Recibir un diagnóstico de cáncer es sobrecogedor. En la consulta del especialista, la noticia cae como una losa sobre los pacientes y sus familiares, que en mitad de esa etapa de miedos y temores inician todo un máster acelerado en tratamientos para poner solución a la enfermedad. La quimioterapia es sin duda el más conocido, y suele estar unida a la inmunoterapia y la radioterapia. Ya dentro de este último se encuentra la protonterapia, una modalidad que se ha convertido en una de las principales esperanzas en la lucha contra una enfermedad de la que se diagnostican 3.600 casos al año y que está detras de una de cada cuatro muertes en Navarra.
"La línea de evolución de los tratamientos ha sido conformar la dosis de radiación con el tumor: eso significa que si un tumor tiene forma de herradura, antes lo tratábamos con una caja de radiación que cogía la herradura entera, y ahora somos capaces de dar la dosis en forma de herradura. Es decir, tratar el tumor y solo el tumor, preservando más tejido sano", ilustra de forma pedagógica Diego Azcona, especialista en Radiofísica de la Unidad de Protonterapia de la Clínica Universidad de Navarra (CUN), uno de los dos únicos centros del Estado que, desde su sede de Madrid, ofrece este tratamiento.
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Sin embargo, la sencillez en la explicación de su procedimiento y sus beneficios contrasta con la complejidad tanto de la infraestructura con la que se realiza este tratamiento, para el que es necesario albergar un ciclotrón de 5 metros de diámetro al que sucede un gantry de 140 toneladas de peso y 10 metros de altura; como del gran número de profesionales necesarios para ponerlo en marcha, unos 50.
"Tenemos médicos; oncólogos radioterápicos, que son los únicos especialistas en medicina que pueden prescribir radioterapia; físicos; radiofísicos, que somos los responsables de los cálculos y la dosímetria; y luego tenemos técnicos de máquina, que son los que tratan al paciente; técnicos dosimetristas, que son los que nos ayudan a los físicos a hacer la dosimetría; y profesionales de enfermería, auxiliares y secretarias, sin olvidar a los ingenieros de mantenimiento", contabiliza Diego Azcona, que junto al resto de sus compañeros lleva estudiando esta terapia desde el año 2006.
Cómo funciona Este numeroso equipo que conforma la Unidad de Protonterapia de la CUN es necesario para poder ofrecer un tratamiento difícil de explicar de una manera simple. Vayamos despacio. La protonterapia utiliza los protones que conforman el núcleo de un átomo y que son la partícula más pequeña de un elemento con capacidad de experimentar cambios químicos. Éstos son acelerados y dirigidos al tumor, al que van eliminando por capas realizando un barrido con la misma forma que la masa y con una cantidad de energía suficiente para hacerlo sin casi dañar el resto de tejidos.
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En un ejemplo práctico puesto por los especialistas, los tratamientos son un tren que encuentra una bicicleta -que representa al tumor- en su camino. La radioterapia convencional es un modelo de tren que destroza la bicicleta, pero para ello utiliza una velocidad tan alta que deteriora también las vías y las catenarias -que en este caso serían órganos circundantes-. En cuanto a la protonterapia, sería un modelo de tren tan preciso que también tiene la capacidad de arrollar la bicicleta, pero frenándose nada más alcanzarla, lo que hace que apenas afecte al resto de elementos. En definitiva, los profesionales pueden "controlar dónde se paran los protones y dónde depositan la mayor parte de su energía", según desarrolla Azcona.
El proceso El paciente que se realiza un tratamiento de protonterapia llega generalmente derivado de la red pública (aunque también de aseguradoras y de forma privada) y comienza su proceso con un TAC, una resonancia y un PET, pruebas de imagen realizadas en la posición en la que se va a radiar. Los resultados de éstas se superponen y con ellos se realiza un estudio morfológico de la anatomía sobre el cual se delimita y "pinta" el tumor. Ya con modelos virtuales, el equipo calcula la mejor manera de repartir las dosis de radiación en las sesiones, y una vez hecho y optimizado, se prueba en un fantoma (o muñeco) para comprobar "que lo que dice el ordenador es real". Ese proceso en general tarda unos 10 o 14 días hasta que se comienza el tratamiento.
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"Nosotros lo que hacemos es planificar el tratamiento a medida. Está hecho en un ordenador para cada paciente y su tumor", explica Javier Aristu, director médico de la Unidad, que cuenta que los pacientes adultos se someten a unas 20 o 25 sesiones -30 para niños- antes de una reevaluación para conocer la efectividad de la protonterapia. Ésta generalmente se combina con quimioterapia, ya que "en los tumores que están indicados, la administración combinada produce un mayor beneficio" que ya no solo se mide por los años de supervivencia, sino también por la calidad de vida del paciente.