En cada rincón del planeta, cada cultura ha desarrollado la identidad de sus miembros de una manera diferente. Desde las islas más septentrionales de Canadá hasta la Antártida el ser humano no ha alcanzado un consenso por el que unificar los nombres de las futuras generaciones.

Ahora, a través de la reforma de la Ley del Registro Civil, se da un vuelco a la construcción de los nombres y apellidos según estaban establecidas por la costumbre y las leyes de mediados del siglo pasado. Pero a pesar de este paso adelante, la gran mayoría de los países parecen satisfechos en con sus construcciones tradicionales. Otros ni siquiera tienen una regulación específica en esta materia.

Por empezar desde lo más cercano, en Europa existen tradiciones dispares entre diferentes países. En Francia, la costumbre marca que los hijos e hijas adopten sólo el apellido paterno. En Alemania los apellidos dobles están prohibidos por ley. En Suecia, cada pareja debe llegar a un acuerdo por el que decidan el orden de los apellidos para sus descendientes, pero si no se llega a ninguno son los tribunales los que deciden, dando preferencia al apellido de la madre ante el padre.

En la cultura anglosajona no existe una ley que regule este asunto y es la tradición la que manda. En Reino Unido, Nueva Zelanda, Gibraltar, Irlanda , India, Australia y Estados Unidos los hijos heredan solo el apellido paterno y la mujer pierde sus apellidos personales al contraer matrimonio.

Algo parecido sucede en Japón, donde por tradición se da por sentado que la mujer deja de tener apellido al casarse para adoptar el de su marido. En China, son los padres de la novia los que deciden que pierda su apellido y reciba el de la familia del marido.

Culturas SIN APELLIDO Pero a lo mejor en los países europeos, ya aquellos a los que dominamos no mucho tiempo atrás, nos estamos mirando el ombligo en este asunto. En otros lugares más remotos como el Tíbet o la isla de Java los apellidos tienen tan poca importancia para sus habitantes hasta el punto de que no existen.

En África, dependiendo de cada etnia, los apellidos van desde los de los antepasados hasta el día de la semana en el que se nace.

Otra manera de formar los apellidos es la cultura patronímica. En países como Islandia y la mayoría de los pueblos eslavos, los apellidos se forman a partir del nombre del padre. Por ejemplo en Islandia se añade -son, si es un niño, y -dóttir si es niña. En Rusia sucede lo mismo con la dórmila -ov para los niños y -ova para las niñas. Por último, las culturas árabe o hebrea, a lo largo de la historia han reflejado el parentesco a través de la fómula ben junto al nombre del padre.