Episodios de maltrato, violencia vicaria y violencia económica terminan por confluir en un observatorio traumático para cualquier menor que sufra como víctima principal o secundaria la agresividad que se ejerce sobre sus madres. En muchas ocasiones, dicha espiral agresiva la siguen soportando durante meses, incluso años, las supervivientes de violencia machista pensando en sus hijos, en que no se rompa el vínculo familiar y en que no tengan que buscar recursos donde no los hay, en que no se les fuerce a salir de casa, cambiar de colegio, de hábitos y de círculo para que los menores sufran lo menos posible. Pero el daño que les provoca la violencia observada en casa también genera traumas a largo plazo. “Son comunes los casos de trastornos alimentarios y del sueño, las pesadillas, la pérdida de concentración en los estudios... Al final eso puede salir de mil maneras y precisamente pone sobre la mesa lo difícil que es para una víctima dar el paso de denunciar”, explica Maribel Martínez, responsable del Servicio de Asistencia a la Mujer del Colegio de Abogados de Pamplona. En el último asesinato de violencia machista del Estado, ocurrido en Palencia, dos niños, de 2 y 7 años, abrieron la puerta a los policías, quienes observaron que la mujer se encontraba sin vida en una cama, con marcas en el cuello, lo que hace suponer que pudo ser estrangulada. El agresor se había arrojado a las vías del tren.

El caso de Palencia vuelve a poner sobre la mesa la interrelación de la violencia ejercida sobre madres e hijos. Y, por ello, si se observan los datos del Sistema Viogen, resulta una cifra inasumible para una sociedad como esta que por ejemplo en Navarra existan 626 casos de víctimas de violencia machista que tienen a hijos/as menores a su cargo. Son un 31% más de las que había en agosto del año pasado. Hasta 21 de esos casos se encuentran en riesgo alto o extremo de vulnerabilidad o resultan asuntos de especial relevancia policial por el riesgo quepueden correr los menores de sufrir algún daño. En total son más de 330 los menores que refleja el sistema que se encontrarían tipificados como casos de riesgo, vulnerabilidad o de especial relevancia, que son las calificaciones propias del sistema de visualización y detección de la Violencia de Género.

La letrada Maribel Martínez destaca las consecuencias de esa violencia en los menores, dependiendo del tipo e intensidad de la misma, que “tienen gravísimas consecuencias en la salud de los menores. Ahora al menos podemos tratar a los menores si la autoridad judicial lo permite pese a que no haya autorización del padre, aunque si son de corta edad no es recomendado por expertos”.

La abogada explica que “la principal y primera preocupoación de una víctima al denunciar son sus hijos, en qué estado se van a quedar. Muchas veces se alargan las situaciones de violencia por los hijos, no es fácil ir a poner una denuncia de violencia, para las víctimas se plantean porque el procedimiento penal es muy difícil, porque muchas veces se plantean que no pueden dejar a los hijos sin sus padres, no quieren apartar a los hijos salvo en situaciones muy extremas. Cuando se producen hechos violentos delante de los hijos es un paso definitivo para muchas de ellas”. Martínez resalta que muchas de estas víctimas carecen de apoyos familiares o de recursos económicos y eso “les imposibilita para que se atrevan a denunciar. No existen recursos habitacionales suficientes y muchas veces tienen que compartir vivienda con otras personas, a disponer solo de habitaciones para la familia, y eso dificulta aún más todo este proceso”.