una merienda-cena festiva y comprometida con gustos y aromas de Oriente. Hummus (paté de garbanzos), pollo al curry, un poco de pan de pita para empujar y rebañar la salsa. De postre: un puñado de pastas y dulces. Emplatado con extrema humildad, en una sencilla bandeja con compartimentos y cubiertos desechables. El precio de este menú: gratuito, pero no sin valor. “No se puede cobrar, pero está abierto al corazón sensible de cada uno, a las donaciones que quieran hacer”, explica el pamplonés Mikel Agirrezabal, de 59 años, que andaba organizando esta txozna solidaria, este restaurante improvisado y sencillo que se montó ayer tarde en la plazuela de San José de Pamplona-Iruñea. Un peculiar experimento culinario llevado a cabo por la oenegé Zaporeak (Sabores, en euskara) que sirvió 600 raciones gratuitas en busca de un ambicioso objetivo: unir nuestros paladares y estómagos con las más de 4.000 personas que viven en precarias condiciones en la isla griega de Chios, a la espera de hallar refugio en Europa. Familias y personas que huyeron de las guerras y la violencia que azota sus hogares, arriesgaron su vida cruzando el mar Egeo de forma clandestina y que han terminado viviendo hacinadas en pésimos campos de internamiento (mal llamados “campos de refugiados”).
Y allí, en esos centros, en asentamientos improvisados y también a pie de playa, durante un año Zaporeak ha servido más medio millón de comidas de forma altruista para esas familias. Durante un año, Zaporeak -que surgió como una sencillisíma iniciativa de siete amigos de la sociedad gastronómica guipuzcoana de Intxaurrondo- acabó preparando una media de 1.000 menús diarios muy similares a este que degustaron anoche los vecinos y vecinas del Casco Viejo pamplonés. Una asociación que tiene buen arraigo en Pamplona y ha movilizado a más de 300 voluntarios de Navarra y Gipuzkoa que han hecho turnos de aquí para allá. Ahora, en este fin de semana de San Fermín de Aldapa, en las fiestas del Casco Viejo, los voluntarios de Zaporeak han traído esos mismos menús hasta aquí. Para enseñar y mostrar cómo era su trabajo pero también para recaudar fondos para sus nuevos proyectos.
“Queríamos replicar nuestro día a día en Grecia, mostrar cómo era nuestro trabajo”, explica Agirrezabal, que estuvo como voluntario en Chios durante el pasado mes de enero y ha sido uno de los artífices de esta iniciativa para las fiestas.
En Grecia, las tareas comenzaban a las seis de la mañana: cortar y limpiar las verduras y más tarde se encendían los pucheros. Aquí, el plan cambió y el madrugón se retrasó, toda la comida se ha preparado desde la mañana en la sociedad Arrikulunka de Ansoáin, a las 11 de la mañana se montó la carpa en el barrio de la Navarrería y cerca de 40 personas participaron en el despacho y organización de las cenas. “La comisión de fiestas se ha portado de 10, han sido todo facilidades e implicación”, relata Agirrezabal.
Un txoko por los refugiados No es la primera vez que la comisión de fiestas del Casco Viejo pamplonés se implica con este tipo de iniciativas, este pasado febrero de 2017 enviaron varios centenares de vasos reutilizables hasta Serbia, donde varios voluntarios servían también más de 350 caldos y cenas con el lema Gora Iruñea! Jai Herrikoen alde! a jóvenes afganos y sirios que sobrevivían a temperaturas bajo cero en la vieja estación de tren de Belgrado.
Ayer en Pamplona, junto a Zaporeak instalaron también tenderetes para ofrecer información de sus labores la asociación HelpNA (Bomberos de Navarra que han estado en Grecia y Serbia), Nafarroako Brigadak (que viajaron a denunciar la situación en diferentes fronteras de Europa), y también participaron en la jornada miembros del colectivo Iruñea Ciudad de Acogida, Abdul Razak -refugiado de Alepo afincado en Pamplona- y una organización de apoyo al pueblo saharaui. Así, la plazuela de San José se convirtió en un txoko, un espacio, colaborativo y festivo, abierto a iniciativas e inquietudes por las personas que se mueven y cruzan fronteras.
“Queríamos que la gente saborease y viese cómo son los menús que servíamos allí: con cariño y bien ricos”, explica Agirrezabal. La de Iruñea, la de las fiestas de San Fermín Txikito, ha sido la primera cena de muchas que vendrán. La cena que reactiva su proyecto para este curso. Se da la circunstancia de que el pasado 4 de marzo de 2017, Zaporeak terminó su actividad en Chios. Se despidió sirviendo su última comida, entre vítores, aplausos y abrazos: pollo acompañado de patata cocida, arroz con salsa de almendras y pasas que puso fin a un ciclo, pero no a un proyecto. Ahora van a retomar su actividad en Atenas, en otros campos de internamientos de familias refugiadas en Grecia y por eso piden recaudar fondos. Mismos sabores, misma bandeja, mismos ingredientes, mismas manos cocinando, removiendo los pucheros y fogones. Un menú que anoche unió paladares de dos orillas, de dos lados del mundo y de las fronteras.