Hace ya algunos años, en una Feria del Libro, los conocí. Estaban allí, con la mejor artillería pesada de la cultura libresca, con las novedades más sesudas del momento. Los textos más selectos brillaban como antorchas en la niebla en aquella caseta que más se parecía a un consulado cultural. Tenían lo último del pensamiento, la palabra, la obra y hasta la insumisión. Iban a contracorriente y lo sabían. Era la Hormiga Atómica, una librería de autores, de agitadores culturales, de gente pequeña pero con una cabeza de impresión. Gente que irrumpió en el mundo cultural de Pamplona por la puerta trasera, sin llamar la atención, casi pidiendo permiso para abrirse paso en esta ciudad que te trata a empujones si no bailas a su son. En 2007 se ubicaron en la calle Curia, donde el paisaje y paisanaje la han convertido en la milla de oro de los pequeños comercios con encanto.
Con el tiempo, esa Hormiga Atómica se fue haciendo menos hormiga y más atómica. Allí se daba cita la contracultura y la resistencia, la poesía y la historia, la épica y la lírica de una ciudad llamada a rebelarse, a reclamar otra cultura y otra forma de hacer ciudadanía. Y creció, más como librería disidente que literaria; que también. Como lo hizo en su día la Shaskespeare and Company de París. Durante años, esa librería, café, espacio de seducción y sedición, sede de socialización, atalaya de la resistencia o check point de la tertulia social y literaria nos han acompañado. Y si yo hubiera escrito Librerías, el excelente libro de Jorge Carrión, la hubiera incluido. Sin duda.
Ahora abandonan la Curia y se van a la Mayor. Crecen, pero para colectivizar lo aprendido. Se llevan una caja de herramientas renovada con nuevas armas de construcción masiva. No quieren inventar nada, solo seguir haciendo ciudad con nuevas ideas.
Dicen que no corren buenos tiempos para los negocios. Pero estas hormigas no son voraces, se rigen por otros mecanismos de acumulación. Su idea de negocio, me han dicho, pasa por ofrecer un espacio de acción y emoción, por reinventar nuevas redes de apoyo, por nuevas emociones que rompan la clausura del pensamiento. Ongi etorri a esta nueva Hormiga y ánimo al resto de librerías. Porque una ciudad sin librerías es como vivir con una nostalgia insatisfecha.