- Las mujeres presentan mayor vulnerabilidad que los hombres en los procesos de separación y divorcio por su menor autonomía durante la vida en pareja. Esa es una de las principales conclusiones del trabajo Experiencias de mujeres en procesos de separación y divorcio: un estudio cualitativo sobre dinámicas de poder masculino y violencias naturalizadas, que el Instituto Navarro para la Igualdad (INAI/NABI) encargó a la Fundación IPES en colaboración con la UPNA y que fue presentado ayer en Civican por las tres autoras: Susana Covas, Rut Itúrbide y Patricia Amigot y por Eva Istúriz, directora gerente del INAI.

Istúriz explicó cómo la desigualdad de género existente en la sociedad puede impactar más negativamente en ellas en caso de divorcio, intensificando la vulnerabilidad de partida. Además, remarcó que gran parte de la violencia contra la mujer no es denunciada y abogó por profesionales formados capaces de detectarla.

“Se entiende la violencia como física, pero eso solo es la punta del iceberg. Un 44% de las mujeres piensan que la violencia que sufren no es suficientemente grave como para denunciar y buscan una solución en la separación. Cuando se inician los procesos de divorcio, se explicitan y aumentan esas violencias contra las mujeres porque son momentos de crisis”, explicó la gerente del INAI.

Por su parte, Rut Itúrbide, una de las autoras, explicó las causas que provocan la progresiva pérdida de autonomía y empoderamiento en las mujeres respecto a sus parejas. “Existe una brecha de género en los cuidados. Debido a la falta de corresponsabilidad de los hombres, ellas se ven obligadas en casi todos los casos a reducir espacios y tiempos propios para dedicarse a los demás. Esto afecta a su vida laboral (reducción de jornada, excedencias, reducción de la cotización, menor desarrollo profesional y reciclaje, peores salarios) y relacional. En consecuencia, tienen una posición de menor poder en la pareja”.

Para ella, esta falta de reconocimiento personal provoca una sensación de malestar y frustración que explica que sean las mujeres quienes más soliciten los divorcios. “Se da la paradoja de que hay más mujeres que quieren emparejarse debido a la presión social del amor, la pareja y la maternidad que tienen las mujeres, pero también son ellas las que inician más procesos de divorcio”.

Unos procedimientos en los que, como señaló Susana Covas, las mujeres vuelven a salir perjudicadas. “Lejos de los tópicos que se escuchan como que se las mujeres se quedan con todo -casa, pensión de alimentos, hijas o hijos...-, la investigación constata que en general son ellas las que salen de casa, lo que supone una sobrecarga económica por la compra o el alquiler de una vivienda”.

Del estudio se extraen cuatro conclusiones principales. Primero, que en la vida en parejas heterosexuales no se establecen relaciones igualitarias y recíprocas. Esto provoca en ellas en general una pérdida progresiva de recursos de empoderamiento y autonomía. En tercer lugar, las mujeres tienden a postergar la separación hasta que las y los hijos crecen. Y, por último, el miedo a las respuestas y actitudes de su expareja les lleva a negociar a la baja en los acuerdos, según confirma el trabajo.

Un estudio cualitativo. El estudio ha tenido una metodología cualitativa y ha consistido en entrevistas individuales y grupales a mujeres de entre 35 y 47 años. Eran personas que no estaban en situación de exclusión -integradas socialmente y con empleo- y que no se reconocían como víctimas de violencia machista.

La directora gerente del INAI, Eva Istúriz, señaló que todavía queda una ardua labor para que la sociedad sea capaz de detectar estos micromachismos. “El estudio nos confirma que tenemos que abordar estas violencias naturalizadas en el sistema desigual y patriarcal”.