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El bar de Pamplona que triunfa con su curioso trivial

La cervecería Baztan, en la calle Nueva, arrasa con el quiz que organiza los martes y miércoles, la partida arranca a las 20.30 horas y los jugadores van dos horas antes para coger una mesa

Leticia Soto, una de las propietarias de la cervecería Baztan, posa con los clientes antes de empezar una partida de trivial.Mikel Sola

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Empezaron los miércoles a las 20.30 horas con una mesa. Después fueron dos, tres, cuatro... La iniciativa se volvió tan popular que se quedaron sin espacio para jugar. Organizaron una segunda partida los martes, pasó más de lo mismo y la gente, para tener sitio, adelantó su hora de llegada: ocho, siete y media, siete...

“No se reserva, quien llega antes coge la mesa. A los equipos les decimos que algún integrante venga de avanzadilla”, recomiendan Leticia Soto y Patxi Sáez, dueños del Baztan, la cervecería de Iruña que arrasa con su trivial. “No somos famosos porque los famosos no trabajan. Somos populares”, bromea Patxi. 

Los martes y miércoles desde las 19.00 horas las mesas se reservan para el trivial y Leticia, maestra de ceremonias, sienta a los jugadores y les presenta. “Queremos que se lo pasen bien. Aquí no se viene a competir”, comenta.

Los grupos amenizan la espera –y se van conociendo– con unas pintas de cerveza. “Tenemos 11 grifos de Irlanda, Alemania, Holanda, Bélgica...”, enumera Patxi. La más solicitada es la Guinness, una de las “mejores” de la Península “y no lo decimos nosotros, sino la propia Guinness”, saca pecho Patxi. 

Un grupo de amigos, durante una partida de trivial.

A las ocho y media arranca el trivial, compuesto por 25 preguntas de cultura general, audios –se debe adivinar el título de la canción o en qué década se estrenó– y pruebas fotográficas: acertar la edad de actores, relacionar marcas con sus logotipos o deducir el nombre de un famoso a través de su silueta o simplemente sus ojos.

“Intentamos que las pruebas estén al alcance de todos los públicos y edades porque vienen hijos, padres y abuelos”, señala Leticia.

El trivial del Baztan, la segunda casa de muchos clientes, lo diseñan voluntarios. “La gente se ofrece, les animo por el micrófono o sé a quién le puede gustar. Tengo fichadas a unas cuantas personas”, bromea Leticia, que revisa que no se repitan. “Le doy al coco, pero hay temas de sobra”, expresa. 

En la partida está prohibido usar el móvil para no mirar las respuestas y, sobre todo, porque los jugadores deben desconectar del mundo digital durante las dos horas que dura el juego. “Es muy difícil ver un bar en el que la gente se divierte sin ningún teléfono encima de la mesa. Queremos que los amigos hablen y se rían”, desean.

La diversión está garantizada durante las partidas.

Leticia recomienda a los más adictos que antes de entrar –en el interior casi no hay cobertura– avisen a sus contactos más cercanos y les digan que se van a divertir. 

Los dos mejores equipos –el máximo son ocho personas y el mínimo una– se llevan premio: camiseta del Baztan, copas con el borde tallado en bronce, cervezas de importación, gorros de Guinness...

El espíritu del trivial no es competitivo y por eso en el intermedio sortean regalos. “Un bar no es solo dar de beber y comer. Debes conseguir que la gente se marche más contenta de lo que llegó y para eso hay que implicarse. Siempre hemos intentado ser acogedores, muchos clientes sienten el pub como un hogar y ese es el verdadero regalo”, reflexionan.

Rugby

Patxi vivió en Irlanda hace más de una década y se enamoró de los pubs. “Me encantó ver a todo el mundo revuelto y feliz”, relata. Su casa estaba enfrente de un campo de rugby, se enganchó a este deporte y en diciembre de 2015, cuando inauguraron el Baztan, colocó un cartel en el que anunciaba que televisaba los partidos de las Seis Naciones, el torneo anual de rugby en el que compiten las selecciones más poderosas de Europa: Escocia, Francia, Gales, Inglaterra, Irlanda e Italia. “Solo venían tres o cuatro personas”, confiesa.

Era febrero de 2016 y nada hacía presagiar que el Baztan, en un abrir y cerrar de ojos, se fuera a convertir en “la casa del rugby”: chapó el O’Connors y su predecesor el Dunkalk –pubs irlandeses donde se juntaban los aficionados a ver los partidos–, se estropeó la pantalla del equipo La Única en pleno Seis Naciones y un forofo se topó con el cartel de la cervecería, entró y llamó a todos sus amigos. “Se juntaron los astros. Esa tarde llenamos y hasta ahora”, recuerdan. 

La cervecería cuenta con su propio “rincón del rugby” decorado con camisetas, bufandas, banderas, fotografías, gorros de Guinness o balones que han donado los clientes. “Es típico de Irlanda. Allí, cuando no quieren tener algo en casa, lo llevan al pub. No existe Traperos de Emaús”, bromea Patxi.

En días de partido, el rincón se abarrota, los aficionados se concentran frente a la televisión y la cerveza sale de los grifos sin parar. “El ambiente es estupendo, se pasan las jarras los unos a los otros y muchos se hicieron amigos y organizan viajespara ver rugby”, indica Patxi.

El Baztán también está creando cantera y los más txikis se dejan ver por el rincón y viven los partidos a tope. “Es muy bonito ver cómo ondean las bufandas o celebran un ensayo”, confiesan.

 

La cervecería no falla nunca y televisa los partidos sean a la hora que sean. En 2019, el campeonato del mundo se celebró en Japón, la jornada arrancaba a las seis de la mañana y a las cinco ya estaban preparando el local. “Cuando te comprometes, debes cumplir. Hay que estar en las buenas y en las malas” defienden.

Aunque parezca mentira, siempre había aficionados –alguno se pasaba antes de entrar a trabajar para quitarse la chirrinta y ver unos pocos minutos– que reconocían el esfuerzo de Patxi y Leticia con churros. “Siempre tienen detalles”, agradecen.

Sesiones de música irlandesa

Además, el tercer jueves de cada mes desde las 19.00 horas organizan sesiones de música irlandesa en directo. “Son un grupo de amigos que llevan 20 años tocando juntos, este es su lugar de reunión y un día te aparecen cuatro y otros diez”, señalan.

Las sesiones son abiertas y se puede unir cualquier persona que sepa cantar o tocar un instrumento que pegue con este estilo. “Es la misma filosofía que en Irlanda. Los músicos van a los pubs, se ponen a tocar y a veces no se conocen. Se improvisa”, finaliza Patxi.