Desde la Web Oficial de Turismo de Navarra indican que "no es nuevo decir que el Pirineo navarro es uno de los entornos naturales de mayor valor ambiental de todo el país. Un lugar único para conectar con una naturaleza y una cultura que han sabido conservar su esencia y autenticidad. Aquí tenemos las montañas más suaves de todo el Pirineo y mira tu por dónde, aunque no lo parezca eso es una suerte".

Una combinación de naturaleza, aventura y patrimonio cultural

Pero, ¿por qué? "Porque son montes muy accesibles e ideales para pasear; para adentrarse en impresionantes bosques como la Selva de Irati Bertiz; o para contemplar foces sobrevoladas por buitres como Lumbier o Arbaiun... Los Pirineos son un territorio que conmueve, con coquetos valles como Roncal-Belagua, Salazar y Aezkoa y con pueblos de postal: calles de piedra, recios caseríos y rica gastronomía. Además cuenta con algunos tesoros artísticos de renombre como la Colegiata de Roncesvalles o el santuario de San Miguel de Aralar", argumentan desde esa misma entidad.

Un territorio que cuenta con atractivos turísticos que combinan naturaleza, aventura y patrimonio cultural. Entre los numerosos bosques con los que cuenta Navarra, hay uno "que floreció por la historia de amor entre un leñador y una criatura mitológica".

El bosque de Navarra "que floreció por la historia de amor entre un leñador y una criatura mitológica", según National Geographic

Sobre ese lugar, los expertos de National Geographic relatan que "de vez en cuando, algunos cuentan la historia de una mujer que no era del todo humana, una joven lamia de ojos azulados como el agua pero de alma malvada, que se dedicaba a aterrorizar a todos los aldeanos de un valle navarrense. Un día, un joven leñador apareció por esas tierras junto a su familia, y la criatura, sin dudarlo, decidió encantarlo con uno de sus hechizos. Al acercarse por su espalda, el chasquido de una rama alertó al chico, que se giró asustado por el ruido. Sus miradas se encontraron, y en un instante se enamoraron perdidamente el uno del otro. Justo en ese momento, una muchedumbre de gente les sorprendió gritando alborotados, pues venían para capturar a la joven, que llevaba tiempo atemorizándolos. El chico puso el hacha que cargaba en su cuello, prometiendo al resto de los aldeanos que él se haría cargo de la criatura mientras se hundía en la frondosidad del valle. Aún a día de hoy no se sabe nada de ellos, que desaparecieron entre los bosques con una promesa por cumplir. Lo que sí se conoce es que, desde ese momento, ese valle inerte se llenó de flores y tierras fértiles, y se colmó de una incontable masa de robles que hoy se han adueñado del territorio".

Una leyenda que explica "la belleza del bosque de Orgi, masa forestal que existe desde hace 4.000 años, aunque tiempo atrás su extensión era mayor a la actual. En su momento, el robledal fue un espacio fuertemente aprovechado por los vecinos de Lizaso, que extraían leña y madera, recogían hoja, frutos, setas, pasto para ganado, brezo para escobas, e incluso practicaban la caza y cultivaban plantas curativas. Sin embargo, actualmente esas funciones han perdido relevancia, y el aprovechamiento tradicional se ha abandonado para permitir que el bosque inicie un proceso natural de regeneración de su flora y fauna".

Por ello, "en 1996 se inauguró como área de uso público, tras el impulso de la comunidad local y las instituciones medioambientales, una gestión que hoy recae en una fundación cuyo objetivo es promover los valores del mundo rural y un turismo sostenible. Ubicado al sur del Valle de la Ulzama y a tan solo 25 kilómetros de Pamplona, Orgi tiene su propio símbolo de identidad. La silueta robusta del roble pedunculado (Quercus robur), conocido en euskera como 'haritza', domina este rincón natural del norte de Navarra. Y su nombre no es al azar, sino que más bien es reflejo de la historia noble del lugar y de un linaje que acabó marcando su imagen".