Los resultados del pasado 19-J en Andalucía arrojaron 1.582.412 votos para el PP y 883.707 para el PSOE. Pero los mejores resultados los obtuvo la abstención, con 2.667.743 ciudadanos llamados a votar que se quedaron en casa, un total del 41,64%. De esta manera, los que no acudieron al colegio electoral superaron a los dos partidos más votados de la comunidad autónoma, en lo que es un fenómeno preocupante para el sistema de la democracia representativa, y que va acrecentándose elección tras elección.

Se puede realizar el mismo ejercicio con los datos de la segunda vuelta de las legislativas francesas (también se celebraron el pasado domingo) con resultados aún más preocupantes. Macron sumó 8 millones de votantes; el frente de Mélenchon, unos 6,5 millones; y Le Pen, algo más de 3,5. Sin embargo, los abstencionistas fueron 26,25 millones de ciudadanos. En resumen, más de la mitad de los llamados a votar se quedaron en casa (53,67%).

Aunque es verdad que tradicionalmente las legislativas francesas siempre han contado con bajas participaciones, la cuestión de la abstención se ha agudizado en los últimos años hasta el punto de que incluso en las elecciones presidenciales la asistencia a las urnas se ha resentido, pasando de cifras superiores al 80% a poco más del 70% en la convocatoria de abril.

En el Estado español, por su parte, hay notables diferencias en función de que la convocatoria sea estatal, autonómica o local. Y es que en los últimos años las participaciones más elevadas se han dado en las elecciones generales, que mediáticamente son las que más atención generan y han eclipsado a los comicios de las instituciones más cercanas al ciudadano.

A pesar de estas variaciones en la asistencia a votar según el tipo de elección, sí existe en el Estado una tendencia a la baja en la participación que viene dándose desde la crisis del 2008 y se ha acentuado en la última década.

Esta dinámica se repite en gran parte de los países europeos e influyen diversos factores relacionados con las condiciones socioeconómicas del electorado, con las situaciones de crisis o con la desafección hacia la clase política.

Una parte nada desdeñable de la ciudadanía europea comparte hoy en día la sensación de que la clase política ha dejado de aportar respuestas útiles para mejorar su vida o blindar los avances sociales, por lo que opta por quedarse en casa en los comicios, o bien por falta de interés o como forma de protesta contra el sistema.

Tradicionalmente, son las clases bajas o trabajadoras quienes optan en mayor porcentaje por no acudir al colegio electoral y, en los últimos tiempos, hay un colectivo con una particular querencia a la abstención: la juventud.

Esta sensación de hastío o desafección se incrementa en situaciones de crisis como la que se da actualmente tras la pandemia y la guerra en Ucrania, lo que tiene una influencia directa en la participación de la ciudadanía en comicios como los andaluces o los franceses de este mes de junio.

De seguir así la tendencia de la baja participación, las democracias occidentales corren el riesgo de ver seriamente dañado su funcionamiento al ser cuestionada su legitimidad popular.

EUSKADI Y NAFARROA

En las elecciones más cercanas, los datos de participación son muy desiguales. En los últimos comicios de la CAV, la abstención alcanzó el 49%, pero el dato hay que cogerlo con pinzas al haberse celebrado en circunstancias excepcionales en plena pandemia.

Por su parte, la Comunidad Foral sí tuvo un gran dato de participación en 2019, más del 70%, pero no se debe olvidar que los comicios navarros coinciden con las municipales, lo que espolea la asistencia a las urnas.