Txaro Arregi, hermana de Mikel Arregi; Idoia Zabalza, hermana de Mikel Zabalza; Josu Irañeta, víctima de torturas; y Mintxo Ilundáin, herido durante los Sanfermines del 78, han sido los responsables de poner voz al grupo de doce víctimas (todas presentes en el acto) que han sido reconocidas este jueves por el Gobierno de Navarra.

Txaro Arregi: "Tanto desde Navarra como desde el Estado hemos sido siempre ninguneados"

La familia de Mikel Arregi ha estado “siempre ninguneada”. Tanto por Navarra como por el Estado. Lo ha dicho su hermana, Txaro Arregi, que ha recordado que los únicos que han estado cerca de ellos en estos casi 45 años han sido los pueblos de Sakana, la zona donde la Guardia Civil mató a tiros al concejal de HB en Lakuntza.

Idoia Zabalza, Txaro Arregi, Josu Irañeta y Mintxo Ilundáin, esta tarde durante el acto de reconocimiento. Javier Bergasa

El reconocimiento, en su caso, en el que hubo un juicio “que no fue justo”, es un paso. “Ojalá lo hubiesen visto mis padres”, ha lamentado. Txaro tuvo, además, un recuerdo para su pareja, Iosu Imaz, torturado y también reconocido como víctima. “Los reconocimientos, junto con la desclasificación de los Secretos Oficiales, pueden abrir un camino”.

Mintxo Ilundáin: "Queremos que los Sanfermiens del 78 se investiguen como no se hizo entonces"

Ha dicho Mintxo Ilundáin que los heridos de aquel 8 de julio de 1978 fueron víctimas desde ese día, aunque el reconocimiento haya llegado más de cuatro décadas después. “A mí este reconocimiento me ayuda como persona, y creo que al resto de la sociedad también para poder respetarnos los unos a los otros".

Mintxo Ilundain. Javier Bergasa

Sin embargo, queda camino por recorrer. El primero, saber “qué motivos pudo haber” para esa actuación “Queremos que los reconocimientos sean una puerta abierta, que se investiguen los hechos como no sé hizo entonces, que se desclasifiquen los documentos, que se haga justicia, y se repare el mal causado”.

Josu Irañeta: "No quiero vivir con rabia, yo no sé vivir así. Quiero vivir como ahora, en paz"

Josu Irañeta ha confesado que no le resultó nada fácil denunciar sus torturas. Esta tarde ha celebrado haberlo hecho en honor de unas “víctimas invisibilizadas”. Tras una petición de que se sepa la verdad, ha dejado una de las reflexiones de la tarde.

Josu Irañeta. Javier Bergasa

“Lo que a mí me pasó no se lo deseo a nadie. He aprendido que no se puede vivir con sentimientos de venganza, rabia y odio, yo no sé vivir así, quiero vivir como ahora, en paz. Que nunca más se torture, a nadie. Que no lo sufran ni los que me lo hicieron a mí. Ojalá nadie, en todo el mundo, tenga que pasar por la tortura”.

Idoia Zabalza: "Este reconocimiento hubiera aliviado el dolor con el que se marcharon mis padres"

La última en intervenir ha sido Idoia Zabalza. Su hermano Mikel, ha dicho, sufrió lo que otros muchos: tortura policial. “Lo diferente en su caso fue el desenlace”, uno de los episodios más negros de la guerra sucia del Estado.

La familia no habría imaginado un reconocimiento así hace unos años. “Ojalá hubiesen vivido esto mis padres, algo les hubiera aliviado el dolor con el que se fueron”, ha lamentado. Y ha confiado que el acto de ayer sea un “proceso con continuidad”.

Idoia Zabalza y Josu Irañeta. Javier Bergasa

“La tortura ha sido una práctica generalizada urdida en altas instancias que ha dejado miles de víctimas. Hoy nos acordamos de quienes sufrieron con él aquellos días y ya no están”, ha terminado.

“La memoria tiene que ser la memoria de las víctimas”

No habrá convivencia sin memoria. Y no habrá memoria si no es la memoria de las víctimas. Lo dijo Guillermo Múgica Munárriz, miembro del Foro Gogoa, Solasbide y premio Día Internacional de la Paz 2021, encargado de abrir el acto.

En estos tiempos “posmodernos”, dijo, “necesitamos memoria para convivir”. Pero “una memoria que quiera aportar a la convivencia tiene que ser la memoria de las víctimas”. Esa que tiene en cuenta el dolor y la experiencia personal, y que debe llenar los socavones que han dejado en el espacio de la memoria esas frases desgarradoras que han acompañado a algunas de las víctimas reconocidas ayer. Como la familia Zabalza cuando tuvo que escuchar cómo un guardia civil les remitía a objetos perdidos. O cuando las víctimas de los Sanfermines del 78 comprobaron la frivolidad del mando policial que mandó tirar sin importar matar. “Solo la memoria de las víctimas puede alumbrar intensamente una razón que quiera ser guía hacia la convivencia. Sin esta, sin saldar las cuotas pendientes, sin restablecer los puentes rotos, ¿acaso podemos convivir en paz?”.

Guillermo Múgica Munárriz, durante la apertura del acto. Javier Bergasa

Fue el final de un discurso que arrancó con un recuerdo concreto para las doce víctimas, a las que mencionó por su nombre de pila. Víctimas a las que les une una “condición compartida de víctimas de una violencia ilegítima, injusta e indebida, mortal en algunos casos”, en un contexto en el que cada caso es distinto del anterior. “Lejos de pretender equiparar o diluir realidades, cada víctima tiene su propia singularidad. También por ello, por la irreductible e intransferible singularidad del daño injusto, he puesto un énfasis en mencionar sus nombres”, explicó, porque las víctimas “son más que meras víctimas, son personas únicas e irrepetibles” que no quedan anuladas, como sabiamente enseñó José Carlos Agüero en Los perdidos.

Ningún trofeo 

Tampoco “ser víctima reconocida es ningún trofeo. Y aunque tras largo y laborioso camino, con tramos aún por recorrer, por cierto, no olvidemos que se trata a la postre de hacer justicia ante hechos muy graves, en sí mismos irremediables, pero que nunca deberían haber existido”, reflexionó. “Es natural la satisfacción de haber podido llegar a este momento. Pero es una satisfacción engendrada en mucho dolor”.

Múgica zanjó su discurso con dos pensamientos. El primero tuvo que ver con la idea de que memoria y convivencia son una pareja más que “bien avenida, matrimoniada”. “Hunden sus raíces en su condición de seres humanos. Somos pasado y proyecto, y somos proceso. Y lo somos en común. No vivimos, convivimos. Por todo ello necesitamos mirar el retrovisor. Dejemos preguntarnos quién soy yo, si hemos curado bien las heridas o si hemos soldado como debemos. No olvidemos uno de los logros de la modernidad ilustrada. La toma de conciencia de que somos portadores de una responsabilidad humana y ética”.