Hay pocas cosas que desaten la locura en toda la ciudad a la vez: el Chupinazo, un buen Osasunazo al Real Madrid o al Barcelona, Caravinagre persiguiendo a los txikis con su temida verga, Braulia brincando por el Casco Viejo... Y los Reyes Magos entrando a Pamplona por el Portal de Francia. Este domingo la multitud se desgañitó llamando a Melchor, Gaspar y Baltasar - se gritó con mucha fuerza porque el año pasado la lluvia chafó la fiesta-, el confeti inundó las calles del Casco Viejo y los padres levantaron a sus pequeños para que pudieran tocar las manos de Sus Majestades, aunque fuera por un instante. La locura es muy real. 

Como buen show, se vieron escenas apasionadas antes de que empezara el espectáculo. Las pasarelas del Club Natación estaban cerradas debido al elevado caudal del Arga y los troncos -incluso árboles - empotrados en el puente. Dio igual. La pasión puede con todo. Al otro lado de la orilla aguardaban los Reyes Magos, los ciudadanos saltaron la valla y sortearon las ramas, aunque hubiera que elevar las silletas de los txikis al aire. 

Los abanderados italianos en el inicio de la Jubilosa Llegada de los Reyes Magos a Pamplona

Los abanderados italianos en el inicio de la Jubilosa Llegada de los Reyes Magos a Pamplona Mikel Sola

Se llegó al objetivo: el vallado de la finca de Goñi. Parecía San Fermín momentos antes del encierro. Todos los tablones de madera estaban ocupados por centenares de familias y de txikis que aguardaban nerviosos a que aparecieran las estrellas; Melchor, Gaspar y Baltasar. Para amenizar la espera, la gente relataba entre risas la aventura vivida en la pasarela: “Acabo de hacer la ruta Quetzal, madre mía”. Otros padres entretuvieron -y chincharon- a sus hijos tirando de los ya míticos Que venga Melchor, que venga Gaspar, que venga Baltasar o ¡Ya vienen, ah, no, falsa alarma. Estos comentarios pusieron más nerviosos a los pequeños, que eran incapaces de quedarse sentados en el vallado. Y, para rematar, llegó el autobús del séquito real. Ya no había quien les mantuviera firmes en su sitio. “Qué fuerte. Ya están aquí”, gritaron y saludaron con énfasis. Buenos fans.

A las cuatro de la tarde se abrió el cielo. Los Reyes Magos consiguieron una misión que hace unos días parecía imposible: que en Pamplona luciera el sol. Los Reyes Magos no querían volverse a calar y a tiritar de frío y brindaron a la ciudad con una tarde espectacular. Bastaba con una chaqueta. Sobraba hasta el abrigo. Comenzó la Jubilosa Llegada y los chillidos dirigidos a Melchor, Gaspar y Baltasar. “Tranquilos, que aún son los pajes”, explicaban los más entendidos. Los caballistas reales, ubicados tras los pajes, saludaban al entregado público y avisaban de que tenían faena. “Nos vemos esta noche. Hay muchos regalos y carbón. Sí, el carbón es para ti, que sé que te has portado mal”, interpeló una caballista a un pequeño. “Siiiii”, le contestó riéndose el txiki. Y hasta los barrenderos se unieron a la fiesta y se tomaron con buen humor su trabajo: quitar las heces de los caballos. “No le des tanto de comer, que luego la mierda la recojo yo”, le recriminó un barrendero a un caballista. Y su compañero, un verdadero showman, consiguió que el caballo encestara la cagada en el cubo. Obviamente, el público aplaudió. Mucho. Por detrás, los abanderados italianos Maesta della Battaglia deleitaban al público con su destreza y lanzaban al cielo de Pamplona sus banderas al son de los tambores y cornetas.

Una multitud recibe a los Reyes Magos a su llegada a Pamplona

Multitudinario recibimiento a los Reyes Magos en el Portal de Francia. Mikel Sola

Al final del todo, los más anhelados: Melchor, Gaspar y Baltasar. Sus Majestades, montados en los dromedarios reales Romeo, Niño y Pesao; cruzaron el puente de la Magdalena, atravesaron los fosos de las murallas -los gritos retumbaron en las paredes- y llegaron al Portal de Francia. La puerta estaba cerrada. El foso, de varios metros de profundidad, impedía a Sus Majestades entrar en la ciudad y el emisario se puso nervioso. “Heraldo, las puertas de Pamplona, cabeza del viejo reino de Navarra, están cerradas. Haced que las abran”, ordenó. El Heraldo empezó a gritar y el Cabo de Guardia le contestó desde lo alto del Portal de Francia: “Ya es muy tarde. Quien quiera que seáis, sabed que las puertas de Pamplona están cerradas. El puente no se baja hasta mañana, con la luz del nuevo día”, señaló tajante. 

La tensión se palpaba en el ambiente y el emisario real intentó convencer al guardián de las murallas. “Es menester, señor guardián, que nos permitáis la entrada. Mis señores no son unos viajeros cualquiera, son dignos de que entren a Pamplona porque tienen una misión muy importante que realizar en esta ciudad y ha de ser precisamente esta misma noche. No puede, de ninguna de las maneras, aguardar a mañana”, insistió el emisario. 

Se desata la locura al paso de la comitiva real por el Casco Viejo

Se desata la locura al paso de la comitiva real por el Casco Viejo Mikel Sola

El Cabo de Guardia, intrigado por la identidad de esas personas, preguntó quién eran “esos altos personajes”. “Son los Reyes Magos de Oriente. El motivo de la venida es traer a la ciudad de Pamplona la ilusión, felicidad y paz a los niños de Pamplona, que han escritos a mis señores miles y miles de cartas pidiendo regalos”, explicó el emisario. “Tended el puente”, ordenó el guardián. Gritos, aplausos y locura. 

Melchor, Gaspar y Baltasar entraron a la ciudad y en ese mismo instante debieron sonar la campana María, sus compañeras de la Catedral y las de San Cernin, San Nicolás, San Ignacio y San Miguel. No se escuchó ningún replique porque Pamplona se desgañitó y no pararon de gritar y de lanzar confeti desde los balcones. Que vengan los Swifties y lo superen. Esto sí que son verdaderos fans.

Sus Majestades llegaron al Ayuntamiento y saludaron al público congregado. Mirentxu Arteche rompió a llorar. “Nos encantan todos los Reyes Magos, pero este año somos muy de Melchor. Nos ha saludado y nos hemos emocionado”, confesó. Los Reyes, recibidos por el alcalde, entraron en el Ayuntamiento y la ciudad se tranquilizó durante dos horas. Faltaba la cabalgata.