Josean Beloqui (Pamplona, 1979) fue el invitado el pasado viernes del Foru Elkartu. Habló sobre los objetivos de una reforma del Amejoramiento, dependiente en gran medida según él “de la voluntad política del Partido Socialista de acordar con los socios de Gobierno”. Para Beloqui existe “la ocasión de una entente que no hubo hace 42 años, y eso nos puede hacer más fuertes como sociedad, si somos capaces de llegar a un acuerdo político de calado”.

Usted se presenta como ‘fuerista’. 

–El fuero es de los pocos elementos que pueden aunar y generar identidad, esa forma de protegernos desde tiempos milenarios, ante excesos de los propios reyes o de otras leyes no acordes a las nuestras. Como población somos muy pocos. O tenemos herramientas de autogobierno potentes o nos va a pasar lo que a toda la España vaciada. El Convenio Económico es vital. 

Este se puede entender asentado.

–No tenemos que dar las cosas por sentadas. No hace falta más que echar una mirada atrás. Nadie en el siglo XIX pensaba que Navarra fuera a dejar un reino, un Estado, o que las legislaciones españolas que se aprobasen en unas cortes ajenas a las navarras pudiesen afectar aquí. 

¿Cuál es su temor?

–Los Estados han perdido muchas competencias en la UE, al contrario que las entidades subestatales o municipales, pero eso no tiene por qué seguir siendo así. No podemos dar por sentado lo que tenemos, que es muy importante. Para solidificarlo analicemos a la sociedad navarra. El actual ordenamiento jurídico nace de una exclusión a una parte de la sociedad; ni se aceptaron sus enmiendas ni sus propuestas. Hoy eso no existe, al menos como en los ochenta. El mayor ejemplo es el Gobierno de coalición, formado fundamentalmente por las dos visiones forales en Navarra, la constitucional y la reintegracionista. 

La Lorafna la apoyó la derecha y el PSOE. Auméntelo.

–No hubo un refrendo de la Lorafna, por motivos peregrinos. Urralburu pasó en menos de tres años de decir que Navarra tenía que estar dentro de Euskadi, a que ser socialista significaba la integración. No resto legitimidad a la Lorafna, aprobada en el Parlamento. Eso para mí es sagrado, pero no se atrevieron a refrendarla.

“Si somos capaces de llegar a un acuerdo de reforma de calado de la Lorafna, eso nos puede hacer más fuertes como sociedad”

¿En el vasquismo hay cambios?

–Por supuesto, tremendos. Ya nadie defiende el Nafarroa Euskadi da en ese sentido, porque ha sido superado por la propia realidad de estos 42 años. Cuestión en la que el nacionalismo tendrá que mirárselo y reformularse. Hemos pasado a Navarra sujeto político, que ya lo defiende hasta la izquierda abertzale. Ha habido un cambio de paradigma total, sobre todo en los últimos años. 

Con esos mimbres, llama a conseguir un gran acuerdo. ¿Es realista viendo a UPN y PP?

–El PP, negando la posibilidad de la competencia de tráfico, ya sabemos dónde está. UPN me sorprende más. Aizpún vino a decir en los ochenta que a Navarra no se le ha otorgado nada, sino que ha descendido de la soberanía a la autonomía. Para quienes no quieren cuestionar la soberanía única española pues se sienten cómodos, pero sí ver reconocida esa singularidad, la Lorafna actual es su techo. Para quienes consideramos que se debe reintegrar en su totalidad la foralidad, dotarnos de las leyes que parezcan oportunas, y establecer una relación de bilateralidad con quien haga falta, es el punto de partida. Las posturas constitucionales tienen muchísimo mayor apoyo que las reintegracionistas. ¿Cómo hacemos para un acuerdo integrador? Si no queremos salirnos de la Constitución, postura que aunque no la comparta la entiendo, y más estando en minoría, tenemos por ejemplo lo que dice la propia Lorafna, que Navarra no renuncia a cualquier posible derecho que pudiera tener en el pasado. Eso tiene una potencialidad enorme. O lo que se ha avanzado en otras comunidades. Hay mimbres para acordar.

El fuerismo “como punto de unión”, “independientemente de la identidad nacional de cada uno”. 

–Lo primero que procede es un acuerdo entre los ciudadanos de la Comunidad Foral de Navarra. 

En el marco de que no hay buenos y malos navarros. 

–Por desgracia tenemos discursos separadores, que no deben formar parte del cauce central político, los de aquellos que se consideran mejores navarros que otros por su credo político. Eso me parece una barbaridad. A mí me han llamado mal navarro, entiendo que alguien que se pensaba bueno. Entramos en una dicotomía muy perversa. Es un discurso que debemos saber combatirlo, pero no echando más leña al fuego, sino apostando por más democracia.

¿Cuál tiene que ser la mirada hacia lo vasco o a los territorios forales?

–Erramos el tiro si lo miramos desde el punto de vista de la territorialidad. Tenemos que hablar primero del pacto de los 650.000 que estamos viviendo aquí. Y cuando nosotros tengamos claro qué es lo que queremos proponer a la ciudadanía, por eso esta reforma, es muy importante, buscar esa cohesión. Después ya veremos cómo nos relacionamos con el resto de territorios forales o con el Estado.

“El ‘Nafarroa Euskadi da’ ha sido superado por la propia realidad de estos 42 años. Cuestión que el nacionalismo tendrá que mirársela”

Difícil va a ser esa cohesión cuando persiste la zonificación lingüística.

 –Por eso planteo el derecho como refugio, para poder salir de ese bucle en el que estamos, o esas fronteras que nos hemos puesto a nosotros mismos. 

El eje clásico en cualquier democracia, muy visible en este momento, es el de izquierda y derecha, que siempre se solapa. ¿Es un hándicap?

–No debiera. El marco de izquierda derecha nos arrastra al marco de la España binaria en el cual estamos viviendo y la bronca que tenemos continuamente entre tirios y troyanos. En esta cuestión debiéramos ser capaces de abstraernos de la bronca y el ruido, y pensar qué queremos nosotros para construir una sociedad mejor, o por lo menos más cohesionada. El sentimiento identitario navarro es el menos español. El de solo navarro, el más potente en la Comunidad. Esa parte está oculta. Parece que la Navarra oficial es la única que puede existir, y eso no es verdad. Ahora está funcionando la convivencia entre diferentes visiones de lo que tiene que ser Navarra. 

Condición sine qua non, el acuerdo tendría que rubricarse con un referéndum.

–Para mí sí. No debemos tener miedo a la democracia. Si PSOE y Geroa Bai pactan una propuesta en los términos que describo, se trasladará a la sociedad un mensaje muy potente.

El partido más votado es el ariete de la oposición.

–No lo podemos obviar tampoco. UPN tendrá que decidir si quiere aunarse a ese cauce central o desaparecer bajo las olas de este PP. Tienen que hacer una reflexión.