De zapatero a tallista de madera en la Txantrea
Fabián Villacorta se estrenó a los 15 años con el calzado, habilidad que le ha servido de ascenso para crear esculturas de madera que pueblan su taller
Hace ya mucho tiempo que a Fabián Villacorta Labairu las ideas de sus nuevos proyectos le vienen a la cabeza mientras observa y toma con delicadeza un trozo de madera de olivo, en la andadura del Taller de reparaciones de Villacorta. Casi todo lo que se le ocurre respecto a coches deportivos lo dibuja sobre medianos trozos de papeles que va acumulando debajo del mostrador principal de su taller. El tallista no sabe si todos esos apuntes tomarán vida, serán los troncos de olivo, boj, acacia, roble o encina los que le dirán si es probable el nacimiento de nuevos personajes con los que aumenta la imaginación de las personas que los ve posar en las estanterías.
Fabián Villacorta Labairu nació en Pamplona hace 58 años. Es el mayor de cuatro hermanos: Begoña, Pablo y Koki. Él es zapatero, siguiendo la tradición de su padre. Heredó la habilidad de trabajar el calzado y el nombre de un emprendimiento que iniciaron sus padres (Fabián y Conchita) en 1970, ubicado en la calle Villafranca nº 4 de la Txantrea. Además, hace unos años ejerce el arte orgánico: las esculturas de madera.
Recapitulemos. Ocurrió en un día caluroso a principios de agosto de 2022. Para Fabián, suena a humor cada vez que rememora su primer encuentro con la madera: “Vi un taco de madera al lado de la basura, lo tomé y lo llevé al taller. Empecé a lijarlo en la máquina y de pronto nació una especie de seta y luego hice una copa en 30 minutos. Aquellas piezas fueron los peldaños para continuar con este arte”.
La gran mayoría de las figuritas de madera conservan sus características naturales, y otras son barnizadas. Ser artesano requiere cierta destreza y él no es la excepción. Hace siete meses elaboró una pequeña máquina de motor exclusivamente para lijar madera.
Fabián Villacorta se dirige hacia la mesa repleta de calzados junto a la estantería que alberga sus creaciones para añadir que está sorprendido de ser tallista de madera, ya que los troncos de los árboles se han convertido en una cultura imparable que desea que perdure en su vida.
El motor principal de la fachada en las que se exponen más de una cincuentena de personajes de diferentes tamaños, que se reparten en las repisas, se resume perfectamente a que “gracias al oficio de zapatero se tiene la destreza de tallar la madera”.
“No siempre tengo en mente la figura que haré, a veces siento que tengo otro yo que me lleva a tallar figuras indefinidas como por arte de magia. Cada día los personajes cambian porque cada cliente ve algo diferente en ellos”, relata convencido mientras sostiene una pieza elaborada de boj.
El nacimiento de cada escultura no es ajeno a la mirada de los padres de Fabián: “Ellos son los primeros en conocer cada figurita que elaboro, les gusta mucho. Aunque mi madre me dice que baje el precio y ya lo hice”. Ser artesano requiere tiempo y aún más para enlazar su trabajo de zapatero. Con los ojos señalando a sus esculturas, cuenta que “cada pieza requiere dedicación, desde dos o tres a ocho horas, y una mezcla de emoción y entusiasmo”. Además, admite entre risas que le da pena vender cada creación porque les ha tomado mucho cariño.
Para Villacorta, el siguiente hallazgo es realizar piezas gigantes de madera con hierro artístico. “Eso sí, mientras más raro es mejor porque llama la atención”, señala con una sonrisa. La madera representa una oportunidad para él al redescubrir que “el mejor maestro después de mi padre es el tiempo, porque todo aprendizaje requiere fuerza de voluntad”. En su taller de reparación cuenta que desde niño está en consonancia con la fabricación de coches deportivos y manifiesta que “la admiración por las herramientas es la válvula de escape para proyectar el arte de imaginar”.
El artesano influido por su complicidad con la madera expone que le encantaría dedicarse exclusivamente a ella, y algún día exponer sus pequeñas esculturas “y además elaborar un coche deportivo gigante de madera”.
Y es que, para hacer frente a este oficio, se necesita verdaderamente apreciar los matices de la materia prima que ofrece la naturaleza. A simple vista la madera no solo tiene años, el tallista expresa que “es única por la historia de vida o el olor que proyecta, cada vez que veo la madera me imagino el campo en donde ha crecido”.
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