Una oreja para Pepe Moral con la única excepción de los desrazados "cebadas" en Pamplona
El diestro sevillano, sustituto del lesionado Víctor Hernández, acabó cortando la única oreja del festejo
El diestro sevillano Pepe Moral, que acabó entrando en la feria por la vía de la sustitución —la del lesionado Víctor Hernández— acabó hoy cortando la única oreja del cuarto festejo de abono de los Sanfermines al único toro con un mínimo de entrega y bravura de un muy desrazado encierro de Cebada Gago.
Fue ese toro, precisamente el quinto que dice el refrán que nunca es malo, no solo el de más opciones del sexteto sino también, y supuestamente por ello, el de mejores hechuras y más fina lámina, envueltas además en un pelo muy vistoso, con su capa de ensabanado mosqueado que ya llamó la atención en el encierro matinal.
El único pero de 'Lioso' fueron sus medidas fuerzas, que le hacían rebrincarse y defenderse un tanto en sus repetidas y más humilladas embestidas en la muleta de Moral, que tampoco encontró el pulso necesario para conseguir un mejor equilibro, por mucho que el de Los Palacios derrochara voluntad para intentar ligarle las tandas con un añadido punto de velocidad, la nota común desde que lo saludó a portagayola.
Con todo, se trató de la faena más vistosa de la tarde, la más movida y entretenida para las peñas, en tanto que Moral también se dejó ir en varios guiños populistas con las rodillas en tierra, suficientes para redondear el conjunto, de toro y torero, que hizo que se pidiera y se concediera esa oreja de no demasiado peso.
Algo más mérito tuvo, en cambio, la faena que el sevillano le hizo al segundo, el toraco "pregonado" por el peligro que, rezagado, provocó en el encierro. Y aún lo tuvo también al salir de nuevo al ruedo, cuando el sevillano lo saludó con una apurada larga de rodillas en la puerta de chiqueros, a la que el toro acudió probando y casi al paso, pero que el torero resolvió con soltura.
En el resto de su lidia, 'Caminante' repitió el mismo comportamiento que tuvo sobre el empedrado, midiendo sus arrancadas, desparramando la vista en busca de la huida y soltando cabezazos mientras el sevillano intentaba fijarlo en una labor de altibajos que cerró de una buena estocada.
Por aquello de ir en cabeza de cartel y matar los toros primero y cuarto, cuando el público de Pamplona siempre pone menos atención, casi pasó desapercibida la buena actuación de Antonio Ferrera, que manejó con maestría, y hasta sacó provecho de ellas, las mínimas opciones que le ofrecieron sus dos descastados enemigos.
El que abrió plaza fue un astifinísimo cárdeno que nunca descolgó un ápice su cuello en los embroques, solo que el veterano extremeño, citándole y llevándole siempre a media altura, sin pedirle tampoco en el trazo lo que no podía dar, acabó incluso por fijarle, moverle y ligarle pases más largos de lo imaginable en un principio.
Y con la misma facilidad se manejó con el cuarto, este también de largos y agudos pitones, que apenas tuvo medias arrancadas y siempre acabadas en testarazos que fueron creciendo en número y violencia a pesar del sordo empeño de Ferrera, mientras se extendía por el tendido el aroma de los bocadillos de chistorra.
Tampoco ofreció mucho el descompensado lote que sorteó Román, compuesto por el toro más fino y bajo y por el más grande y feo de los seis. Solo se diferenciaron en el comportamiento, pues uno se reservó y sacó ásperas complicaciones, mientras que el otro, al menos, aun sin clase alguna, se movió mansón y brutote de acá para allá.
No acabó de confiarse el valenciano con el tercero, con el que macheteó pronto, y se dilató destemplado y sin convicción con el sexto, al que como al anterior atacó con muchas precauciones con la espada, en una desesperada sucesión de feos pinchazos y estocadas de pésima colocación.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Cebada Gago, todos cinqueños, de dispares hechuras y cuajo, casi todos de muy astifinas defensas. Salvo el quinto, que tuvo algo más de entrega dentro de sus medidas fuerzas, el resto mostró una acusada falta de raza, sin humillar en los engaños o protestando con aspereza, más allá de su mayor o menor duración.
Antonio Ferrera, de blanco y oro: estocada delantera contraria y dos descabellos (silencio tras aviso); estocada honda desprendida y dos descabellos (silencio).
Pepe Moral, de caña y oro, que sustituía a Víctor Hernández: estocada y dos descabellos (ovación tras aviso); estocada desprendida y descabello (oreja tras aviso).
Román, de sangre de toro y oro: cinco pinchazos, media estocada atravesada y dos descabellos (silencio); estocada atravesada que asoma, dos pinchazos, estocada atravesada y cuatro descabellos (silencio tras aviso).
Cuarto festejo del abono de San Fermín, con lleno en los tendidos (19.500 espectadores), en tarde de temperatura agradable.