La celiaquía es una enfermedad crónica del sistema digestivo que afecta a millones de personas en todo el mundo. Se caracteriza por una intolerancia permanente al gluten, una proteína que se encuentra en el trigo, la cebada y el centeno. Cuando una persona con celiaquía consume alimentos que contienen gluten, su sistema inmunológico reacciona dañando el revestimiento del intestino delgado, lo que dificulta la absorción de nutrientes esenciales. Si bien la celiaquía puede desarrollarse a cualquier edad, suele manifestarse durante la infancia aunque también puede darse en la vida adulta.

De hecho, se calcula que el 25% de las personas diagnosticadas supera los 65 años. Los síntomas pueden variar ampliamente y no todos los afectados experimentan los mismos signos clínicos. Algunos de los síntomas más comunes incluyen diarrea crónica, pérdida de peso, fatiga, anemia o hinchazón abdominal.

Tipos de celiaquía

La creencia popular es que existen grados de celiaquía y esto no es cierto. Cuando a una persona se le diagnostica esta dolencia solo hay una opción: es celiaca. Asimismo, existen diferentes tipos de enfermedades celíacas y dependiendo de cómo se manifieste las podemos clasificar en los siguientes tipos:

  • Celiaquía asintomática o subclínica: Este tipo de celiaquía se da cuando el paciente no muestra los síntomas clásicos descritos por la medicina, es decir, cuando no presenta síntomas pero la persona tiene atrofia en las vellosidades intestinales y da positivo en las pruebas que confirman su enfermedad. El problema de esta clase es que las personas no son muy conscientes de la importancia que tiene evitar el gluten y suelen saltarse más la dieta y acaban sufriendo contaminaciones involuntarias.
  • Celiaquía sintomática o clásica: es la más frecuente. El paciente muestra los síntomas claros de la enfermedad como diarrea, vómitos, irritabilidad, pérdida de peso, cefaleas o colon irritable entre otros. Esta sintomatología se presenta de distinta manera en la infancia, adolescencia o en la edad adulta. -Refractaria: Este tipo hace referencia a pacientes con atrofia vellositaria cuyos síntomas no desaparecen después de haber excluido el gluten de su dieta diaria durante, al menos, un período de seis meses. Es más habitual en celiacos diagnosticados a partir de los 50 años y es la más peligrosa porque los pacientes pueden desarrollar más fácilmente un linfoma. Por este motivo, es importante recordar que si una persona celiaca no nota una evolución positiva tras seguir una dieta sin gluten debe acudir al médico.
  • Potencial: Se da en pacientes que cuentan con una genética positiva pero no presentan daños en la mucosa intestinal. No es seguro que lleguen a desarrollarla, aunque conviene realizarles un seguimiento.
  • Latente: Dentro de toda la clasificación, este tipo es la menos habitual. Existen dos variantes: aquellos diagnosticados en la infancia que se recuperan tras seguir una dieta sin gluten, por lo que están en observación con una dieta “normal” y los que previamente han tenido una mucosa intestinal normal, pero posteriormente desarrollarán la enfermedad en algún momento de su vida.

Diagnóstico médico

La primera prueba en el proceso diagnóstico es la detección de los anticuerpos antitransglutaminasa, antiendomisio o antigliadina. Un nivel de anticuerpos diez veces por encima del límite superior de normalidad predice la existencia de lesión de las vellosidades intestinales con gran especificidad y apoya fuertemente el diagnóstico. Sin embargo, en adultos son necesarias pruebas adicionales como la biopsia intestinal para confirmar el diagnóstico.

El estudio serológico (de anticuerpos) debe efectuarse mientras el paciente consume gluten, ya que el nivel de anticuerpos disminuye tras iniciar una dieta sin o baja en gluten. Además, la ausencia de anticuerpos no descarta totalmente la enfermedad, ya que, aunque muy poco frecuentes, existen pacientes con serología negativa.

Por otro lado, se debe realizar una prueba de predisposición genética, cuya ausencia descarta con un 99% de seguridad la presencia del mal, ya que esta es una condición necesaria para el desarrollo de la misma.

Consejos para convivir con la celiaquía

Una vez que la persona reciba la confirmación por parte del médico de que es celiaca, deberá cambiar sus hábitos alimentarios para poder convivir con la enfermedad a lo largo de su vida. Lo más adecuado es seguir una dieta sin gluten, que sea rica y variada y que cuente con alimentos naturales y frescos que no contengan esa proteína. A su vez, conviene evitar los alimentos elaborados y envasados que no estén etiquetados y que no incluyan el listado de ingredientes.

En el caso de los productos manufacturados conviene leer bien la etiqueta ya que cerca del 70% de ellos contiene gluten. Otro aspecto a tener en cuenta es la higiene durante la preparación de las comidas. Para evitar la contaminación cruzada, se debe manipular con precaución los alimentos, lavar y limpiar bien las encimeras, mesas y utensilios de cocina y almacenar los productos susceptibles de contener gluten separados del resto.

Por último, se recomienda seguir las pautas de los médicos y nutricionistas. Contar con la ayuda de un profesional puede ayudar a mantener una calidad de vida y evitar problemas de salud a largo plazo.