pagar un pastizal, o a uno regulero que no me iba a gustar. Aprendí viendo recetas en Internet. David de Jorge (Robin Food) es el puto amo. Yo he aprendido a cocinar viendo a este tío”, afirma.
En la cocina, cuida los detalles “porque al final todo cuenta. Desde comprar buen género a ponerle cariño y tiempo. Por eso no subo recetas todos los días, porque hacer una receta elaborada lleva su tiempo”.
El proceso
Cuando tiene tiempo, género o le apetece, Enrique se pone al lío. “Me suele costar grabar porque primero tengo que limpiar la cocina, que siempre está llena de bártulos”. Después piensa qué va hacer y, aunque tenga claro cómo, mira varias recetas “para ver qué hacen otros, sacar unas pautas y llevarlo a mi terreno. Tengo mi manera de cocinar y adapto todo lo que veo a mis gustos, porque al final es para comer yo y gozármela”.
Todo lo hace con el móvil, y con el vídeo ya editado “grabo el audio sacando al perro, debajo de un árbol. Es un tipo sauce en el que las hojas caen hasta el suelo, y dentro no hay eco pero no suena nada. Si lo hago en casa hay eco, y no tengo estudio, ni habitación insonorizada ni nada de eso”.
Al grabar el audio “voy recordando los olores o lo que me ha transmitido ese momento, por eso hay veces que se me escapa un mecagüenmiputavida. No es para nada forzado, en ese momento estoy salivando”. Por último “lo escucho, y si veo que no hay ningún fallo no me planteo nada más. Lo guardo y va para arriba”.
Sus amigos de este mundillo alucinan con las cifras de sus vídeos porque no sigue ninguna pauta; sube cuando le da la gana y a horas extrañas. “Lo mío es un poco caótico”, confiesa. Y aunque le aconsejan profesionalizar el asunto, él seguirá fiel a su estilo: “Es parte de un mensaje de fondo. Hay que disfrutar de la comida, no volverte loco ni hacer el gilipollas para quedar bien en las redes”.